¿Qué pasa en el cuerpo cuando nos estresamos?

El organismo responde al estrés en el ámbito cognitivo, fisiológico y motor para ayudarlo a reaccionar de manera eficaz
Por Montse Arboix 9 de octubre de 2017
ataque de ansiedad estrés
Imagen: kmiragaya

El estrés es una emoción natural como puede ser la alegría, la tristeza o el miedo; la respuesta que emite el organismo ante estímulos que percibe como amenazantes. Cuando esto sucede, el individuo debe ponerse en alerta para poder afrontar la situación y reducir las consecuencias negativas. La reacción emocional se observa, según los especialistas, en el plano cognitivo-subjetivo (experiencia), fisiológico (cambios corporales) y motor (conductual-observable). El artículo explica qué es el estrés, qué efectos tiene sobre el organismo, cómo aprovecharlo en beneficio propio y de qué modo gestionarlo.

Qué es el estrés y qué efectos tiene sobre el organismo

El estrés podría definirse como una manera de adaptarse a cualquier cambio en el entorno próximo. Es una forma de reaccionar ante problemas, demandas y peligros. Según la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), puede ser positivo o negativo. Si el individuo considera que las consecuencias serán favorables, es positivo; si, por el contrario, lo percibe como desagradable o perjudicial, es negativo.

En cualquiera de los dos casos, produce cansancio, activación fisiológica, aceleración del pulso cardíaca o dificultad para conciliar el sueño. Y los motivos por los que surge son variados: divorcio, pérdida de un ser querido, catástrofes naturales, nacimiento de un hijo, problemas laborales…

Según la SEAS, entre sus efectos cognitivo-subjetivos están malestar, preocupación, tensión, inseguridad, sensación de pérdida de control y fuertes cambios fisiológicos como cardiacos o respiratorios. En el plano fisiológico, se activa el sistema nervioso autónomo y el motor, el sistema nervioso central, endocrino e inmune y se producen cambios en la frecuencia cardiaca, respiratoria, tensión muscular, sensaciones gástricas, dolores de cabeza, insomnio, disfunción estéril o contracturas musculares. A nivel motor aparecen hiperactividad, tartamudez, movimientos repetitivos… Debe tenerse en cuenta que no todas las personas reaccionan igual a las mismas situaciones de estrés.

Cómo aprovechar el estrés en beneficio propio

Afrontar el estrés en positivo ayuda a analizar las causas y a responder con mayor rapidez
Para el cuerpo, el estrés puede ser sinónimo de cambio. Cualquier situación que produce una variación en la vida o en la salud del individuo está causando estrés. Pero este no es perjudicial por sí mismo: en pequeñas cantidades y bien gestionado puede considerarse saludable porque motiva y ayuda a gestionar mejor las emociones. Controlado y mantenido durante periodos de tiempo cortos, el estrés es positivo. Para Rocío Lapuente, doctora en Ciencias Químicas, «el estrés, bien enfocado, impulsa la evolución y el desarrollo». Para conseguirlo, la experta, tal y como explica en su blog, afirma que el primer paso es «identificar qué es lo que nos causa estrés y por qué provoca esa sensación«.

En muchos casos, sostiene Lapuente, el origen está en experiencias no resueltas que reaparecen cada vez que uno se enfrenta a situaciones similares. Analizar los motivos contribuye a resolver asuntos pendientes y avanzar hacia una mejor situación. Afrontarlo en positivo posibilitará, según esta especialista, que se ponga en funcionamiento el neocórtex, nuestro cerebro más avanzado y que produce sustancias químicas que ayudan a crecer y a mejorar. Permitirá responder con mayor rapidez y, lo más importante, servirá para analizar las causas.

Cómo gestionar el estrés

Cuando el estrés es negativo, es decir, cuando es demasiado intenso y se alarga en el tiempo, puede convertirse en patológico. Las técnicas de tratamiento más habituales son:

  • Realizar ejercicio físico. Numerosos estudios demuestran que las personas que practican ejercicio de manera regular tienen menos riesgo de sufrir algún síntoma de ansiedad. Andar rápido, sobre todo al aire libre, permite relajar la mente y activar el cuerpo.

  • Practicar técnicas de relajación. Meditación o mindfulness son dos técnicas que han probado tener efectos beneficiosos tanto en el ámbito físico como en el psicológico. La técnica mindfulness se considera muy útil para la gestión del estrés y reducir las emociones negativas. También ayudan los ejercicios de respiración. Respirar de manera controlada puede bajar la presión arterial, la frecuencia cardiaca y el ritmo respiratorio y genera calma. La respiración abdominal, una de las más utilizadas, consiste en adoptar una postura relajada, con una mano en el abdomen y otra en el pecho, e inspirar aire por la nariz y expulsarlo por la boca consiguiendo que se levante la mano del abdomen.

  • Tratamiento farmacológico. Los ansiolíticos disminuyen los síntomas de ansiedad de manera rápida, de ahí que se usen en el tratamiento del ataque de pánico o las obsesiones. El problema está en que estos no ayudan a controlar la ansiedad y, por tanto, no curan el trastorno. Su administración en casos de reacciones intensas, no controlables, debe ir sustituyéndose poco a poco, siempre que sea posible. En algunos casos, este tratamiento es necesario, pero siempre que lo prescriba un especialista. Hay que evitar la automedicación o el abandono del tratamiento sin consultar al médico.

  • Técnicas cognitivas. Estas técnicas psicológicas entrenan al individuo para que pueda mejorar su capacidad de autobservación y autocorrección de su conducta, emociones y pensamientos. Algunas entrenan a la persona a desarrollar habilidades como la solución de problemas; otras, a saber identificar pensamientos negativos para poder cambiarlos.

  • Técnicas de la conducta. Acerca al individuo a los estímulos que provocan la ansiedad, en condiciones controladas, de forma lenta, para conseguir premiarse por los logros y corregirse ante los fracasos, sin llegar a castigarse.

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