Colonias de verano

En los últimos años los campamentos se han especializado en materias concretas con el fin de adaptar la oferta a los gustos de los jóvenes
Por Azucena García 11 de agosto de 2006

Las colonias de verano han experimentado una importante evolución. Lejos de desaparecer, en los últimos años están cada vez más solicitadas tanto por padres y madres que trabajan fuera de casa como por los escolares que disfrutan de más tiempo libre durante el periodo estival. A los mayores les permite conciliar la vida familiar y laboral, mientras que niños y adolescentes ven en ellas una oportunidad de vivir experiencias diferentes y, en muchos casos, especializadas en las actividades que más les gustan. Deporte, aventura, idiomas o nuevas tecnologías son algunas de las posibilidades. El objetivo es que los jóvenes aprovechen el verano para algo más que descansar, siempre que ellos estén de acuerdo con la actividad y teniendo en cuenta sus preferencias y motivaciones. En este sentido, los padres deben dialogar con sus hijos sobre sus gustos e informarse correctamente de todos los detalles del campamento, ya que durante su desarrollo no suelen estar permitidas las visitas y las llamadas telefónicas son limitadas.

Especialización de la oferta

Las colonias de verano para niños y jóvenes se han convertido en una de las opciones que más éxito tiene, no sólo para quienes las disfrutan sino para sus familias. Pese a que surgieron hace varias décadas, los cambios sociales y la propia evolución de la oferta han permitido que se mantenga en el tiempo e, incluso, que hayan registrado un incremento importante de la demanda. Según explica Joan Segarra, director de Servicios Educativos de la Fundación Pere Tarrés, que gestiona cada verano actividades para más de 15.000 niños y jóvenes catalanes, “los campamentos responden, por un lado, a la necesidad de compatibilizar los calendarios escolares de los hijos y los calendarios laborales de los padres, pero, por otro lado, son un excelente recurso lúdico y educativo”. En el primer caso, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo ha sido un factor decisivo que ha influido en un cambio de las necesidades familiares. Además, cada vez es más frecuente que los padres opten por no ‘cargar’ a los abuelos con el cuidado de los nietos. “Antes había recursos familiares que permitían que en vacaciones los abuelos o las madres que no trabajaban se encargaran de los niños, pero cada vez más las mujeres se han incorporado al mundo laboral y las dinámicas abuelos-padres también han cambiado, lo que ha supuesto un crecimiento muy importante de la oferta y demanda de este tipo de actividades”, explica Segarra.

Especialización de la oferta

En segundo lugar, los campamentos permiten a sus participantes disfrutar de una actividad en la que el fin es pasárselo bien, a la vez que se aprende a convivir con otras personas que, muchas veces, pertenecen a entornos diferentes. En este sentido, para Segarra, “los campamentos tienen una importancia muy grande desde el ámbito de la experiencia personal, porque implican estar fuera de casa diez o quince días, durmiendo con otros compañeros y viviendo una experiencia muy intensa, lo que contribuye a que el niño desarrolle su autonomía y aprenda todo lo que implica la convivencia”. Hay que buscar que los campamentos sean activos y participativos, y que permitan al niño adoptar actitudes positivas sobre sí mismo al mismo tiempo que le ayuden a desarrollar su autoestima.

De esta manera y a lo largo de los años, las colonias de verano han experimentado una especialización temática que les ha permitido centrar sus actividades en un área concreta. Las disciplinas preferidas son idiomas, naturaleza, deportes y aventura, aunque algunas organizaciones ofrecen también la posibilidad de familiarizarse con las nuevas tecnologías (colonias multimedia) o la ayuda a otros con dificultades especiales (colonias de cooperación y solidaridad). “Por primera vez, los más pequeños podrán grabar su propio programa de radio y aprender a doblar películas, mientras que los jóvenes tendrán la oportunidad de crear música y fotografía digital. Además, se han previsto campamentos en los que participarán niños y jóvenes afectados de cardiopatías”, explican desde la Fundación Pere Tarrés. El objetivo es combinar la educación en valores con una oferta atractiva y conseguir que los niños aprovechen el tiempo libre del que disponen en verano. “No se trata sólo de atender la necesidad de muchas familias de tener al niño ocupado en una actividad”, aclara Segarra.

Elegir la mejor opción

La primera vez que un niño acude a un campamento son muchas las dudas que se plantean a los padres ¿Se adaptará bien? ¿Se sentirá solo? ¿Hará amigos? ¿Estará atendido correctamente? Un buen número de cuestiones que es importante resolver a tiempo para evitar una mala experiencia. Silvia Martín, miembro del Grupo Aula Joven, que organiza campamentos desde 1995 en la Comunidad de Madrid, señala que el primer factor a tener en cuenta es la propia madurez del niño, “ya que un pequeño de seis años, por ejemplo, no es igual que otro, cada uno lleva su ritmo”. Del éxito de la primera experiencia dependerá que el niño repita o no al año siguiente y que disfrute del campamento. “La mayoría de los niños repiten, quizá menos en el caso de chicos a partir de catorce años que optan por otras actividades. La clave está en encontrar la opción que mejor se adapte a cada chaval porque, a partir de ahí, podrá hacer más amigos y le costará menos adaptarse a los monitores y a la dinámica del campamento”, añade Martín.

