Descansar bien para cuidar el corazón

El tratamiento de la apnea del sueño es también beneficioso para prevenir enfermedades cardiovasculares, según un estudio reciente
Por Teresa Romanillos 16 de junio de 2013
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Numerosos estudios relacionan la apnea del sueño, el trastorno respiratorio del sueño más común, con mayores posibilidades de desarrollar enfermedades como hipertensión, insuficiencia cardiaca, ictus y cardiopatía isquémica en personas de mediana edad. Por este motivo, aprender a diagnosticar y tratarla es clave para dormir bien y proteger el corazón. En este artículo se explica la importancia de descansar bien para cuidar el corazón y se apuntan qué síntomas ponen en alerta de que se sufre apnea del sueño.

Los trastornos del sueño y la salud del corazón

La relación entre la apnea del sueño y la salud del corazón es cada vez más evidente. En fechas recientes, un grupo de científicos del Hospital del Mar, de Barcelona, ha llegado a la conclusión de que el tratamiento de la apnea del sueño es beneficioso para prevenir enfermedades cardiovasculares. El trabajo, publicado en la revista ‘Chest Journal’, también demuestra que una alta proporción de los pacientes que sufren un tipo de taquicardia (flutter auricular) padece, además, trastornos del sueño.

Los investigadores observaron que, en personas sometidas a un tipo de tratamiento (ablación) para tratar esta arritmia, la terapia contra la apnea del sueño reducía las recaídas que, a menudo, sufren estos enfermos después de la intervención. Por este motivo, los autores del trabajo recomiendan que todos los pacientes con flutter auricular a los que se les haya detectado apneas sean tratados con las máscaras respiratorias utilizadas para este trastorno del sueño. El uso de esta terapia, conocida como CPAP (presión positiva continua en la vía aérea), mejoraría su calidad de vida y prevendría posibles complicaciones.

Las hombres con síndrome de apnea-hipopnea del sueño tienen un riesgo más elevado de sufrir una enfermedad del corazón

Los cardiólogos hace tiempo que alertan sobre la importancia del sueño en la prevención de las enfermedades del corazón. Diversos estudios relacionan las apneas con un mayor riesgo de desarrollar problemas cardiovasculares como hipertensión, insuficiencia cardiaca, enfermedad coronaria y accidentes vasculares cerebrales. La Fundación Española del Corazón alerta sobre el problema y destaca que las investigaciones demuestran que las mujeres que padecen este síndrome de apnea-hipopnea del sueño tienen un riesgo 3,5 veces más elevado de sufrir una enfermedad del corazón, mientras que el riesgo entre los hombres es entre cuatro y cinco veces superior.

Los problemas cardiacos que provoca son a consecuencia de la situación de estrés que se produce al disminuir de forma temporal el nivel de oxígeno en la sangre. En la mayoría de los pacientes, bajan las pulsaciones cardiacas durante la detención de la respiración, seguido de un aumento del ritmo cardiaco al reanudarse. Esta situación, cuando se da repetidas veces durante un periodo largo de tiempo, puede ocasionar secuelas graves, como arritmias y mayor riesgo de infarto. Por otro lado, durante la apnea también se eleva la presión sanguínea, con el agravante de que la mayoría de los afectados también sufre hipertensión arterial, lo que aumenta todavía más el riesgo de problemas cardiovasculares.

¿Qué es la apnea del sueño?

El síndrome de apnea-hipopnea del sueño (SAHS) es una interrupción del flujo de aire hacia los pulmones durante al menos 10 segundos mientras se duerme, lo que impide la correcta oxigenación de la sangre. Además, las personas que lo padecen tienen un sueño fragmentado, interrumpido e intranquilo, por lo que durante el día se sienten cansadas, con dolor de cabeza, irritables y con somnolencia. También pueden sufrir pérdidas de memoria y deterioro intelectual.

Es el trastorno respiratorio del sueño más común en los países desarrollados. Se estima que afecta a entre un 2% y un 4% de la población, sobre todo hombres mayores de 40 años con sobrepeso y mujeres después de la menopausia. Sin embargo, este porcentaje podría ser mayor, ya que se calcula que 8 de cada 10 afectados no están diagnosticados. Esto se debe a que en muchos casos la persona con apnea del sueño no es consciente de su enfermedad. Siente que no descansa bien y nota que durante el día se queda dormido pero, en muchos casos, es la familia quien primero lo sospecha por los fuertes ronquidos.

Aunque no todas las personas que roncan padecen apnea del sueño, casi todas las que sufren apnea roncan

Si bien hay distintos tipos de apneas, la más común es la obstructiva, en la cual, las partes blandas de la garganta se desplazan hacia atrás durante el sueño y ocluyen la vía respiratoria. Esto interrumpe de manera temporal la respiración y el sueño del afectado, sin que este se dé cuenta. Después de este pequeño espacio de tiempo, los músculos recuperan su tensión normal y se restaura la respiración, por norma general, con un fuerte ronquido característico. Puede ocurrir numerosas veces durante toda la noche, e impide que el descanso nocturno ejerza su beneficiosa acción reparadora. Aunque no todas las personas que roncan padecen apnea del sueño, casi todas las que sufren apnea roncan.

Otro tipo de apnea es la central, en la cual no hay una obstrucción física de la vía respiratoria, sino que el responsable es el cerebro, que deja de mandar las señales necesarias para la activación de los músculos encargados de la respiración, hasta que el afectado se despierta con sensación de ahogo. En este caso, es más frecuente que la persona recuerde el episodio a la mañana.

Hay distintos niveles de gravedad establecidos mediante el recuento del número de episodios de apnea (bloqueo completo del flujo respiratorio) o hipopnea (bloqueo parcial) por hora. Si este número es inferior a cinco, se considera una afección leve, mientras que si supera los 30 episodios por hora, es un caso grave.

Factores de riesgo de la apnea del sueño

Hay una serie de factores de riesgo de padecer el síndrome de apnea-hipopnea del sueño (SAHS). Uno de los más importantes es la obesidad, sobre todo si hay acumulación de grasa en la zona del cuello. Otros son el género (predomina en los hombres), la edad (conforme se envejece, la probabilidad de sufrirla se incrementa), tener las amígdalas aumentadas de tamaño y, por último, consumir alcohol y somníferos.

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