Un nuevo fármaco para tratar la leucemia mieloide crónica demuestra una mayor eficacia y menos efectos secundarios

El medicamento mejora los resultados de la terapia estándar con imatinib
Por EROSKI Consumer 10 de diciembre de 2009

Ha transcurrido ya una década desde que el fármaco imatinib revolucionara el tratamiento de la leucemia mieloide crónica (LMC) y cronificara una enfermedad hasta entonces letal. Ahora, otro medicamento oral selectivo, nilotinib, ha demostrado una mayor eficacia que aquella terapia ya convertida en estándar y con menos efectos secundarios. El escenario de su presentación ha sido el 51 Encuentro Anual de la Sociedad Estadounidense de Hematología (ASH) en Nueva Orleans.

Los resultados, que han merecido el calificativo de «históricos» entre algunos profesionales españoles que acudieron al ASH 2009, proceden de un estudio con 846 pacientes en 217 centros de 35 países, incluidos 42 de 17 hospitales de nuestro país. La investigación compara por primera vez ambos fármacos para su uso como terapia inicial en adultos recién diagnosticados de LMC con cromosoma Filadelfia positivo (Ph+), un cromosoma anómalo detectable en el 95% de casos y que produce una enzima también anómala (Bcr-Abl) responsable de la creación descontrolada de leucocitos o glóbulos blancos. La tasa de incidencia de la enfermedad se mide, además, en el nivel más fino de detección, la denominada respuesta molecular completa (RMC), cuando la Bcr-Adl es indetectable por técnicas de biología molecular.

Los primeros 12 meses de comparación dejan al actual tratamiento estándar imatinib por detrás de nilotinib, que es un inhibidor «más selectivo» de Bcr-Adl, destacó el investigador italiano Giuseppe Saglio. Las tasas de RMC no dejan lugar a dudas de que la respuesta de nilotinib (44% y 43% en las dos dosis estudiadas de 400 y 300 miligramos dos veces al día) duplicó la de imatinib (22% en dosis única diaria de 400 miligramos). También hay diferencias importantes a favor del nuevo fármaco (0,4% y 0,7% en ambas dosis, frente a 3,9%) respecto a la progresión de la enfermedad desde su fase inicial o crónica, que no es letal, a la blástica o aguda, que es mortal salvo que sea posible un trasplante de médula ósea.

El profesor de la Universidad de Turín coincidió con otros dos investigadores del estudio, Hagop Kantarjian (Centro de Cáncer Anderson de Houston) y Timothy Hughes (Hospital Real de Adelaida) en que esos datos sugieren que nilotinib podría convertirse en el nuevo estándar de tratamiento. Sobre todo cuando también se ha demostrado «bien tolerado y más seguro» que imatinib. El primer paso será presentar la correspondiente solicitud a las autoridades sanitarias para su aprobación como terapia inicial para nuevos diagnósticos -ya está aprobado en más de 80 países para el rescate de pacientes que han fallado con otros tratamientos-, petición que ya tiene a punto el laboratorio que ha desarrollado ambos fármacos.

Como subrayaron en Nueva Orleans los hematólogos españoles Juan Luis Steegmann y Francisco Cervantes, el tratamiento exige «dar fuerte desde el primer momento» para conseguir una «respuesta profunda al principio» y cortar ese avance. De ahí la importancia de la «eficacia mayor, con más rapidez y seguridad» de la nueva terapia. Su colega navarro Eduardo Olavarría está convencido de que la nueva indicación se va a aprobar y ayudará a llenar los huecos terapéuticos de imatinib junto a otros fármacos de segunda generación ya en investigación. A su juicio, incluso la curación puede vislumbrarse como objetivo.

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