El reto de aprender a comer

Un estudio británico revela que los hábitos alimenticios saludables se consolidan mucho más en la edad adulta que no durante la niñez
Por Jordi Montaner 2 de noviembre de 2004

Comer no es sólo un acto espontáneo, requiere inteligencia y aprendizaje. Alertadas por las tasas imparables de obesidad infantil, las autoridades europeas bucan un mayor calado de la educación alimentaria en las primeras etapas escolares. No obstante, es siendo adultos cuando aprendemos a comer mejor. Así lo señala la revista científica Appetite.

Un estudio llevado a cabo en el Reino Unido por la Universidad de Newcastle upon Tyne ha descubierto que los adultos consumen dos veces más fruta y vegetales que los niños, al mismo tiempo que rebajan el aporte de grasas y azúcares. «Contrariamente a la opinión general, aprendemos a comer mejor conforme pasan los años», explica Amelia Lake, coordinadora de este trabajo recién publicado en la revista Appetite (42, pp 255-263).

Añade la investigadora que en el proceso de aprendizaje aparecen numerosas barreras que dificultan la adquisición de hábitos sanos: la falta de tiempo, los patrones de organización de la rutina y el ejemplo familiar. Entre los adultos encuestados por el estudio, un 30% (casi todos de sexo masculino) asegura que la mejor influencia en la adquisisción de buenos hábitos proviene de su pareja. Un 10%, por contra (aquí predominan las mujeres), reconoce que su pareja es un mal ejemplo para aprender a comer bien.

Para una tercera parte de los encuestados, la falta de tiempo es la principal razón de no seguir una dieta saludable. Coincide con la proporción de encuestados que menos fruta come al día. Sin embargo, la mayoría reconoce que comer bien no es cuestión de tiempo sino de organización y conciencia.

El estudio británico revela que los adultos consumen dos veces más fruta y vegetales que los niños, al tiempo que rebajan el aporte de grasas y azúcares

El estudio de la Universidad de Newcastle entrevistó en realidad a 200 niños y niñas de edades comprendidas entre 11 y 12 años (1984), para revisar la evolución de sus hábitos hasta 20 años después. La doctora Lake opina que las campañas institucionales por una mejor educación alimentaria no han dado de sí todo lo esperado por falta de una mayor individualización de los mensajes. «La buena alimentación debe formar parte de un estilo de vida que el individuo pueda seguir sin problemas. Esquemas como el de la campaña gubernamental [del Reino Unido] de Cinco al día [cinco porciones de fruta o vegetales al día] debieran compaginarse con un consejo más individualizado a cargo de médicos o enfermeras».

Admite, asimismo, que la comida mala es demasiado fácil y barata como para no sucumbir a la tentación de encargar algo rápido y evitarse colas en los mercados, dinero y tiempo de preparación, lavado o cocción. «Se nos dice que debemos comer bien, pero al mismo tiempo las rutinas domésticas y dinámicas de trabajo actual se asientan en una comida rápida, fácil y barata».

La obesidad, una flaqueza de nuestro tiempo

En países como España, la obesidad infantil se ha duplicado en los últimos 15 años y no para de crecer. Xavier Viñallonga, pediatra del Institut Dexeus (Barcelona) pone el grito en el cielo y acusa a la pérdida de esquemas alimenticios tradicionales y al aumento de la vida sedentaria. En 1984, el mismo año en que la Universidad de Newcastle inició su estudio, la obesidad infantil afectaba sólo a un 5% de niños españoles, mientras que esta alteración la sufre ahora el 10% de la población pediátrica.

El nuestro es el cuarto país en el ránking europeo de obesidad infantil, por detrás de Italia, Malta y Grecia. Viñallonga reconoce que la obesidad infantil crecerá más aún en los próximos años y recuerda que la OMS ya ha bautizado esta situación como la «epidemia del siglo XXI».

Alimentar la mente para cuidar el cuerpo

La obesidad incrementa el riesgo de sufrir apneas del sueño durante la infancia y compromete el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes en la edad adulta. Viñallonga recomienda a los padres que promuevan buenos hábitos alimenticios y una dieta variada para sus hijos, y también incluye trucos como no comer nunca delante del televisor encendido, subir por las escaleras o bajar una parada de autobús antes para andar más, para pasear.

En la Conferencia Europea de Educación para la Salud (EPS), celebrada el febrero de 1990 en Dublín, especialistas de distintos ámbitos recomendaron la inclusión de contenidos específicos en las enseñanzas obligatorias para favorecer el «autocuidado» y adoptar estilos de vida más saludables. La idea era entonces implicarse individual y colectivamente en la transformación del entorno natural y social, con el fin de crear condiciones más higiénicas. Para ello se juzgó necesario facilitar a los niños y niñas un conocimiento básico e integral del ser humano, un conocimiento de las diversas medidas higiénicas y terapéuticas que se pueden adoptar tanto para favorecer los procesos vitales como para prevenir las enfermedades o defenderse de ellas una vez instauradas, junto con un conocimiento de los recursos destinados a facilitar el cuidado de la salud en cada medio concreto.

EDUCARSE PARA COMER BIEN

Img barometro3Desde hace años, la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud, el Consejo de Europa y la Unión Europea han elaborado recomendaciones, ratificadas por sus países miembros, para que la educación para la salud se integre plenamente en la vida y también en el currículum de los centros docentes.

El propósito no es otro que el de hacer entender nuestro propio cuerpo, nuestra manera de funcionar y también nuestro psiquismo; familiarizarse con los mecanismos fisiológicos, emocionales y psicológicos básicos que nos permiten cuidarnos, respirar, crecer, reproducirnos, movernos, sentir, gozar, pensar, soñar, expresarnos, envejecer y enriquecernos tanto en sensaciones como en sentimientos.

Al tiempo que las autoridades han designado un día al año (el tercer sábado de octubre) para el fomento de hábitos saludables, dietas equilibradas y prevención de problemas derivados de una mala alimentación (caries, obesidad, desnutrición, hipercolesterolemia, descalcificación, anemia, anorexia, bulimia), también desean subrayar que el 20% de la población de los países en desarrollo está subalimentada (840 millones de personas). No puede perderse de vista que, al lado de alertas como la obesidad infantil, más de 12 millones los niños y niñas mueren anualmente en todo el mundo por culpa de la desnutrición.

El Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Anan, pronunció un discurso el día de la alimentación de 2002, que tuvo lugar justo desués de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, en el que recalcó la necesidad de renovar el compromiso adquirido por la Asamblea de la ONU de reducir a la mitad la cantidad de personas que padecen hambre en el mundo para el año 2015. «No hay tiempo que perder si queremos alcanzar ese objetivo, que también es parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio acordados en septiembre del 2000 (…) El Día Mundial de la Alimentación es una ocasión idónea para refrendar la promesa hecha y comprometernos todos a utilizar los alimentos y el agua inteligentemente y con responsabilidad, por el bien de nuestros hijos y el de nuestros nietos».

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