La medicina de trasplantes avanza hacia el tratamiento «a la carta» contra el rechazo

Los ensayos persiguen un tipo de medicamento que resulte más eficaz y seguro
Por EROSKI Consumer 2 de mayo de 2002

La medicina de trasplantes avanza a la vez en varias direcciones esperanzadoras: búsqueda de combinaciones de fármacos para conseguir un tratamiento «a la carta» que evite el rechazo del órgano injertado, manejo óptimo de los inmunosupresores disponibles e, incluso, nuevos medicamentos con mecanismos de acción diferentes que se vislumbran más eficaces y seguros. El escaparate científico de tales progresos lo está poniendo estos días el Congreso Estadounidense de Trasplantes (CET), que reúne en Washington a los principales expertos mundiales, entre los que no falta una nutrida representación española que evidencia la gran relevancia hispana en ese ámbito.

En el capítulo de novedades, la gran esperanza lleva todavía un nombre en clave, FTY720, que esconde un método de inmunosupresión -medicación para evitar el rechazo del órgano implantado- completamente nuevo.

Su mecanismo, como explicó en Washington el especialista del Hospital Clinic barcelonés Federico Oppenheimer, consiste en garantizar que los linfocitos siguen su curso en vez de entrar en el órgano injertado para cumplir su papel de mediadores del rechazo. Es como si, frente a una concentración de elementos extraños que desatarían la reacción inmunitaria del nuevo órgano, se les devolviera a su «casa» (de ahí el uso científico del término inglés «homing») para evitarlo. En el CET se han presentado varios estudios con FTY720, cuya comercialización no se espera hasta 2006, que apuntan tres grandes virtudes. Una, que su prevención del rechazo deja intacto el sistema inmunitario del paciente para que siga combatiendo cualquier posible infección.

Otra, que no resulta tóxico para el riñón, lo que significa un importante avance respecto a los actuales inmunosupresores de referencia: los inhibidores de la calcineurina, como la casi legendaria ciclosporina y el tacrolimus. Y la tercera, que su perfil general de toxicidad es muy bajo, con muy pocos efectos secundarios, entre los que apenas destaca la bradicardia o disminución de la frecuencia cardíaca, relacionada con la primera dosis y habitualmente leve y fácilmente superable.

Pero mientras progresan los ensayos de esa alternativa a los inmunosupresores que hace apenas dos décadas revolucionaron el mundo de los trasplantes, el reto sigue siendo el manejo óptimo de esos fármacos contra el rechazo y, por supuesto, la reducción al mínimo de sus efectos secundarios. Y para lograrlo, como destacó el experto Aurelio Rodríguez, del tinerfeño Hospital Universitario de Canarias, pueden resultar decisivas estrategias tan aparentemente «simples» como el «cambio en la monitorización», sobre todo cuando ésta se realiza en el momento más adecuado.

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