Duérmete, niño… ¡pero en tu cama!

Seis consejos prácticos para lograr que los niños duerman solos y en su habitación
Por Marta Vázquez-Reina 2 de marzo de 2012
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Imagen: Ed Wolstenholme

Las visitas nocturnas de los niños a la cama de sus padres plantean una situación habitual para muchas familias. En algunos casos, compartir el lecho se disfruta y se practica por una decisión propia de los padres. En otros, es una situación incómoda que provoca importantes alteraciones en el descanso y el sueño de los adultos. Si se quiere evitar, es preciso tomar una decisión consensuada y firme y empezar por reeducar los hábitos del sueño de los hijos.

Dormir con los padres: confort y seguridad para el sueño de los niños

Dormir en la cama de sus padres proporciona a los pequeños confort y seguridad. Pero no deja de ser una práctica con la que también disfrutan muchos adultos por la sensación de cercanía y protección de sus hijos que les aporta. Para muchas familias, dormir con sus hijos no es una práctica esporádica, sino una situación impulsada por los propios padres desde el nacimiento del niño y que forma parte de un proceso de crianza natural.

Sin embargo, cuando esta situación no se busca y se convierte en un hábito regular, a muchos padres les supone un trastorno importante del sueño, una alteración que afecta a su descanso y, por tanto, a su estado físico y mental durante la siguiente jornada. En estos casos, es conveniente actuar con determinación para erradicar este hábito y conseguir que el niño permanezca en su cama durante toda la noche.

1. Los padres deben estar seguros y llegar a un acuerdo

En el momento de decidir acabar con las «visitas nocturnas», es preciso que ambos padres estén de acuerdo: esto evitará que la nueva rutina fracase en caso de que uno de ellos no esté preparado para asumirla. También es necesario valorar con detenimiento todos los ángulos de la decisión. Poner fin a esta situación implica aceptar que, con toda probabilidad y hasta que el niño se adapte a la nueva situación, se registrarán interrupciones más prolongadas del sueño. Hay que considerar que la situación, al principio, puede llegar a ser incluso más incómoda que tener al niño en la cama.

2. Averiguar por qué los niños duermen con sus padres

Para elaborar un plan de acción, se debe investigar antes las causas que provocan que el niño se traslade por la noche al dormitorio de sus padres. En algunos casos, puede ser tan solo una rutina a la que se ha habituado por la permisividad de la pareja, pero en otros puede responder a episodios frecuentes de pesadillas o terrores nocturnos, miedo a estar solos o exceso de apego a la figura materna o paterna.

3. Reeducar el hábito del sueño en los niños

El doctor Eduard Estivill, responsable de la Unidad de Alteraciones del Sueño del Instituto Dexeus de Barcelona y Sylvia de Béjar, autores de ‘Duérmete niño’, afirman en este manual que a partir de los 6 o 7 meses todos los niños deberían ser capaces «de dormir entre 11 y 12 horas de un tirón» y señalan que cuando esto no es así, en el 98% de los casos, se debe a una deficiente adquisición del hábito del sueño.

Para evitar los hábitos erróneos, estos especialistas proponen reeducar al niño en una rutina del sueño adecuada que incluye:

  • Mantener un mismo horario para ir a dormir cada día.
  • Tener un momento relajante (como leer un libro o cantar una canción) antes de acostarse.
  • Proporcionarle un elemento externo que le acompañe durante la noche (un peluche, una gasa o un muñeco).
  • Despedirse y salir siempre de la habitación mientras el niño esté aún despierto, para dejar que por sí mismo concilie el sueño.

4. Los padres deben actuar con firmeza

Los nuevos hábitos de sueño pueden dar respuesta a algunas de las causas que provocan que el niño acuda por las noches a la cama de sus padres. No obstante, si la rutina está muy arraigada, es probable que se repita de nuevo de forma generalizada o esporádica. Cuando esto ocurra, es preciso que los padres se muestren firmes en su decisión y, siempre de una forma tranquila y sosegada, acompañen de nuevo al niño a su cuarto y con palabras tranquilizadoras le ayuden a conciliar el sueño otra vez.

Para que sea efectivo, es importante evitar dormirse con el niño en su cama o esperar a que se duerma con el progenitor al lado, ya que si se despierta de nuevo, lo primero que notará es que le falta la figura materna o paterna. Entonces regresará a la habitación en su busca.

5. Establecer un sistema de premios y recompensas a los niños

Premiar las actitudes que deseamos que se repitan es, en general, una táctica que funciona de forma efectiva con muchos niños a partir de los dos o tres años. Para conseguir que se olviden de las «visitas nocturnas», además de elogiar al pequeño cada vez que no se desplace por las noches, se puede idear un sistema de recompensas en el que se tenga en cuenta el número de días que el niño consigue mantenerse en su cama durante toda la noche. Este sistema se puede mantener hasta que el niño adquiera el hábito de forma continua.

6. Las excepciones pueden confundir a los niños

En ocasiones, aunque se haya tomado la decisión de no permitir que el niño duerma en la cama de sus padres, por diversos motivos, se vuelve de forma esporádica a esta práctica. Unas veces, porque el pequeño está enfermo y resulta más cómodo dormir a su lado por si se despierta. Otras, porque uno de los progenitores está de viaje y el otro no quiere dormir solo. O quizá porque es fin de semana…

Aunque estas excepciones pueden hacerse, han de evitarse durante el periodo de reeducación del hábito del sueño, ya que solo crearán confusión en el pequeño, que no entenderá por qué a veces sí puede dormir con sus padres y otras, no.

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