La dieta mediterránea, en peligro

Los niños del norte de Europa comen más frutas y verduras que los de países del sur, como España, donde tan solo el 10 % de los menores consume vegetales a diario
Por Carlos Casabona Monterde 6 de junio de 2018

Los niños y las niñas de los países mediterráneos presentan más obesidad que los pequeños del norte de Europa, con la única excepción de Reino Unido. El dato fue expuesto en fechas recientes por Joao Breda, el director de la Oficina Europea de Prevención y Control de las Enfermedades No Transmisibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Según Breda, “se trata de datos de muy alta calidad”, muy fiables, ya que proceden de la Iniciativa de Vigilancia de la Obesidad Infantil de la región europea de la OMS (Iniciativa COSI). Más de 40 países recogen, cada tres años, datos de peso y talla de 300.000 escolares entre 6 y 9 años de edad. Las últimas cifras provienen de los registrados entre 2015 y 2017, y no son nada halagüeñas. En este artículo se explican los porqués de esta situación.

Img dieta mediterranea peligro

Se veía venir. Los niños de países que tienen al mar Mediterráneo como elemento de unión cultural y nutricional (como Malta, Grecia, España o Italia) son los que presentan más problemas de peso de toda Europa. Hace tan solo unas décadas, los menores de estos países se alimentaban igual que sus padres, es decir, seguían una dieta basada en la ingesta habitual de frutas, verduras, legumbres, pan y pasta integrales, aceite de oliva y pescado. Ni en los mercados tradicionales, ni en las despensas, neveras, ni tiendas de alimentación del barrio había otra cosa. Y si la había, se compraba de manera muy ocasional.

Hoy el panorama es bien distinto. Los niños españoles son los últimos de Europa en ingesta de verduras: tan solo un 10 % las comen una vez al día. Y con las frutas, el panorama tampoco es muy halagüeño.

¿Qué es lo que ha cambiado de manera tan brusca? No es una pregunta sencilla de responder. De hecho, pueden llegar a contarse 108 factores distintos, según este trabajo del Gobierno de Reino Unido. El simplista razonamiento de que se come más de lo que se quema no es suficiente para poder explicar la aparición relativamente súbita, a comienzos de los 80, de la pandemia mundial de sobrepeso y obesidad (tanto infantil como en adultos) que asola el planeta. Además, hay un problema añadido con el concepto de Dieta Mediterránea, ya que muchos incluyen en ella al vino, cuando se sabe en la actualidad que el alcohol es tóxico a cualquier dosis y que, según recomienda la OMS, cuanto menos, mejor.

Obesidad infantil: posibles causas la situación actual

Nuestros pequeños, pese a que viven en un país que cultiva y distribuye toneladas de frutas y hortalizas a toda Europa, están peor alimentados que los de países como Dinamarca, Suecia, Francia, Letonia o Noruega, cuya infancia presenta menores tasas de sobrepeso y obesidad.

Uno de los factores que se menciona tiene que ver con la cultura y el entorno: debido al buen tiempo que reina en la región, se pasa más tiempo fuera de casa, lo que induce a comer muchas veces en restaurantes y en bares. Con frecuencia, los eventos lúdicos y las fiestas van ligados a la ingestión de comida en mayor cantidad y de carácter más palatable. Es decir, cuando salimos de casa y comemos con nuestros hijos en un restaurante, no elegimos judías verdes con patatas hervidas y una pera de postre.

Es ya un tópico que en los países de la cuenca mediterránea, se usen expresiones como «la alegría de vivir», «carpe diem» o «dolce vita» para describir una filosofía y un sistema despreocupado de vivir para dedicarlo a disfrutar de placeres mundanos. Es verdad que cuesta más elegir comida saludable fuera de casa, pero no es imposible. Además, el buen clima y la costumbre de salir no son nuevos. Siempre han estado allí, de modo que no pueden explicar por sí solos el aumento de las tasas de obesidad de los últimos años.

¿Entonces? Un factor importante es la mala elección que realizan muchas familias al escoger productos con la apariencia de sanos, cuando no lo son: cierto tipo de cereales, lácteos y batidos azucarados, zumos y otros productos hiperprocesados que se anuncian (y compran) como saludables y que se consumen a diario. Y aunque se sepa que la bollería no es saludable, los estudios siguen poniendo en evidencia la ingesta abusiva que se hace de ella en nuestro país, de manera que se ingiere con una frecuencia muy superior a la deseable.

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Por último, siempre que se aborda el tema del exceso de peso en la infancia, hay un factor que no es posible obviar: el sedentarismo, es decir, la falta de la suficiente actividad física, sea en forma de juegos con movimiento y al aire libre o de deporte. La OMS recomienda un mínimo de una hora diaria de actividad física. España está entre los últimos países de Europa en actividad vigorosa los fines de semana, justo cuando más tiempo libre hay para poder correr, saltar y jugar.

No obstante, hay que señalar que la idea asentada de que los niños «pueden comer lo que quieran, de manera moderada, mientras se muevan y lo gasten» es falaz. Ni con un estilo de vida bastante activo es posible compensar el tremendo poder calórico de alimentos hiperprocesados muy sabrosos y repletos de elevadas dosis de azúcar, grasas o sal.

Por lo tanto, hay tres problemas unidos: la frecuencia de la ingesta de productos de baja calidad nutricional, su enorme poder calórico y lo poco que sacian, lo que lleva a consumir dosis elevadas. Está, además, el problema de las atractivas y ubicuas presentaciones de dichos productos, que son cada día más abundantes con envases gigantes y de precio reducido que facilitan caer en la tentación. Desde las líneas más actuales de investigación para aliviar el problema, se exigen políticas no solo de tasas fiscales a bebidas azucaradas, sino también a muchos otros productos hiperprocesados insanos, así como subvencionar las frutas y verduras para abaratarlas y estimular su consumo.

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