Estafas piramidales

Estos negocios no cuentan con el respaldo de los organismos oficiales, de manera que los afectados no pueden recuperar todo el capital invertido
Por Elena V. Izquierdo 19 de marzo de 2009
Img piramide
Imagen: Dave Di Biase

Cada cierto tiempo, saltan a los medios de comunicación noticias sobre fraudes masivos llevados a cabo por medio de empresas de estructura piramidal. Miles de personas que habían invertido su dinero en un negocio que consideraban seguro y que les ofrecía elevados intereses pierden su capital y arrastran consigo a conocidos, familiares o amigos que habían confiado en obtener unas ganancias similares a las conseguidas por aquel que les invitó a participar. Es entonces cuando los afectados intentan recuperar su inversión y, en muchas ocasiones, culpan a los gobiernos por una falta de regulación, sobre todo cuando las empresas piramidales cuentan con cierto reconocimiento. Sin embargo, al no tener estos negocios un respaldo de los organismos oficiales, a los consumidores les es imposible recuperar la totalidad de su capital. Con frecuencia los responsables son juzgados y condenados, algo que no alivia demasiado a los estafados, pues normalmente su dinero no aparece.

Un negocio lucrativo

Cuando una estafa piramidal sale a la luz, la gente se pregunta en qué consiste, cómo funciona una empresa de estas características y cómo es posible que los estafados no se hayan dado cuenta de la evidencia del engaño. Hasta hace poco tiempo se pensaba que este tipo de fraudes eran sufridos por personas con pocos conocimientos financieros, pero el caso Madoff, que ha arrastrado a las mayores fortunas del mundo, ha dado la vuelta a este argumento.

La estructura piramidal de la empresa es la que da nombre a este tipo de fraude. En la parte superior se sitúa el creador de la compañía. Es una persona o un grupo que, basándose en sus supuestos conocimientos sobre inversión o economía, invita a otras formar parte de su lucrativo negocio. Para ello prometen unos beneficios muy superiores a los que se podrían obtener invirtiendo en otros productos financieros, como los que ofrecen los bancos y cajas de ahorro. Muchas veces los creadores hacen correr rumores de que se va a revalorizar un producto y aseguran tener informaciones privilegiadas. En otras ocasiones, el negocio comienza con intención de ser legal pero, al no conseguir sus iniciales propósitos, en vez de confesar el fracaso de la empresa, los promotores atraen a nuevos inversores para pagar a los primeros.

Las empresas piramidales pueden dar beneficios durante años o incluso décadas

Muchas estafas piramidales siguen el “esquema Ponzi”, que lleva este nombre, no porque Carlo Ponzi fuera el primero en utilizar este tipo de timo sino porque prometiendo elevadísimos rendimientos llevó a cabo una de las mayores estafas de la historia en los Estados Unidos durante los años 20.

Crecimiento de la pirámide

Siguiendo este esquema u otros similares, el creador de la empresa recibe las aportaciones de los inversores iniciales. Lo cierto es que las primeras personas que participan en el negocio sí que reciben los elevados beneficios prometidos y aquí comienza la cadena porque, por una parte, se les encomienda la labor de captar a nuevas personas que inviertan en el producto, algo que, por otro lado, no les resulta difícil debido a los espectaculares intereses obtenidos. Quienes rodean a estos primeros inversores quieren participar de unos beneficios tan fáciles de lograr, pues han visto que en poco tiempo han conseguido un dinero que no obtendrían en ningún plazo fijo o en los productos bancarios tradicionales que más intereses ofrezcan. Por lo tanto, desean formar parte de tan rentable empresa y, sin pararse a pensar si está o no regulada por las instituciones financieras españolas -algo tan sencillo como buscar en los registros del Banco de España o la Comisión Nacional del Mercado de Valores- invierten sus ahorros en el producto, que puede ser de cualquier tipo: financiero, filatélico

Como cada cliente inicial va captando grupos de personas, el dinero se multiplica y con el que van aportando los nuevos consumidores se va pagando al propietario de la empresa y a los primeros socios -que son los que más cobran- y después a los siguientes, según la estructura piramidal, con lo cual los beneficios siguen creciendo. Cuanto más cerca estén de la cima de la pirámide, más dinero reciben. El problema es que sólo en la cúpula saben que no se está invirtiendo el dinero sino que el único negocio consiste en pagar a los sucesivos socios con el dinero que van invirtiendo los últimos en llegar. El producto en el que se invierte, en realidad, no tiene valor.

