Gluten y lactosa: ni ángeles ni demonios

Suprimir el gluten de la alimentación infantil no causa la muerte, pero tomar decisiones dietéticas sin supervisión profesional sí puede ocasionar consecuencias graves
Por Carlos Casabona Monterde 7 de junio de 2017
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Imagen: lexmomot

La noticia se conoció hace poco y se extendió con rapidez por Internet. Una pareja belga diagnosticó a su bebé de intolerancia a la lactosa y, más tarde, de intolerancia al gluten, sin haber acudido nunca a un pediatra, un dietista-nutricionista o un centro de salud. El pequeño murió a los siete meses y ahora el fiscal acusa a ambos padres por no haberle proporcionado los cuidados médicos periódicos que todo lactante debe recibir en nuestro entorno. Muchos titulares achacaron la muerte del niño a la ausencia de gluten en su dieta. En este artículo se explica, entre otros aspectos, por qué esa afirmación es un error.

La historia era estremecedora y muchos titulares pecaron de sensacionalismo «nutricional». El bebé había sufrido una grave pérdida de peso: de 6 kg con cuatro meses, hasta 4,3 kg en el día de su fallecimiento. Buena parte de los medios de comunicación achacaron -erróneamente- la muerte del niño a la ausencia del gluten en su dieta. Y como la palabra gluten se ha convertido en garantía de éxito mediático en los tiempos que corren, la alarma social no tardó en dispararse.

Quitar la lactosa: bebidas vegetales en lugar de leche

En uno de los comunicados de prensa se pudo leer que el bebé recibió lactancia materna durante unos tres meses. Basándose en síntomas digestivos que apreciaron tras la toma de algunos biberones de leche adaptada, los mismos padres le diagnosticaron intolerancia a la lactosa, por lo que decidieron alimentarlo con preparados vegetales que ellos mismos vendían en un establecimiento de su propiedad. Así, el pequeño recibió, de forma sucesiva o alternativa: bebidas de arroz, de soja, de avena y de quinua, que fue la que ingirió durante más tiempo.

En la actualidad, muchas personas, por «modas» dietéticas, retiran la lactosa de la alimentación, pero hay que señalar que la leche materna tiene una proporción de lactosa bastante mayor que la leche de vaca y similar a las leches adaptadas habituales. De ahí que el diagnóstico que hizo la familia fuera probablemente erróneo. La alta concentración de lactosa en la leche humana ayuda a la absorción del calcio, del hierro y del magnesio, además de que facilita la colonización intestinal con lactobacillus bifidus, la microbiota fermentativa que inhibe el crecimiento de bacterias, hongos y parásitos, al mantener un ambiente ácido en el intestino.

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Imagen: yanlev

Haber dado a su hijo durante bastante tiempo bebidas vegetales -es incorrecto y peligroso llamarlas leches-, en vez de leche adaptada, pudo tener mucha influencia en la gran bajada de peso que presentó en sus últimos meses. El contenido energético y los nutrientes de dichos preparados vegetales son insuficientes para cubrir las necesidades diarias de un bebé que, a esas edades, debe ingerir unos 5-6 biberones diarios de leche adaptada (cuando la leche materna fue abandonada de manera precoz).

Como los progenitores regentaban un negocio donde vendían este tipo de bebidas, tenían un acceso cómodo a los productos que suministraron a su hijo. Influenciados por la moda de lo «alternativo, natural y vegetal», llevaron esa tendencia hasta un extremo muy alejado de lo que la ciencia médica dictamina.

Intolerancia al gluten: la importancia del diagnóstico médico

Otro de los «autodiagnósticos» que hicieron más tarde los padres fue el de intolerancia al gluten. Este fue el diagnóstico en el que más se centraron los periodistas que comunicaron la noticia. Una alimentación sin gluten no puede ser el motivo de la muerte del bebé, como explica con claridad el dietista-nutricionista Julio Basulto en su blog, ya que el gluten no es imprescindible en la dieta, si bien en nuestro entorno goza histórica y culturalmente de una gran aceptación.

Hay que recordar que el gluten es un complejo proteico que forma parte de diversos cereales, sobre todo del trigo, sea cual sea su variedad: común o harinero, duro, kamut, espelta o escanda. Otros cereales que también contienen gluten son el centeno, la cebada, el triticale (cruce entre trigo y centeno), el bulgur (se usa para preparar el tabulé), el cuscús y el farro. Respecto a la avena, es prudente considerarla como cereal con gluten, ya que su proteína (avenina) estimularía en personas susceptibles una respuesta inmune inflamatoria (no tiene por qué ser inmediata) similar a la producida por las proteínas (gliadinas) del trigo. Además, puede existir contaminación cruzada con proteínas de otros cereales en su procesamiento.

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Imagen: minoandriani2

La incorporación del gluten en la alimentación complementaria del bebé debería cumplir las siguientes consideraciones:

  • 1. Según la evidencia científica más reciente, no hay una edad determinada en la cual tenga mayor o menor beneficio la incorporación de alimentos que contienen gluten en su composición (el pan y la pasta son los más habituales). Es decir, a partir de los seis meses ya pueden ofrecerse, teniendo en cuenta que al principio se darán pequeñas cantidades. Así, por ejemplo, se puede echar una cucharadita de pan integral rallado en una de las tomas o invitar al bebé a coger con sus manitas un bastoncito de pan o un macarrón muy bien cocido, si ha madurado lo suficiente para practicar el BLW o ACS (método «Baby-Led-Weaning» i «Aprendo a Comer Solo»). Las papillas multicereales (con o sin gluten) no son recomendables por estar la mayoría azucaradas y no ayudar a comer sólidos.
  • 2. Por otro lado, en culturas diferentes a la europea, cereales sin gluten como el maíz, el arroz o el mijo tienen más arraigo y son los primeros ofrecidos a los bebés, de donde se deduce la importancia relativa desde el punto de vista nutricional -que no cultural- que tienen los alimentos con gluten. No obstante, también hay que apuntar que solo un 1-3% de la población tiene enfermedad celiaca, por lo que retirar el gluten de la dieta debe obedecer a criterios fundados. La enfermedad celiaca debe ser diagnosticada por un médico, no por un terapeuta «alternativo», por la vecina, por un gurú mediático o por el cuñado. Tras el diagnóstico médico, el profesional que establecerá las pautas nutricionales más convenientes es el dietista-nutricionista.
  • 3. Hasta hace poco se pensaba que la lactancia materna ejercía un efecto protector sobre la aparición de la enfermedad celiaca, si se daba el gluten a la vez que la lactancia materna. Hoy en día se sabe que esto no es así. Pero ello no es obstáculo alguno para dar el pecho hasta que madre y niño decidan, pudiendo llegar a los 3-5 años. Hay que insistir en que la leche materna es el alimento perfecto para todos los bebés y suficiente para cubrir sus necesidades, de manera exclusiva, durante los primeros 6-7 meses de vida, que es cuando comienza la alimentación complementaria, aunque la leche materna -o leche adaptada en su defecto- debe ser la principal fuente nutricional hasta el año de vida.

Antes de terminar es necesario advertir la importancia extrema que tiene llevar a los recién nacidos y lactantes menores de 1-2 años a centros sanitarios. Todos los pequeños deben ser vacunados según los calendarios oficiales, y revisados, preferentemente por pediatras, para que no haya más casos como el comentado en estos párrafos. La incorporación de dietistas-nutricionistas a la red pública sanitaria complementaría la labor de los profesionales que atienden a niños y adultos con patologías muy prevalentes que se relacionan de modo estrecho con malos hábitos alimentarios, tan frecuentes en la sociedad actual.

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