Entrevista

Francesc Artigas, coordinador del Área de Neurociencias del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona

«Veo peligroso que se recomiende que los niños tomen antidepresivos»
Por Angela Boto 26 de junio de 2006
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Francesc Artigas es Director del Departamento de Neuroquímica y Neurofarmacología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Coordinador del Area de Neurociencias del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona, adscrito a la misma institución. De su laboratorio han salido, y siguen haciéndolo, interesantes ideas para el tratamiento de la depresión, de la esquizofrenia y de otros trastornos psiquiátricos. A su calidad científica hay que añadir además su empeño por acercar lo que pasa con las moléculas a los pacientes. Artigas ha sido un pionero en el maridaje entre la investigación básica y la clínica. De hecho, es uno de los pocos científicos del mundo de las células y de los animales que comparte presencia en congresos, cursos y otros eventos con especialistas en psiquiatría que tratan directamente con los enfermos.

Hace ya algunos años desde su laboratorio se propuso una combinación de fármacos que aceleraba la respuesta antidepresiva, pero todavía no ha llegado a los pacientes. ¿En qué punto se encuentran los trabajos?

Se han hecho bastantes estudios de combinación de antidepresivos de la familia de los inhibidores de la recaptación de serotonina y pindolol [un antihipertensivo antiguo que también actúa sobre un receptor de serotonina] que han dado muy buenos resultados. En estos momentos algunas compañías están sacando productos mejores que el pindolol para la combinación y otras empresas han diseñado moléculas que tienen las dos actividades simultáneamente.

Sus primeros trabajos se realizaron hace más de diez años. ¿Por qué tanto tiempo y todavía no está en la calle?

El pindolol funciona bien porque acelera la respuesta y en ocasiones incluso la aumenta, pero lo hace en pacientes que no son resistentes. Lo que ha ocurrido es que debido a la forma que tienen de seleccionar a los enfermos, los estudios que se han hecho en EEUU han incluido un porcentaje elevado de resistentes. Resultado: los estudios allí no han dado buenos resultados y se han obviado todos los que se han obtenido en Europa. Las compañías farmacéuticas dan más crédito a los expertos estadounidenses.

Entonces ¿para cuándo en la clínica?

«En la depresión hay cambios en el funcionamiento de los circuitos neuronales mientras que en esquizofrenia hay cambios en su arquitectura»

Hay compañías que están trabajando en este campo. Nosotros estamos haciendo un estudio con el Hospital de Sant Pau [Barcelona] para ver si la mezcla de las dos actividades funciona. Yo creo que en menos de un año sabremos si el concepto de la combinación en una misma molécula tiene verdaderamente un efecto antidepresivo.

Recientemente se ha aprobado el uso de fluoxetina en niños menores de ocho años. ¿Qué efecto podría tener en la posterior formación de conexiones neuronales y en la arquitectura del cerebro este consumo temprano de fármacos que actúan en el sistema nervioso central?

Se sabe muy poco porque no se han hecho estudios a largo plazo. Se considera que estos fármacos son seguros, pero yo veo peligroso que se recomiende que los niños tomen medicamentos de este tipo porque no hay evidencias que permitan asegurar que no va a pasar nada.

En los últimos años parece que la depresión ha pasado a un segundo plano y que los esfuerzos en investigación están centrados en esquizofrenia.

La esquizofrenia está cobrando mucho más interés en estos momentos, posiblemente porque estamos mucho más lejos de lo óptimo que en la comprensión de los mecanismos básicos de la depresión. Ocurre también en nuestro caso, nuestro grupo trabaja básicamente en esquizofrenia. Estudiamos el mecanismo de acción de los antipsicóticos atípicos Estamos viendo cómo estos fármacos modulan los sistemas de transmisión, cómo afectan a los circuitos.

¿Hacia dónde irán los tratamientos?

La esquizofrenia es mucho más difícil de tratar que la depresión porque hay una alteración anatómica y celular del cerebro, de modo que conviene ser cauto con respecto a las expectativas. Yo creo que si se consiguen fármacos más efectivos y se diagnostica al paciente al inicio de los episodios, se podrá ralentizar el deterioro y mejorar los aspectos cognitivos que son realmente el problema. La sintomatología ya tiene un buen tratamiento. Creo que la investigación tiene que ir hacia la parte más cognitiva para lograr una mejora del rendimiento, una mejor integración del paciente en el medio social y familiar.

Recientemente, los autores de una investigación sugerían que el tratamiento de la esquizofrenia está dejando de lado otro tipo de abordajes no farmacológicos. Aunque usted no es psiquiatra, ¿qué opinión le merece?

Está claro que el componente social es muy importante, pero los psiquiatras aseguran que la psicoterapia no funciona. El abordaje tiene que ser farmacológico, aunque sin duda las medidas de atención social y apoyo psicológico van a hacer que el paciente evolucione mejor.

Algunos trabajos sugieren que la psicoterapia es capaz de modificar la arquitectura cerebral de forma similar a los fármacos.

Una cosa es la estructura del circuito y otra es el funcionamiento. En depresión hay fundamentalmente cambios en el funcionamiento del circuito y en esquizofrenia hay cambios en su arquitectura. Esa es una diferencia importante entre las dos enfermedades. La cuestión es que en la esquizofrenia existe una reducción del volumen de la corteza. La estructura del circuito cerebral del esquizofrénico es diferente con respecto a la de una persona normal.

Puentes entre el laboratorio y el enfermo

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«Un básico que quiere influir en la clínica», así se define Francisco Artigas. Con la proliferación de los grandes centros monográficos de investigación es frecuente oír hablar de la importancia de acercar lo que pasa en los laboratorios moleculares o de experimentación animal a las camas de los hospitales, pero cuando el científico catalán dio los primeros pasos era casi un perro verde. «La investigación clásica básica busca centrarse en un sistema cada vez más pequeño -ya no la célula, sino una molécula en una zona de la membrana de la célula- porque así el conocimiento es más profundo. Pero esto supone caer en el reduccionismo». Y es que al final el conocimiento busca una aplicación más o menos práctica. «Yo creo que lo que conocemos del cerebro tiene que servir para mejorar los tratamientos. Siempre me he interesado el contacto con los clínicos para que el trabajo que yo hago con animales pueda ser útil para los pacientes, así de simple».

Tan simple como el hecho de que su buena experiencia personal hace que Artigas se haya propuesto, junto con otros científicos, impulsar un movimiento colectivo. «Estamos poniendo en marcha una red dedicada al estudio de trastornos psicóticos y afectivos que une a ocho grupos de investigación básica con una docena de clínicos. La idea es que haya interacción, debate, que nos conozcamos y que nos aportemos ideas mutuamente».

Sin embargo, no todo es tan sencillo como parece. Hay que decir que no todas las puertas están abiertas. «Los buenos investigadores clínicos son muy conscientes del valor de la investigación básica, pero en España se cuentan con los dedos de las manos».

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