Cigarrillos electrónicos, ¿tan inocuos como parecen?

Aunque los 'e-cigarrillos' son menos perjudiciales que los convencionales, no están exentos de efectos dañinos para la salud
Por Clara Bassi 25 de octubre de 2013
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Imagen: Wikimedia

Los negocios de cigarrillos electrónicos o “e-cigarrillos” han proliferado de forma muy rápida en los últimos años, al albur de las legislaciones cada vez más restrictivas que se han impuesto al tabaco convencional. Se han presentado como la solución para dejar de fumar, para reducir el número de pitillos más comunes, para poder fumar en lugares cerrados donde ahora está prohibido, como el trabajo, los bares o los hospitales, o solo como una alternativa “menos dañina” para seguir fumando, al no contener, se supone, las sustancias nocivas del tabaco. Sin embargo, comunidades como Andalucía o Cataluña, o la propia Unión Europea, en el intento de regularlos plantean que la Ley Antitabaco se amplíe a este tipo de cigarrillos. Pero, ¿son beneficiosos como se dice a los consumidores o entrañan riesgos para la salud? En este artículo se describen las claves de sus potenciales efectos adversos.

Los especialistas empiezan a mirar con lupa los «e-cigarrillos», porque no siempre ayudan a dejar de fumar sino que, incluso, pueden crear adicción. Y, aunque se asegura que son menos nocivos que el tabaco convencional, se ha podido comprobar que provocan tos y ahogo. Ahora las investigaciones están encaminadas a estudiar si también contienen sustancias cancerígenas.

Cigarrillo con propilenglicol y síntomas respiratorios

El cigarrillo electrónico es un dispositivo con la apariencia de un pequeño bolígrafo metálico que se basa en el principio de que produce vapor a partir de un producto, el propilenglicol. A diferencia de los cigarrillos clásicos, no se quema tabaco, por lo que, en teoría, se evita la combustión de una gran cantidad de sustancias cancerígenas.

Las últimas investigaciones en torno a los cigarrillos electrónicos están encaminadas a estudiar si también contienen sustancias cancerígenas

Consta de dos cartuchos. Uno de ellos contiene el propilenglicol, el compuesto que produce calor sin necesidad de quemar y, gracias al cual, emana el vapor del «e-cigarrillo». El propilenglicol se incluye en muchos preparados farmacéuticos, como los inhaladores (sirve para vaporizar), pero siempre bajo indicación farmacéutica y sanitaria. Sin embargo, puede tener algunos efectos tóxicos.

El propilenglicol no es cancerígeno, pero puede producir una irritación de la garganta o de las vías respiratorias. De hecho, dos estudios griegos presentados en el reciente Congreso Europeo de Respiratorio, celebrado en Barcelona, han demostrado que el consumo de cigarrillos electrónicos puede dar síntomas respiratorios como tos y ahogo. Incluso, un informe publicado en ‘CHEST Journal’, en 2012, concluía que fumarlos a corto plazo (solo durante cinco minutos) tiene efectos indeseables inmediatos sobre la función pulmonar.

Vapores del ‘e-cigarrillo’, en el punto de mira

El otro cartucho se carga con sabores de todo tipo, desde vainilla, a chocolate, menta, fresa, café irlandés, etcétera, que permiten disfrazar el otro compuesto que llevan algunos de los «e-cigarrillos»: la nicotina. Y es este, en concreto, el punto más controvertido que está en estudio. «La producción de estos sabores se vehiculiza con sustancias oleosas que los alveolos de los pulmones no son capaces de absorber, de modo que se depositan en ellos formando una película de grasa que puede conducir a una reacción inflamatoria y provocar enfermedades intersticiales«, expone Joaquim Gea, presidente del Congreso Europeo de Respiratorio y jefe del Servicio de Neumología del Hospital del Mar, de Barcelona.

«Al fumar los cigarrillos clásicos se queman muchas sustancias tóxicas y más de 70 carcinogénicas; pero, en teoría, no sucede con los electrónicos, que se basan en vaporizar las sustancias que contienen. Pocas cosas son tan perjudiciales como el tabaco. Los ‘e-cigarrillos’ no son tan malos, pero esto no significa que no estén exentos de riesgo», puntualiza Esteve Fernández, doctor en Epidemiología, profesor de la Universidad de Barcelona y coordinador de la Unidad de Tabaquismo del Instituto Catalán de Oncología (ICO).

De hecho, hace poco, la Sociedad Española de Cirugía Torácica y Neumología (SEPAR) ha advertido que «se han encontrado sustancias idénticas a las que lleva la opción convencional» y que podrían ser carcinogénicas. Según la SEPAR, aunque no hay evidencias científicas respecto a la seguridad y los efectos de los cigarrillos electrónicos a largo plazo sobre la salud humana, es muy posible que tengan efectos adversos y piden cautela al utilizarlos.

Nicotina para la adicción

No obstante, lo más preocupante de los «e-cigarrillos» es que, puesto que lo que atrapa a los fumadores es la nicotina, las compañías fabricantes han empezado a incluir una pequeña cantidad en ellos para crear adicción. La nicotina no es cancerígena pero sí adictiva, por lo que incorporarla en estos cigarrillos favorece que haya fumadores que abandonen los convencionales y se pasen a la opción electrónica. Esto explicaría que una parte de sus usuarios fracase a la hora de intentar dejar de fumar. Sin embargo, en el Congreso Europeo de Respiratorio se presentaron al menos dos estudios que indicaban que pueden servir para dejar de fumar, según Gea.

En España, aún no hay datos de qué sucede con los cigarrillos electrónicos. En EE.UU., según su «Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad», ya se ha visto que muchos adolescentes se incorporan al hábito tabáquico a partir de ellos. «Los prueban porque son la última moda, y tienen la etiqueta de que no son malos para la salud. Pero, como llevan nicotina, se enganchan y lo hacen a una edad temprana», señala Esteve Fernández.

Falta de regulación en los cigarrillos electrónicos

En la actualidad, se debate una nueva directiva sobre tabaco en la Unión Europea, en la que se incluirán algunos puntos referentes a los cigarrillos electrónicos. Así, se discute si los que llevaran cierta concentración de nicotina, hasta cuatro miligramos, deberían venderse en farmacias o con receta médica y también si deberían prohibirse en lugares cerrados.

En opinión de Esteve Fernández, “han proliferado demasiado alegremente, con falsas promesas de que permiten dejar de fumar y con la idea de que se pueden utilizar en todas partes. Desde el punto de vista de la salud pública, a los sanitarios nos preocupa que se vuelva a fumar en bibliotecas, pabellones de deportes, hospitales, escuelas, gimnasios o en aviones, donde está prohibido, y que se vuelva a normalizar el consumo de tabaco”.

A juicio de los profesionales sanitarios, la irrupción en el mercado de los “e-cigarrillos” ha pecado de una falta de regulación, ya que no han tenido que superar los mismos controles que un producto sanitario, sino que se han regulado como un producto de consumo, cuando las inhalaciones que se realizan con ellos pueden afectar a la salud de las personas. Por eso, también reivindican que se prohíba usarlos en los mismos recintos y espacios públicos, profesionales y lúdicos, donde la legislación española, una de las más avanzadas, los ha vetado.

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