Lo más importante es que los padres respeten las preferencias de sus hijos, que hablen con ellos sobre sus gustos y que tengan en cuenta su interés y motivaciones. “Con esta premisa, lo recomendable es que a partir de los tres años los niños acudan a campamentos urbanos, con un horario que les permita dormir en casa, para marcharse de campamento o colonias a partir de los seis años -precisa Segarra-. Antes de esta edad es un poco pronto para mandar a un niño a un campamento porque le cuesta más separarse de los padres, pero a partir de los seis años no suele haber ningún problema”. En ningún caso es bueno forzar a los niños a acudir a colonias porque habrá más posibilidades de rechazo. Asimismo, es conveniente que los padres acudan a las reuniones informativas previas y que conozcan al equipo de monitores, que deben tener una formación específica como monitor de tiempo libre. “Este es el requisito mínimo que deben cumplir, además de ser personas a las que les guste estar con niños”, remarca Segarra, quien confirma que la mayoría de los monitores suelen tener formación universitaria en magisterio o pedagogía.

Antes de partir, hay que estar seguros de que se cumplen todas las garantías correspondientes, ya que durante los campamentos no suelen permitirse las visitas de los padres y las llamadas telefónicas están restringidas. Según Silvia Martín, permitir ambas cosas podría ser “contraproducente” para el desarrollo de la autonomía del niño: “Lo habitual es que los padres puedan llamar a sus hijos tres veces durante el tiempo que están en el campamento, pero las visitas, salvo excepciones, no están permitidas”. Esto no significa, no obstante, que los padres no estén informados de lo que hacen los pequeños. En los últimos años diversas organizaciones han creado páginas web en las que se puede acceder a toda la información sobre el desarrollo de la actividad o bien, por parte de los organizadores, “se envían correos electrónicos y fotografías a los padres para que sepan qué están realizando sus hijos y que cuando hablen con ellos por teléfono les puedan preguntar o sepan de antemano lo que van a hacer en los próximos días”, explica Silvia Martín. Pese a todo, para evitar complicaciones, la Fundación Pere Tarrés ha elaborado el siguiente decálogo para ayudar a los padres en la toma de decisiones.

Otras posibilidades

Además de los campamentos o colonias, que implican pasar fuera de casa entre diez y quince días, existen otras posibilidades que se pueden desarrollar en la ciudad. Se trata de actividades pensadas para los más pequeños, que aún no están preparados para separarse de sus padres, o aquellos jóvenes con un interés especial en una materia. En concreto, destacan las colonias urbanas y los talleres de verano:

Colonias urbanas. Esta modalidad surgió hace poco más de diez años para atender a niños entre 4 y 12 años debido a que los padres no podían hacerse cargo en verano durante todo el día por motivos laborales. Actualmente, se fundamentan en horarios de media jornada o jornada completa y son más baratas que los campamentos, con precios que rondan los 100 euros. Generalmente, están organizadas por los ayuntamientos de cada localidad y sus principales destinatarios son los niños más pequeños, reacios a acudir a campamentos. “Los campamentos urbanos son una buena alternativa tanto para los niños que no quieren separarse de sus padres durante varios días, como para los padres que no quieren dejar a sus hijos ir a un campamento porque no saben cómo van a reaccionar separados de ellos”, confirma Silvia Martín. Al igual que los campamentos, también se pueden encontrar colonias urbanas especializadas en diferentes materias, según edades y preferencias, y la flexibilidad en el caso de los más pequeños es tal que no tienen por qué acudir a las colonias a un horario concreto, sino que disponen de un intervalo de una hora u hora y media para acceder a las instalaciones donde se desarrollan las actividades.

Talleres de verano. Están orientados a niños y jóvenes de 16 a 30 años con inquietudes concretas. Abarcan un amplio abanico de materias culturales, creativas o medioambientales, entre otras, y tienen una duración aproximada de dos semanas. Cuentan con monitores y material especializado, y se plantean, sobre todo, como una opción educativa. Con una aceptación creciente, entidades como la Biblioteca Nacional de España (91 580 78 00) se han sumado a esta iniciativa, con talleres de cuentos para los más pequeños y de inicio a la escritura para los mayores. También el Museo Arqueológico Nacional (91 578 02 03) ofrece la posibilidad de conocer los secretos de la cerámica o las pinturas rupestres y el Museo de Ciencias Naturales (91 411 13 28) organiza talleres en julio y agosto para indagar en el mundo mineral, las diferentes especies, el ADN o la naturaleza en general. Además, muchos grupos de tiempo libre ofrecen también esta opción, para la que no se precisan conocimientos previos, sino muchas ganas de aprender.

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