El duelo por fallecimiento afecta al corazón

La muerte de un ser querido aumenta el riesgo de sufrir un infarto de miocardio
Por Núria Llavina Rubio 4 de marzo de 2012
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Se puede “morir de pena”. Aunque suene exagerado, lo cierto es que durante el proceso de duelo por la muerte de un allegado, el organismo se debilita en gran medida por la situación de estrés a la que se ve sometido. El aumento del ritmo cardíaco, la presión arterial y la coagulación sanguínea que provoca el estrés podrían ser la causa del aumento de las probabilidades de sufrir un ataque al corazón justo después del fallecimiento de un ser querido. El apoyo familiar y de los amigos, así como la asistencia médica, son fundamentales para sobrellevar la situación y minimizar los riesgos.

Después de la muerte de un ser querido, la probabilidad de sufrir un infarto es un 20% superior a la normal. Aunque con el paso de los días el riesgo se reduce, permanece elevado durante una semana. Las causas se achacan al estrés psicológico causado por el sufrimiento intenso, la angustia y la desazón que provoca la pena. Estas son las conclusiones de un reciente trabajo publicado en la revista «Circulation», de la American Heart Association, llevado a cabo en casi 2.000 pacientes que habían superado un ataque al corazón entre 1989 y 1994. Un total de 270 individuos señalaron haber perdido al menos un ser querido en ese período y 19 de los ataques se registraron apenas 24 horas después del fallecimiento.

Duelo por el cónyuge

Este trabajo muestra también que, a largo plazo, los afectados por la pérdida de su pareja tienen más riesgo de morir de enfermedades cardíacas o accidentes cerebrovasculares en el futuro. Si bien los científicos, de la Universidad de Harvard en EE.UU., constatan que el riesgo de por vida de sufrir un infarto de miocardio por este motivo es muy bajo, aconsejan cuidarse en los momentos de pérdida y buscar atención médica para vigilar los síntomas asociados, como dolor en el pecho y dificultad para respirar. También los familiares de los afectados deben proporcionar apoyo inmediato para ayudar a prevenir este tipo de incidentes, sobre todo, al inicio del proceso del duelo.

Por norma general, los infartos provocados por estrés solo ocurren en personas con enfermedad subyacente del corazón, por lo que se debe hacer hincapié sobre todo en estas cuando se enfrentan al fallecimiento de un ser querido.

Duelo: dolor, angustia y falta de sueño

Hay que vigilar a las personas con enfermedad cardiovascular cuando se enfrentan al fallecimiento de un ser querido

El proceso fisiológico que ocurre durante el proceso de duelo explica, en parte, las conclusiones del estudio. Durante este tiempo, las personas duermen poco, pierden el apetito y aumentan los niveles de cortisol, una hormona que se libera cuando se sufre estrés. Como consecuencia, aumenta el ritmo cardiaco, la presión arterial y la coagulación de la sangre.

Además, los problemas para dormir y la pérdida del apetito alteran el medio interno del organismo y contribuyen a dañar el corazón. Por último, los científicos señalan que el duelo también puede hacer que muchas personas abandonen o descuiden su medicación, fundamental si son fármacos para el control de enfermedades cardiovasculares.

Duelo y corazón

El duelo es una respuesta normal y, sobre todo, saludable ante la muerte de un ser querido; es más, es necesario pasar por él para no caer en futuros problemas psicológicos. El sentido es recuperarse de la pérdida con la aceptación de la misma y puede durar entre seis y doce meses. Sumados a los anteriores, los ataques de llanto, mareo, nudo en la garganta, sensación de que lo que ocurre no es real, dolores de cabeza, hiperventilación, náuseas, agitación e irritabilidad, tristeza, depresión, cansancio, dificultad para concentrarse y problemas para dormir, son síntomas frecuentes también.

Aunque el dolor inicial es fuerte, disminuye con el paso del tiempo. No obstante, el duelo puede que no desaparezca por completo. Las primeras sensaciones son de negación y no aceptación de lo que ocurre. También puede producirse un shock emocional que haga que la persona se olvide de lo vivido en momentos concretos. El camino habitual es aceptar poco a poco la pérdida. Aunque el proceso puede alargarse, son las cosas del día a día las que hacen que el afectado se sienta cada vez mejor y lo que le permitirá organizar de nuevo su vida.

La etapa final llega cuando se vuelve a invertir el tiempo en actividades que quizá se habían abandonado y se emprenden nuevas relaciones personales, a pesar de que el sentimiento de culpabilidad a menudo aflora en este momento. Hablar del tema con otras personas, dormir y comer bien, y hacer ejercicio con regularidad, mejora la sensación de bienestar global del organismo, también en el aspecto psicológico. Conviene evitar el alcohol, ya que puede aumentar la sensación de estar deprimido. También es importante prorrogar decisiones importantes hasta que uno se sienta mejor, así como reservar un tiempo personal para llorar, sentir rabia o, simplemente, no sentir nada.

EL SUFRIMIENTO HACE ENFERMAR

¿El estrés quita años de vida? ¿El sufrimiento hace enfermar? Son preguntas planteadas en el nuevo estudio que acaba de poner en marcha la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (CAMFiC), con el objetivo de comprobar si situaciones de estrés y depresión predisponen a sufrir síndrome metabólico, que en la actualidad sufre un 15% de la población española. Anteriores estudios ya han afirmado que el estrés altera el sistema inmunológico y provoca el desarrollo de infecciones o enfermedades.

Si una persona sin factores de riesgo de síndrome metabólico, ante una situación de estrés, por ansiedad, depresión, acontecimientos vitales estresantes (como la pérdida de un ser querido) o por una pobre calidad de vida ve aumentadas sus probabilidades de enfermar, habría que considerar el aspecto psicológico en su desarrollo.

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