Diez millones de europeos viven en las inmediaciones de volcanes

Las erupciones del Etna y el Reventador recuerdan que hay más de 500 volcanes activos en el mundo
Por EROSKI Consumer 7 de noviembre de 2002

El 24 de agosto del año 79, el Vesubio entró en erupción y sepultó las antiguas ciudades italianas de Pompeya, Herculano, Stabia, Oplontis y Taurania. En cuestión de horas, unas 2.000 personas murieron sepultadas bajo toneladas de materia volcánica o asfixiadas por el humo que emanaba del volcán.

Hoy en día, el Vesubio es una pacífica montaña en cuyos alrededores viven algo más de tres millones de personas, la mayoría en la ciudad de Nápoles. Pero esta calma es aparente: los vulcanólogos consideran que el Vesubio volverá a la actividad tarde o temprano.

Las recientes erupciones del Etna, en Sicilia, y del Reventador, en Ecuador, son un buen recordatorio de que hay más de 500 volcanes activos en todo el mundo, aunque Europa no es una zona especialmente densa en este sentido. Si se deja a un lado el caso de Italia y sus islas, con el Etna y el Stromboli en actividad permanente, solamente hay volcanes en Noruega y en Grecia.

Fuera del continente propiamente dicho, el vulcanismo tiene ejemplos destacados en las Canarias, con el Teide a la cabeza, las Azores e Islandia; tres archipiélagos cuya formación se debe precisamente a este fenómeno. En conjunto, cerca de 10 millones de europeos viven en las cercanías de volcanes.

«Hay tres tipos de volcanes: activos, inactivos y dormidos», explica el geólogo Chema Hernández, del Museo Miramón Espacio de la Ciencia en San Sebastián. Los activos son aquéllos que expulsan materia volcánica constantemente, mientras que los inactivos «son volcanes muertos en los que no existe peligro alguno de erupción». Los dormidos alternan periodos de calma con los de actividad. Es el caso del Vesubio y del Teide, montañas que tarde o temprano volverán a arrojar lava.

Los volcanes son aberturas naturales de la corteza terrestre que permiten la salida del magma, compuesto de materiales rocosos fundidos a grandes temperaturas. El magma asciende por conductos llamados «chimeneas» impulsado por masas gaseosas y sale a la superficie en forma de lava, bloques sólidos, ceniza y gases. Al acumularse y enfriarse, todos estos materiales forman el característico cono volcánico, la montaña, en cuya cima se encuentra el cráter, la boca de la chimenea.

Volcanes generosos

La ventaja de los volcanes sobre otros fenómenos naturales es que es posible pronosticar la erupción con un grado de precisión razonable. «Se trata de fenómenos generosos», opina el vulcanólogo Jesús Ibáñez, del Instituto Andaluz de Geofísica en la Universidad de Granada. «Un terremoto no se puede predecir, sabemos lo que ocurre cuando ya ha empezado. Sin embargo, una erupción viene anunciada por indicadores que conocemos bien». Estos síntomas son, entre otros, un incremento de la actividad sísmica, que anuncia la llegada del magma a la superficie, y un aumento de la emisión de gases como el radón.

«Sabemos cuándo va a ocurrir, pero no el momento exacto ni la magnitud», explica Ibáñez, quien subraya la importancia de la prevención sobre la predicción. «Si se toman las medidas necesarias, se pueden evitar tragedias como la del Nevado del Ruiz, en Colombia en 1985». La erupción mató a 20.000 personas porque las autoridades no evacuaron a la población pese a los avisos de los vulcanólogos.

Vulcanismo en España

En España, la comunidad volcánica por excelencia son las Islas Canarias. Lanzarote, Tenerife, La Palma y El Hierro tienen registradas 17 erupciones volcánicas. Casi siempre han sido poco explosivas y de escasa duración. La más importante fue la de Timanfaya, en Lanzarote, en 1730, que duró nada menos que seis años y obligó a evacuar a la población. La historia de los volcanes y las islas es tan antigua que hay registradas erupciones volcánicas desde hace 30 millones de años. La última tuvo lugar en 1971, en el volcán Teneguía, de La Palma.

Almería, Murcia, Ciudad Real y Gerona son otras ciudades españolas que también cuentan con algún tipo de registro volcánico. Concretamente en Olot, provincia de Gerona, se registró una erupción hace unos cien mil años.

El Norte peninsular, por su parte, está muy alejado de cualquier fenómeno de este tipo, aunque no siempre ha sido así. Hace 85 millones de años, durante el Cretácico, lo que ahora es la costa cantábrica estaba unida al actual litoral francés y los territorios actuales de Guipúzcoa y Vizcaya eran un fondo marino. En ese momento se creó una gran fisura que comenzó a arrojar lava y a separar lo que, con el tiempo, llegarían a ser las dos costas. Como explica Chema Hernández, este fenómeno «causó la apertura del Mar Cantábrico y, al rotar la Península Ibérica en sentido inverso a las agujas del reloj, se produjo el plegamiento que dio origen a los Pirineos». Durante el comienzo del periodo pérmico (hace 280 millones de años), en Asturias se produjeron algunas erupciones de un vulcanismo ácido y explosivo.

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