Mobbing o acoso psicológico

La ayuda de los compañeros, junto con un psicólogo y un abogado formados, son fundamentales para defenderse de los ataques
Por Benyi Arregocés Carrere 21 de abril de 2004

El “mobbing” o acoso psicológico en el trabajo es un problema latente en nuestra sociedad, aunque desconocido todavía para la inmensa mayoría. Se estima que más de 2 millones de personas sufren psicoterror- término que utilizan los expertos para definir sus efectos- por culpa de sus hostigadores en administraciones y empresas españolas. Para resolverlo, además de la ayuda de los compañeros, es fundamental dar con un psicólogo y un abogado especializados en este problema. Si no están formados en el tratamiento de mobbing, la situación del paciente puede incluso empeorar.

Acoso

Los hostigadores, ya sean jefes o compañeros, emplean diversas tácticas para aniquilar a la persona. Por ejemplo, les mandan trabajos que deben entregar en un plazo de tiempo imposible de cumplir, les asignan tareas de menor cualificación profesional que la que les corresponde, les insultan y gritan delante de terceros, ignoran su presencia aunque estén enfrente, manipulan a los demás con datos falsos, les ponen trampas, les evalúan de forma negativa… El listado es inacabable.

“El acosador actúa por celos profesionales. La víctima se ha vuelto amenazante por su comportamiento laboral extraordinario o porque conoce irregularidades, por ello procura la destrucción psicológica del trabajador”, explica Iñaki Piñuel, psicólogo y escritor de libros como “Mobbing, manual de autoayuda” (Aguilar) o “Cómo sobrevivir al acoso psicológico en el trabajo” (Sal Terrae). Es habitual que las personas acosadas sean brillantes en su trabajo y también que los atacantes no tengan ningún trastorno ni enfermedad. Además, el apoyo de los compañeros es nulo en estos casos o son inconscientemente partícipes en el psicoterror. Según el Barómetro Cisneros, cinco de cada seis personas que sufren acoso laboral son abandonados por sus colaboradores y la organización no hace nada por evitar los ataques.

“Quien acosa busca el perjuicio de la víctima para que falle, dude, trabaje mal o cometa errores. Entonces, las personas comienzan a ser sombras de lo que fueron. En ese momento, el efecto del acoso es presentado por el hostigador como el hecho que confirma todo lo que afirmaba sobre esa persona”, describe Piñuel. Según datos que maneja este psicólogo, las mujeres tardan una media de 15 meses en percatarse de que están siendo víctimas de acoso moral, mientras que los hombres necesitan 18 meses.

José Luis González de Rivera y Revuelta, Catedrático en Psiquiatría y autor de “El maltrato psicológico” (Espasa-Calpe), afirma que se produce un cambio en la personalidad y manera de entender la vida de los afectados, porque observan que su esfuerzo para progresar en el trabajo no sirve, lo que provoca desilusión, desencanto, la pérdida de la capacidad de superación y una crisis psicológica profunda. “El acoso sigue un curso crónico: primero provoca incapacidad psicológica, con cuadros depresivos, después cambios de carácter. La persona se vuelve hostil y desconfiada, lo que en lenguaje popular se llamaría amargada”.

En los dos últimos años, informa Piñuel, las víctimas de acoso moral han tenido 20 días de baja laboral más que las personas que no lo han sufrido. Incluso se dan casos en los que el afectado enferma físicamente y contrae cardiopatías, infartos o fibromialgias debido a los momentos de extrema tensión que vive. “Es una situación de imposibles: deben trabajar para ganarse la vida pero cuando lo hacen, les machacan y les hacen vivir como en un campo de concentración”, expresa Piñuel.

Una víctima

“No sabes por qué te ocurre y no le das crédito a lo que pasa. Te preguntas, ¿por qué me está sucediendo esto a mí? ¿qué he hecho?”, revive María, nombre ficticio de una víctima real de acoso psicológico en el trabajo. Este problema es más habitual de lo que se pudiera pensar. Las cifras indican que, hoy mismo, más de dos millones de personas en España sufren el mismo ritual de destrucción personal que padeció María. “El trabajador no asume que le acosan, porque cree que esa situación es una parte connatural de su empleo”, afirma Dolores Hernández, representante de uno de los mayores organismos sindicales españoles.

María es médico. Todo comenzó cuando la trasladaron de hospital. Su nuevo jefe decidió relegarla. Primero la tuvo sin puesto de trabajo, luego le dio uno, pero aparente porque no tenía ningún papel. Ese fue el inicio de un periodo de humillaciones, en el que fueron participando también algunos de sus propios compañeros, mientras la mayoría se inhibía de defenderla. Narra que manipulaban en su contra con comentarios falsos por la espalda y el personal de enfermería le comenzó a faltar el respeto y a no informarle de lo que debían. No tenía asignado siquiera un ordenador. “No te agreden físicamente, ni te insultan en persona delante de otros, pero te intentan destruir como persona”.

