Las golosinas apenas aportan nutrientes y sí muchas calorías

Por lo general, el nivel de colorantes que presentan estos alimentos no es tan elevado
Por EROSKI Consumer 14 de marzo de 2002

Las golosinas son una tentación a la que pocos se resisten. Sus atractivos colores y formas atraen a niños y mayores, que se dejan arrastrar por la variedad de sabores que deleitan sus paladares. Pero lo que muchos no saben es que estos dulces tan adictivos apenas aportan nutrientes y sí excesivas calorías.

En España existe muy poca o nada de información acerca de las «chucherías», como son conocidas las golosinas habitualmente. Teniendo en cuenta que en la actualidad se han convertido en una parte importante de la dieta infantil, resulta preocupante que no se hagan estudios precisos sobre sus componentes y sus efectos en la salud.

Según explica Ascensión Marcos, directora del Instituto de Nutrición y Bromatología del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en estos momentos existe una legislación, que lo mismo que ocurre con otros alimentos, no permite que las golosinas tengan ningún aditivo perjudicial para los consumidores. No obstante, Marcos aclara que no se pueden realizar recomendaciones sobre su consumo porque no existen estudios específicos.

Ingredientes

Un reciente estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios sobre los componentes de las golosinas revelaba que su higiene es buena y que no tienen tantos colorantes como se podría pensar en un principio.

La OCU afirma que están compuestas básicamente por azúcar -sacarosa en su mayor parte, aunque también glucosa, fructosa o maltosa-, que es la base fundamental y suele constituir más del 50% de su peso. También contienen gelatina, espesantes y productos de origen vegetal que se utilizan para dar consistencia al producto.

En algunos tipos de gominolas se ha detectado sorbitol y otros polialcoholes -edulcorantes que además tienen propiedades conservantes y ayudan a mantener la humedad-, grasas y ceras -que se usan para extraer las gominolas de sus moldes-, además de claras de huevo o proteínas lácteas para hacer golosinas tipo «nube».

Por último, suelen contar con ácidos, especialmente cítricos, para potenciar su sabor; colorantes, tanto naturales como artificiales y aromas cuya composición resulta más misteriosa pero que sólo se utilizan en cantidades muy pequeñas.

Por lo general, el nivel de colorantes que presentan estos alimentos no es tan elevado, aunque por sus llamativos tonos parezca todo lo contrario, apunta la OCU. Así, según el estudio, un niño de 15 kilos de peso que consumiera 100 g de estas chucherías alcanzaría en el peor de los casos tan sólo el 10% de su dosis diaria admisible.

Entre los colorantes autorizados, el estudio detectó azoicos que pueden producir reacciones adversas en las personas predispuestas a ello, e incluso pueden llegar a producir crisis de asma, pero salvo este caso no se detectó ningún otro efecto perjudicial.

Venta a granel

Una de las quejas más frecuentes de las asociaciones de consumidores con respecto a las chucherias es la ausencia de un envoltorio que incluya sus ingredientes, ya que es un producto que por su formato se tiene que vender a granel. Aunque la ley obliga a que en las cajas aparezca una pegatina con la composición y el nombre del fabricante, los comercios no siempre la cumplen.

Ascensión Marcos recuerda que a pesar de que las golosinas son inocuas para la salud, si son perjudiciales en el sentido de que no aportan nada al organismo y en el momento en el que se aumenta su consumo se diluye el resto de ingestas en el niño y por tanto de los nutrientes que necesita.

Esta investigadora insiste en que las gominolas son sólo calorías que nutricionalmente no aportan nada y quitan el apetito, con lo cual restan los nutrientes de la comida normal, por esta razón desaconseja a los padres usarlas como premios para los niños antes o después de las comidas.

En cualquier caso, recomienda que es bueno darle un gusto al paladar de vez en cuando, pero siempre con moderación, aunque está palabra brilla por su ausencia en el vocabulario de las «chuches».

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