El pavo es sano (si lo sabes elegir)

La carne de pavo es saludable y económica, pero hay que saber elegirla, sobre todo, cuando se trata de fiambre. Esto es lo que debes tener en cuenta para acertar
Por Laura Caorsi 2 de enero de 2019
elegir buen pavo en lonchas
Imagen: Jan Vašek

Si en nuestra lista de buenos propósitos hemos incluido mejorar nuestra alimentación, es probable que intentemos hacer cambios en la dieta y elegir alimentos más ligeros. El pavo es uno de ellos, pero ¿son todas las versiones igual de saludables? Resulta que no. A continuación, veremos el porqué.

Carne y fiambre de pavo

Empecemos por el principio: la carne de pavo es muy sana. Comparada con otras carnes de ave, es la que contiene menos colesterol, menos grasas y más proteínas. En 100 gramos de pechuga a la plancha solo hay 145 kcal, casi el 30 % son proteínas y menos del 3 % son grasas. Lo demás son minerales y agua. Por tanto, sí, estamos ante un alimento que cumple con los requisitos indispensables para formar parte de una dieta saludable y magra.

Además (y esto es importante, sobre todo en plena cuesta de enero), se trata de un alimento asequible, lo que permite incorporarlo a nuestro menú cotidiano sin exigirle un sobreesfuerzo al bolsillo. Si lo combinamos con algunos básicos, como el arroz integral o el cuscús, y con verduras y frutas de temporada, podremos comer rico y sano por poco dinero.

Sin embargo, no es lo mismo la carne de pavo que el fiambre de pavo, ese producto tan popular que solemos comer frío y en lonchas. Con excepción de las calorías, en las que casi no hay diferencia, los valores nutricionales son distintos y también su composición. Por concretar: en 100 gramos de fiambre de pavo, las proteínas se reducen a la mitad y las grasas se multiplican por cuatro. La presencia de vitaminas (ya de por sí, discreta en la carne de pavo) queda reducida a meras trazas, mientras que el contenido de sal se multiplica por seis. Es decir que, a igual cantidad de alimento, estaremos consumiendo unos nutrientes bien distintos.

Y las diferencias no acaban aquí porque, si observamos las etiquetas de los diversos fiambres, encontraremos que se componen de varios ingredientes (agua, azúcar, sal, proteínas lácticas, almidón de patata…) y que no todo el peso del producto es carne de pavo. La composición y las proporciones varían según las marcas y sus propuestas (por ejemplo, en las versiones con menos grasas o sal), pero el abanico podría resumirse de este modo: la presencia del pavo en el fiambre va desde un 55 % a un 90 %. En el mejor de los casos, estaremos comiendo un 10 % de ingredientes añadidos; en el peor, estos ingredientes supondrán más la mitad de lo que comamos.

Conocer esta información es importante para los consumidores por dos razones. La primera, porque es habitual pensar que el pavo en lonchas es muy sano. La segunda, porque tomamos decisiones de compra y dietéticas basadas en esa percepción. Y, en este sentido, los datos oficiales son muy claros. Según el ‘Informe del consumo de alimentación en España 2017’ del Ministerio de Alimentación, la ingesta doméstica de carne fresca ese año se redujo un 2,2 % con respecto a 2016 (incluida la de pavo). En paralelo, hubo un aumento en la demanda de carne procesada, como el fiambre, por primera vez en cuatro años.

Consejos para elegir bien

La mejor opción, incluso para hacer un bocadillo, es comprar carne de pavo y prepararla en casa a la plancha. Pero, si no tenemos tiempo o nos resulta más práctico utilizar el fiambre de pavo en lonchas, entonces habrá que olvidarse del reclamo publicitario de los envases y mirar con atención las etiquetas. ¿Y qué debemos leer allí? Toma nota de estos consejos:

  • No confundir publicidad con información. Las expresiones «tradicional», «artesano», «receta clásica», «natural» o «al estilo casero» se utilizan como sinónimo de calidad, pero nutricionalmente no significan nada. Las palabras que en realidad importan están en la lista de ingredientes y en la tabla nutricional. Esa sí es información relevante.
  • Buscar el que tenga mayor porcentaje de pavo. En general, está indicado. Si no lo estuviera, hay que recordar que la lista de ingredientes de un producto siempre está ordenada de mayor a menor. Hay que deducir el porcentaje de pavo en función de las cantidades de los demás ingredientes.
  • Observar esos otros ingredientes. Cuantos menos, mejor.
  • Escoger versiones bajas en sal. En los fiambres de pavo estándar, el contenido de sal ronda entre 1 % y el 2 %. Un alimento contiene mucha sal, si lleva 1,25 g o más por cada 100 g de peso (el consumo máximo recomendado por la OMS es de 5 g al día). Como explica el doctor Carlos Casabona, la expresión «contenido reducido de sodio/sal» tan solo «significa que tiene una reducción del 25 % en comparación con otro producto similar. Si este producto tiene mucha sal (por ejemplo, 2 g por cada 100 g), el ‘reducido’ también la seguirá teniendo (1,5 g por cada 100 g)».
  • Acompañarlo bien. Si se utilizará en un bocadillo, escoger un pan integral y, si es posible, del día. El pan de molde industrial también contiene sal y azúcar en su composición. Sumarle ingredientes vegetales y aceite de oliva virgen y condimentar con especias.
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