“Sentía extrañeza -recuerda-, no entendía que me dejaran sin trabajo, aislada, sin participar y comiendo aparte de mis compañeros”. Del estupor pasó al insomnio y, después, al cansancio extremo. Le abrieron expediente disciplinario y la dejaron sin empleo y sueldo. “Continuamente intentaba demostrar que era una persona normal y que no pretendía hacer daño a nadie”. Durante todo un año, estuvo soportando sola el acoso. “Una sabe que no ha hecho nada, pero al final acaba pensando que algo malo habrá hecho”, confiesa.

Hoy, María está en excedencia y bajo tratamiento de estrés postraumático. El jefe hostigador emprendió acciones legales contra ella como una táctica más de acoso, y el asunto se encuentra en los tribunales. La representante sindical aconseja acudir lo antes posible a un abogado y a un psicólogo expertos en mobbing para que los afectados puedan entender lo que les está ocurriendo; también recomienda no dejar el empleo.

Tratamiento

Lo peor que puede hacer un acosado es dejar pasar el tiempo sin hacer nada. Los expertos afirman que es una situación que se agrava. Cuanto más tiempo se sufre, más daño se produce. En la mayoría de las ocasiones, indica José Luis González de Rivera, la persona necesita de un tratamiento para recuperar su autoestima. Incluso cambiando de trabajo, de jefe o de compañeros de trabajo, la víctima del mobbing necesitará un tiempo para recuperar su autoestima. Los cuadros clínicos más habituales son depresión, ansiedad o síndrome de estrés postraumático, la secuela más grave que tarda entre tres y cinco años en curarse con tratamiento.

Es determinante encontrar un médico que esté preparado para afrontar casos de acoso moral. Conviene dirigirse a los colegios de psicólogos locales en busca de un profesional formado en este tipo de situaciones. “Los que no lo están cargan sobre el afectado un proceso de victimización secundaria que agrava todavía más el problema. Diagnostican, por ejemplo, falta de habilidades sociales de la persona acosada, cuando lo que realmente ocurre es que está siendo objeto de una agresión. También le llegan a recetar medicamentos, cuando lo que necesita es apoyo para salir de la situación. Estos tratamientos son de corte culpabilizador y, por no entender bien la auténtica dimensión de la situación, perjudican en vez de ayudar”, revela Iñaki Piñuel.

El camino correcto, según los especialistas, es que la persona sea la protagonista de su recuperación. “No es un enfermo, sino un trabajador dañado, un “no paciente”, que necesita apoyo y entrenamiento”, señala Piñuel. “Debe entender el daño que se ha producido, pero sin exagerarlo”, apunta González de Rivera. A grandes rasgos, estos son los puntos claves que debe tener en cuenta la víctima de acoso moral para escapar de esa situación, según informan Piñuel y González de Rivera:

  • Se debe tener consciencia de la inocencia. El acoso es indebido. No hay nadie que merezca el hostigamiento en el trabajo. La víctima llega a creer que se lo merece y sus compañeros piensan que si es hostigada habrá motivos para ello. Incluso la pareja llega a dudar de la víctima.
  • Se debe realizar una desactivación emocional para mantener la calma necesaria y transmitir la convicción de la propia inocencia. Es importante no autoagredirse, no pelearse con las personas queridas sólo para desahogarse. Tampoco se deben cometer errores, conviene ser muy cauto ya que, involuntariamente, se pueden dar argumentos a los hostigadores.
  • Hacer frente a quienes le acosan. No quedarse pasivo frente al ataque, pero tampoco encararse agresivamente, pues se compromete su posición, porque los hostigadores proyectan que la persona no vale, que está fuera de sí, etc. Lo adecuado, dicen los expertos, es mantener una postura asertiva, autoafirmativa y una respuesta organizada. Por ejemplo, pedir cuentas de cuál es la razón por la que se le está maltratando. También utilizar los recursos defensivos que prevea la organización de la empresa o acciones legales.

Justicia

Hasta el momento, los hostigadores logran sus propósitos. Dice Piñuel que en el 80% de los casos, la única salida que tiene la víctima es cambiar de trabajo, cesar o pedir el traslado. Según el Barómetro Cisneros, 2.300.000 personas sufren este psicoterror en España, es decir el 15% de la población activa ocupada. “Muchas bajas voluntarias son producto del acoso moral, aunque no se diga. Abandonan el puesto diciendo que no han sido capaces, que les han dado demasiada responsabilidad, pero lo que ha ocurrido es que les han hostigado”, sostiene Dolores Hernández, como representante sindical. Y resulta muy preocupante saber que, según Piñuel, 5 de cada 100 afectados en nuestro país -115.000 personas- piensan a diario en suicidarse para escaparse de esa situación.