Muchas veces las empresas piramidales tienen grandes sedes con numerosos trabajadores, que siempre tienen respuestas para los inversores

La pirámide va creciendo de manera exponencial porque cada nuevo integrante va captando a otros grupos de personas con el doble objetivo de percibir más ingresos él mismo, y muchas veces con la buena intención de que sus conocidos o familiares se puedan beneficiar del negocio. Del mismo modo, estos a su vez informan a otros consumidores que se apuntan en cascada. Además, como al principio funciona y reciben su dinero, los inversores dan cantidades cada vez mayores y en principio siguen con su elevada rentabilidad. Eso sí, es necesario seguir atrayendo gente porque cuantas más personas participen, mayor es el negocio para los que se sitúan más arriba.

Si en algún momento la empresa capta menos socios o tiene algún problema, el propietario siempre puede achacarlo a la situación económica, momentos pasajeros, transitorios debido a fluctuaciones del mercado. Como ha vendido la idea de que tiene muchos conocimientos financieros, información privilegiada y, además siempre ha respondido, hasta el momento, repartiendo el dinero entre los inversores, será creíble.

Además, muchas veces las empresas piramidales tienen grandes sedes con numerosos trabajadores, que siempre tendrán respuestas para los inversores, trato personal, incluso familiar en ocasiones, así que esto genera más credibilidad por parte de los consumidores hacia la compañía. No es lo mismo participar en una empresa de estas características a través de Internet que poder ir a una sucursal situada en la ciudad en la que viven los clientes. Normalmente, los empleados tampoco conocen las intenciones del dueño de la empresa y suelen ser a su vez inversores con lo que, cuando la pirámide cae, son doblemente afectados. Otra de las características de la cadena es que los clientes que lo deseen pueden vender, es decir, recuperar el dinero invertido cuando lo necesiten, lo cual redunda en crear una mayor confianza entre los participantes.

Comienzan las complicaciones

¿Cuándo surge entonces el problema? Las pirámides pueden funcionar durante años e incluso durante décadas y habrán ido aportando ganancias a los inversores. Para que funcionen, tiene que haber más clientes nuevos que antiguos y en el momento en que esto no ocurre, el sistema se empieza a colapsar. Cuando esto sucede la gente comienza a vender. Los mejor informados lo habrán hecho con antelación y recuperarán su dinero, pero el resto se puede quedar sin nada. Realmente, los últimos en participar son los más perjudicados porque han invertido su dinero y no sólo no recibirán los intereses prometidos sino que tampoco obtendrán la inversión inicial.

Cuando reclamen se darán cuenta de que la empresa no estaba inscrita en los organismos oficiales para realizar estas funciones -en el caso de España la CNMV cuenta con un registro de empresas autorizadas para prestar servicios de inversión. Esto quiere decir que la compañía puede ser totalmente legal, pero no estar cualificada para ejercer cierto tipo de trabajos-. Pero los consumidores se han fiado de su relevancia social, del boca a boca y de lo bien que les ha ido a otros conocidos y no se han molestado en comprobar su respaldo estatal. Muchos participantes se habrán beneficiado de elevados intereses, e incluso habrán mirado a quienes tenían su dinero en el banco como si fueran personas sin información. No se han parado a pensar, en definitiva, que si las entidades financieras no ofrecen esos intereses será por algo.

Ante una estafa, lo mejor es asociarse con personas que también la hayan sufrido porque entre todos podrán obtener mejores resultados

En el momento en que el cliente reclama su inversión, es habitual que la entidad a la que hasta hace poco acudía con frecuencia esté cerrada. Los responsables intentarán convencer al consumidor de que realmente no lo sabían, que pensaban que las cosas iban a ir de otra manera… También puede darse la circunstancia de que huyan con el dinero y no se vuelva a saber de ellos. O que, si se les encuentra, pasen una temporada entre rejas, tras ser juzgados y condenados, pero no revelen nunca dónde están los fondos.

Ante estas situaciones lo mejor es asociarse con personas que han sufrido la misma estafa porque entre todos podrán obtener mejores resultados. Es frecuente que el dinero no se recupere nunca, al menos íntegramente, pero la presión que se puede ejercer en grupo siempre es superior a la que puede hacer un solo consumidor.

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