¿El secreto de la longevidad? Está en la dieta

La alimentación basada en la dieta mediterránea, con aceite de oliva y frutos secos, protege el corazón y ayuda a aumentar la esperanza de vida
Por Kristin Suleng 2 de marzo de 2019
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Imagen: Hannamariah

Lo que comemos es clave para la salud. Y un factor determinante en nuestra esperanza de vida, insisten los expertos, es la dieta mediterránea. Una comida sana, con aceite de oliva y frutos secos, protege contra la enfermedad cardiovascular, la causa principal de mortalidad. De hecho, los estudios apuntan que escoger la dieta mediterránea puede ayudar a aumentar la longevidad, sobre todo, si somos consistentes. Pero hay más. Lo vemos a continuación.

Nuestro país ocupa el cuarto lugar entre los países del mundo con mayor esperanza de vida, con una media de 82,9 años, según cifras de 2016. Pero, en algo más de dos décadas, podría ser el primero, si continúa la tendencia actual de salud y potencial sanitario, como estima la proyección a cargo de un equipo de investigadores de la Universidad de Washington publicada en octubre en la revista médica The Lancet. Hacia 2040 se espera que nuestro país alcance una esperanza de vida promedio de 85,8 años, lo que implicará un incremento de 2,8 años.

Ese aumento, que supondría superar a Japón, el primero en la clasificación actual, dependerá de cómo los sistemas de salud aborden factores de riesgo como la presión arterial alta, el excesivo índice de masa corporal o el elevado nivel de azúcar en sangre, así como el consumo de alcohol y tabaco, apuntan los expertos. También de que sigamos apostando por un elemento determinante en nuestra esperanza de vida: la dieta mediterránea.

Una clave es su factor cardiosaludable. Según la última actualización del estudio Predimed del Ministerio de Sanidad, la dieta mediterránea con aceite de oliva o frutos secos protege contra la enfermedad cardiovascular, principal causa de la mortalidad mundial. En noviembre pasado, un metaanálisis de estudios publicado en el British Journal of Nutrition demostró que, además de que las personas mayores de 65 años que optan por una dieta mediterránea viven más, el aumento en la longevidad es proporcional a la fidelidad con la que se siga esta dieta.

Ojo con los ultraprocesados

Sin embargo, la globalización del consumo de alimentos no saludables está reduciendo el protagonismo de la dieta mediterránea y, por tanto, de su contribución a la esperanza de vida de nuestro país. Hablamos de la comida rápida o de los productos ultraprocesados, como los dulces, las bebidas y los postres azucarados, la bollería, los embutidos o los snacks salados; es decir, aquellos productos con una cantidad elevada de azúcares añadidos, grasas de mala calidad y sal.

Como advierten los expertos en nutrición, la alimentación de los más jóvenes difiere en calidad de la de sus padres y abuelos, por lo que la dieta española, decisiva en nuestra calidad de vida, podría dejar de desempeñar su papel clave en el aumento prolongado de la longevidad de la población. Así, la predicción de que la esperanza de vida en España esté a la cabeza mundial para 2040, basada en extrapolar las observaciones entre 1990 y 2016, resulta poco sólida, teniendo en cuenta la dificultad de seguir la tendencia entre esos años.

Con todo, España cuenta con condiciones para consolidarse en el cuarto lugar de esa tabla de 195 países. Tanto la abundancia de frutas y hortalizas como el buen funcionamiento del sistema público de salud son factores clave para que los españoles sean longevos. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), desde el año 2000 la mayor parte del aumento de la esperanza de vida en nuestro país se ha debido a la reducción de la mortalidad después de los 65 años, gracias en parte a la excelente atención médica.

Aunque más difíciles de evaluar, también se apuntan otros factores que podrían ser importantes, como las costumbres tradicionales de la siesta o el paseo diario; es decir, el equilibrio entre el reposo y la actividad física. La esperanza en salud no alcanza todavía a la esperanza de vida total, debido a que las personas mayores sufren, de media, problemas de salud y dependencia en su última década de existencia.

Comida y envejecimiento

En buena medida, lo que comemos es clave para los indicadores fundamentales de la salud. De hecho, aunque existen muchos factores que afectan al proceso de envejecimiento, se estima que algo menos de un tercio tiene relación directa con el tipo de alimentación. «Un 25 % depende de nuestros genes, pero el resto corresponde a factores externos en los que la alimentación juega un papel muy importante», señala Mercedes Aguirre, doctora en Biología y ponente en un congreso internacional sobre longevidad celebrado recientemente en Valencia.

Varios expertos restaron allí una cuota de verdad absoluta a consejos como el de comer variado y con moderación. Consideran que estas consignas son dos de los principales errores que cometemos en nuestra alimentación y que nos hacen envejecer con más rapidez. ¿El motivo? Que estas recomendaciones dejan la puerta abierta a que cada persona lo interprete a su manera y coma lo que quiera, lo que conduce a un buen número de población a realizar ingestas elevadas de féculas, proteína, azúcares y grasas, sobreestimando la proteína animal o las grasas saturadas.

«La nutrición para la longevidad se basa en lo que todos ya conocemos: la dieta mediterránea«, indica la nutricionista Aguirre. Se refiere a consumir más vegetales y grasas monoinsaturdas, y menos carnes y carbohidratos. «El problema es que no lo llevamos a la práctica», puntualiza.

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