La desigualdad entre ricos y pobres en los países de la OCDE alcanza su máxima diferencia de los últimos 30 años

En nuestro país esta brecha ha disminuido desde mediados de los años ochenta del siglo pasado
Por EROSKI Consumer 7 de diciembre de 2011

La desigualdad entre ricos y pobres en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se ha incrementado hasta alcanzar su máximo nivel en los últimos 30 años. En España, esta brecha se sitúa alrededor del promedio de la OCDE, por debajo de Estados Unidos, Italia, Portugal y Reino Unido, pero por encima de Alemania y Francia. Sin embargo, la desigualdad en nuestro país ha disminuido desde mediados de los años ochenta del siglo pasado, al contrario de lo ocurrido en la mayoría de los países de la OCDE «donde ha habido una tendencia importante a la alza en los últimos 25 años». Estas conclusiones forman parte del informe de la organización internacional «OECD (2011), Divided We Stand: Why Inequality Keeps Rising».

El documento de la OCDE indica que el ingreso medio del 10% de la población española con mayores ingresos era en 2008 alrededor de 38.000 euros, 11 veces mayor que el del 10% de la población española con menores ingresos, que tenía un ingreso medio de 3.500 euros. No obstante, la institución explica que los impuestos y las prestaciones sociales reducen, en conjunto, un cuarto de la desigualdad en nuestro país, porcentaje parecido a la media de la OCDE, aunque datos nacionales recientes muestran que la desigualdad se ha incrementado en los dos últimos años.

La diferencia de salarios entre el 10% más alto y el 10% más bajo ha disminuido en España un 20% entre 1994 y 2008

La organización internacional señala además que la mayor tasa de empleo entre mediados de los años noventa y 2008 también explica la reducción de la desigualdad entre ricos y pobres en España. «El incremento del empleo en los 15 años anteriores a la recesión económica explican cerca del 70% de la reducción de la desigualdad de ganancias», atestiguan. De igual modo ha influido el incremento del número de mujeres trabajadores, que ha repercutido en mayores ingresos para los hogares; un aumento de las horas trabajadas para los trabajadores con menor remuneración con respecto a los mejor remunerados y una menor diferencia de salarios entre los trabajadores mejor remunerados y los peor remunerados.

En cuanto al conjunto de los países de la OCDE, el informe constata un incremento generalizado de las desigualdades entre los que más ingresos tienen y los que menos, aunque subraya que esta brecha es todavía mayor en aquellas economías al margen de la institución, como Brasil, donde se registra una diferencia de 50 veces a una. No obstante, el documento revela que la brecha de ingresos se ha ampliado incluso entre países tradicionalmente igualitarios como Alemania, Dinamarca y Suecia, donde pasa de 5 a 1 en 1980 a 6 a 1 actualmente.

La OCDE ha constatado una menor diferencia de salarios entre los trabajadores mejor y peor remunerados: la diferencia de salarios entre el 10% más alto y el 10% más bajo ha disminuido en España un 20% entre 1994 y 2008. En el mismo período, ésta se ha incrementado prácticamente en todo el resto de los países de la OCDE.

Hay que crear más y mejores empleos

El documento también recoge una serie de recomendaciones para los países que forman parte de la institución, como la necesidad de crear más y mejores empleos, «que ofrezcan buenas perspectivas profesionales y den a la gente oportunidades reales de superar la pobreza».

La OCDE recomienda reexaminar la función redistributiva de los impuestos, con el fin de que los individuos más acaudalados satisfagan su parte correspondiente de la carga fiscal

«La inversión en capital humano es fundamental», asegura la OCDE. Esa inversión debe comenzar en la primera infancia y mantenerse durante todo el ciclo de la enseñanza obligatoria. Una vez realizada la transición de la escuela al trabajo, deben existir incentivos suficientes para que tanto los empleados como los empresarios inviertan en capacitación a lo largo de la vida laboral.

La reforma de las políticas fiscales y de las prestaciones sociales «es el instrumento más directo para aumentar la redistribución», defiende la organización, que también señala que las considerables y persistentes pérdidas económicas que sufren los grupos de bajos ingresos a consecuencia de las recesiones «ponen de manifiesto la importancia de las transferencias gubernamentales y las políticas bien concebidas de ayuda a los ingresos».

La fracción cada vez mayor del ingreso que perciben los grupos de rentas más altas indica que estas personas tienen ahora una mayor capacidad tributaria. En este contexto, «los gobiernos podrían reexaminar la función redistributiva de los impuestos con el fin de velar por que los individuos más acaudalados satisfagan su parte correspondiente de la carga fiscal», señala la institución. De igual modo, «es importante garantizar la prestación de servicios públicos gratuitos y de alta calidad, tales como la educación, la salud y la atención a las familias», añade.

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