Diabetes durante el embarazo

La diabetes gestacional se presenta en el 3 y el 5% de todos los embarazos
Por EROSKI Consumer 20 de junio de 2001

El embarazo es una situación que favorece la aparición de diabetes, debido a la resistencia de las células a la acción de la insulina. La insulina, es una hormona secretada por el páncreas cuya función principal es facilitar el paso de la glucosa al interior de las células, para su utilización como combustible energético. Si la diabetes aparece durante la evolución del embarazo, se le denomina diabetes gestacional. Se presenta en el 3-5% de todos los embarazos y a menudo revierte a la normalidad después del parto. No obstante, más de la mitad de estas mujeres desarrollarán una diabetes no insulino dependiente en el curso de su vida.

El diagnóstico de esta patología se establece ante la presencia de niveles anormalmente altos de glucosa en sangre, tras varias pruebas de determinación de la glucemia (niveles de glucosa en sangre). Estas pruebas deben practicarse a todas las embarazadas alrededor de las semanas 20-22 de gestación. Generalmente se controla con dieta y ejercicio físico, y en raras ocasiones, precisa el tratamiento con insulina.

Riesgos para el feto. Al haber en circulación más glucosa que pasa al feto a través de la placenta, se estimula la secrección de insulina fetal que es un importante factor de crecimiento. Los bebés de estas madres, si no han seguido un adecuado control de la glucemia, son macrosómicos en el momento de nacer, es decir, con un peso superior a 4 kilos. Además, la hiperglucemia (nivel de glucosa en sangre por encima de los parámetros normales) retrasa el proceso de maduración del feto, por lo que estos recién nacidos pueden ser más débiles.

El tratamiento consiste en conseguir un control estricto de la glucemia, para lo cual, se pauta una dieta controlada en alimentos ricos en hidratos de carbono (cereales, patatas, legumbres, fruta, miel, azúcar y otros alimentos azucarados). Asímismo, la ingesta debe fraccionarse en varias tomas, con intervalos entre las comidas no superiores a 3,5 horas; y el ayuno nocturno no debe superar las 8 horas.

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