Según Hernández, el acoso moral se da con más frecuencia en el sector servicios y en la función pública, y también se encuentra muy vinculado a las situaciones de precariedad laboral, rotaciones de puestos de trabajo y falta de formación de los trabajadores. Recomienda que si existe acoso, el primer paso sea ponerse en contacto con los representantes de los trabajadores, el comité de salud o los delegados de prevención. “También conviene hacer intervenir a la inspección de trabajo de inmediato, ya que el mobbing incluye también riesgos psicosociales”.

El siguiente paso es iniciar acciones legales, aunque el acoso psicológico sea difícil de probar. Es fundamental elegir un buen abogado, preparado para tratar estos asuntos. Como sucede con el tema de la inmigración en todo el país, actualmente algunos colegios profesionales emiten certificados de formación específica. Esto sucede en el País Vasco, Jaén y Granada. Se está estudiando implantarlo en Sevilla y en Asturias, y es previsible que la idea se expanda pronto por toda España.

Cristóbal Molina Navarrete, Catedrático de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad de Jaén, revela que los procesos judiciales iniciados no sobrepasan el 3% de los casos que suceden, aunque el número haya crecido bastante. “Muchas personas no lo denuncian, pero sí lo plantean a través de acuerdos con las empresas. Por ejemplo, una persona con 20 años de trabajo se va con una indemnización superior a la que le correspondería con el fin de intentar paliar los perjuicios sufridos. En otros casos, la inspección de trabajo actúa en labores de mediación y arbitraje, antes de que el asunto llegue a los tribunales”, explica.

De momento, existen pocas sentencias. Molina Navarrete dirige un observatorio sobre riesgos psicosociales, que publicará sus resultados definitivos en el último trimestre del año. Adelanta que tras el análisis de 200 sentencias de Cataluña, País Vasco y Galicia, las tres comunidades autónomas cuyos tribunales han dictado mayor número -lo que no quiere decir que se produzcan más casos de acoso-, el 55 % son favorables a la víctima.

El consejo de Molina Navarrete es que los profesionales que estén convencidos de que han sufrido un acoso fuerte y grave durante un tiempo prolongado acudan a la tutela penal. A través de ellas se pueden imponer penas de cárcel, aunque por eso mismo las pruebas deben ser muy sólidas. Si el psicoterror no ha sido intenso, no ha durado más de 2 ó 3 años, los funcionarios pueden acudir a la vía contencioso-administrativa, y los que trabajen en empresas iniciar procesos laborales. En ambos casos se puede recurrir a la vía civil. “Pienso que la sanción ejemplarizante debe estar en las indemnizaciones, no en la cárcel. Y, además, de una cuantía que resulte no sólo reparadora sino disuasoria. Lo que le duele al acosador o a la empresa que deja acosar es que le toquen el bolsillo, no una pena de cárcel que no va a cumplir”, reflexiona el Catedrático de Derecho del Trabajo.

La discusión entre los juristas y conocedores del tema versa sobre si se debe cambiar la legislación para recoger el delito de acoso psicológico en el trabajo. Hernández opina que sí y que es conveniente considerarlo como enfermedad profesional para que el trabajador tenga más cobertura y se pueda prevenir mejor. En cambio, Molina Navarrete considera que se debe combatir la convicción de que no se puede hacer nada sin una normativa específica. “Se dice que hay indefensión, pero no es cierto, porque nuestro ordenamiento jurídico hoy por hoy sí puede abordar el acoso moral. También sucede que nadie se ha tomado el asunto en serio, ni jueces, ni fiscales ni abogados, que, por otra parte, no se han formado en este tema. Se lavan las manos esperando que llegue una actitud mesiánica que lo resuelva”, denuncia Molina.

El acoso moral se puede contemplar en el delito de trato vejatorio, donde está bien descrito, y tiene penas de 6 meses a 3 años de cárcel, explica el Catedrático de Derecho del Trabajo. Hace un año, dice el experto en leyes, se planteó en el Parlamento una Ley Orgánica para modificar el Código Penal, en la que se proponía una pena de doce fines de semanas de arresto para los hostigadores, en línea con otros países donde está regulado específicamente el acoso moral. “Si se llegara a aprobar sin modificaciones, sería un desastre equivalente a incentivar el acoso, porque con la actual legislación las penas para los atacantes serían mayores”, enfatiza.

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