Masticar bien es clave en niños

La elección de alimentos más duros y fibrosos que deban masticarse es fundamental para el desarrollo dental en la infancia
Por Maite Zudaire 27 de mayo de 2010
Img ninos comiendo
Imagen: OakleyOriginals

Los niños apenas tienen necesidad de masticar porque la mayoría de los alimentos que comen son de textura blanda. Desde los bocadillos en pan de molde hasta las verduras en puré o la carne picada. Esta alimentación limita la masticación y afecta al desarrollo de la oclusión de los molares, en particular de la superficie masticatoria de estos dientes. Son malos hábitos de alimentación y masticación que explican que los niños sean en la actualidad más propensos a llevar ortodoncia para corregir la posición de su dentadura. Por ello, la elección de alimentos que obliguen a masticarse es clave para el desarrollo dental y la prevención de patologías periodontales y caries en los más pequeños.

El bocadillo con pan del día anterior para el almuerzo se ha sustituido por la bollería o por el pan de molde, alternativas más fáciles de masticar. Las frutas que más gustan a los niños son las más blandas: desde el plátano hasta las fresas, el melón o la sandía. Les da más pereza masticar otras como la manzana debido a su dureza. Con las verduras ocurre algo similar. No es común que los niños pequeños coman ensaladas o mastiquen una zanahoria cruda, sino que se les ofrece la alternativa de las verduras en puré. En la selección y la preparación de las carnes también se prima su suavidad, de manera que los filetes se sustituyen por hamburguesas, salchichas y albóndigas, y apenas comen carne guisada si no es de pollo, más blanda.

La dieta moderna, en la que abundan los alimentos blandos, limita la masticación y afecta al desarrollo de la oclusión de los molares, en particular, de la superficie masticatoria de estos dientes. Este hecho favorece la mala posición de estos y de las bases óseas que los sustentan, ya que el crecimiento mandibular no es adecuado para el desarrollo óptimo oclusal. Estas conclusiones son comunes en diversos estudios paleo-patológicos que han analizado el papel de la dieta en la evolución o involución dentaria, las enfermedades periodontales y la caries.

Es el caso de la revisión realizada por el Instituto de Odontología de la Universidad de Turku, en Finlandia, que pone de manifiesto cómo el cambio en el consumo de alimentos duros a más blandos de los últimos cien años influye de manera determinante en la estructura y morfología craneofacial y cerebral y la salud oral.

Una edad para cada alimento

Es imprescindible insistir en el papel relevante de la masticación durante la primera infancia. El niño aprende a masticar a medida que tiene la oportunidad de comer nuevos alimentos, de manera que deviene fundamental ofrecerle, en cuanto sea capaz, alimentos más duros y secos, que propician un buen funcionamiento y desarrollo dentario. Entre los nueve y los doce meses coge pequeños alimentos y comienza a autoalimentarse, se lleva comida a la boca aunque es incapaz de comer por sí solo hasta, al menos, los dos años.

Durante este periodo, se desarrollan a gran velocidad los sentidos, de modo que se puede pasar de succión a cuchara, lo que permitirá paladear mejor, y cambiar la textura: de líquido a triturado y, cuando ya tenga dientes, a troceado. En los más mayores, algunas sugerencias pasan por proponer cada día algún alimento al natural, que puede ser una fruta, una minúscula ensalada o un poco de arroz integral con tomate de guarnición.

Además, la consistencia del alimento influye en la saciedad. Al tener que masticar, el niño tiene durante más tiempo la sensación de plenitud o de tener el estómago lleno, un factor relevante en la prevención de la obesidad infantil.

DIENTES FUERTES

Uno de los cambios en la estructura y firmeza de los dientes lo detectan los paleontólogos en el análisis de las microestrías dentales, marcas o ralladuras ausentes en el esmalte de los dientes de la población actual. El profesor de Antropología Física de la Universidad de Barcelona, Alejandro Pérez-Pérez, explica en una entrevista para EROSKI CONSUMER que las microestrías se forman cuando los dientes están expuestos a alimentos o productos abrasivos.

En el caso de los antepasados, se deben a las partículas de sílice que excretan los vegetales para tener consistencia en tallos, hojas o raíces, así como en las partes externas más duras de frutos y semillas, pero no en la pulpa de la fruta, aunque sí algo en la piel. También “influye el nivel de procesamiento del alimento”, de forma que las semillas integrales y los alimentos elaborados con ellos fortalecen más los dientes. Pero todos estos alimentos están ausentes o casi en la dieta infantil, en la mayoría de los casos sin justificación, tan sólo con la excusa de que “el niño es pequeño como para masticar esto”.

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