Cuidarse después de un trasplante de hígado

Incumplir el tratamiento inmunosupresor después de un trasplante de hígado puede provocar el rechazo del injerto hepático
Por Montse Arboix 9 de diciembre de 2013
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Tras un trasplante de hígado, tan perjudicial es no tomar la medicación inmunosupresora como hacerlo en unas pautas distintas a las prescritas. Sin embargo, las consecuencias pueden ser muy graves, ya que pueden provocar el rechazo del órgano, incluso a corto plazo. Para concienciar a las personas trasplantadas sobre estos y otros aspectos, la Federación Nacional de Enfermos Trasplantados y Hepáticos (FNETH) quiere formar a pacientes expertos para que enseñen lo aprendido a otros afectados. En este artículo se explica la importancia de la adherencia terapéutica a los inmunosupresores y las consecuencias de no hacerlo. Además, se apuntan algunos de los motivos por los que los pacientes dejan de tomar esta medicación, tan importante para su supervivencia.

Aunque no se dispone de datos cuantificados, los pacientes trasplantados de hígado tienen una mala adherencia a los tratamientos inmunosupresores, a pesar de que a muchos les cueste reconocerlo. No obstante, no tomar esta medicación o hacerlo de manera distinta a la pautada por el médico puede tener resultados muy perjudiciales, ya que puede provocar un rechazo del injerto hepático a corto plazo (rechazo agudo del injerto) y a largo plazo (rechazo crónico del injerto). Además, este órgano no avisa, y cuando surgen las primeras señales de que no funciona bien, puede ser tarde, es muy posible que el fallo del hígado ya sea inminente y resulte más difícil de solucionar.

Para poner remedio a esta situación, desde la Federación Nacional de Enfermos Trasplantados y Hepáticos (FNETH) entidad que pertenece a la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE) ha celebrado el primer Curso de paciente experto en adherencia a tratamientos inmunosupresores, con el fin de sensibilizar a los receptores de un hígado sobre la importancia de cumplir de manera correcta la terapia para conservar el órgano. Y es que se ha detectado que, después de la intervención, los trasplantados «se encuentran tan bien y su situación es tan favorable, que a muchos pacientes se les olvida que han sido trasplantados y resulta difícil seguir con la obligación de tomar el tratamiento», reconoce Antonio Bernal Jiménez, presidente FNETH.

El tratamiento inmunosupresor en el trasplante

Los fármacos inmunosupresores evitan que el organismo rechace el órgano intruso. Para ello, disminuyen las defensas del organismo con el objetivo de que no lo ataque, lo que, a su vez, hace que los pacientes sean más susceptibles a las infecciones. Así, otro de los objetivos del curso ha sido sensibilizar a los afectados sobre las precauciones que deben tomar para evitarlas.

A pesar de que no son habituales las interacciones de los inmunosupresores con otros medicamentos, se recomienda consultar con el hepatólogo

Por otro lado, a pesar de que no son habituales las interacciones de los inmunosupresores con otros medicamentos, se recomienda siempre consultar con el hepatólogo, «por si pudieran alterar las cantidades de inmunosupresor en sangre, ya que se deben mantener los niveles entre unos mínimos, para no tener rechazo, y unos máximos, para evitar la intoxicación», advierte Bernal. De igual manera, también hay que informarle sobre si se toman plantas medicinales, ya que algunas son hepatotóxicas y pueden afectar de forma grave al hígado trasplantado.

Pero, ¿tienen los inmunosupresores muchos efectos secundarios? Bernal es tajante: «Muchísimos. Y es una causa de la falta de cumplimiento». Resulta difícil que los pacientes tengan adherencia a estos tratamientos, porque no ven ninguna diferencia entre ingerirlos o no hacerlo, no hay resultados a corto plazo, «a diferencia de lo que ocurre cuando una persona se toma un calmante y nota que le desaparece el dolor», pone como ejemplo.

Pueden consumir menos cantidad, e intentar engañar al médico, y volvérselo a tomar en las dosis adecuadas pocos días antes del control con análisis de sangre. «Esta es una de las tentaciones para evitar los efectos secundarios, aunque es muy peligroso», informa.

Lo que sí resulta útil es tomar precauciones para evitar los efectos secundarios conocidos, como un mayor riesgo a sufrir cáncer de piel. Por ello, deben ser cuidadosos con la exposición al sol y aplicarse cremas con un fotoprotector elevado todo el año. La hipertensión arterial es otra consecuencia desfavorable, aunque se controla de manera fácil con los antihipertensivos habituales.

Aunque parece ser que el motivo de no tomarse alguna dosis es más bien por olvido que debido a los efectos secundarios, se aprecia una diferencia significativa en la adherencia al tratamiento en personas con entorno familiar estable y personas sin pareja, siendo estos últimos los menos cumplidores.

Obesidad, tabaco y alcohol en el cáncer de hígado

A nivel mundial, la incidencia de cáncer de hígado es mayor en las zonas donde hay mayores tasas de infección del virus de la hepatitis C, de alcoholismo y de obesidad. En España se detectan cada año entre 10 y 11 casos de cáncer de hígado por cada 100.000 habitantes, aunque este porcentaje se dispara cuando, además, ya se sufre cirrosis. Pero hay otro actor de peso en su desarrollo, que ha sido motivo de controversia hasta ahora: el tabaquismo. Parece ser que cuando está presente junto con los otros factores de riesgo, aumentan las probabilidades de sufrir cáncer hepático.

Para intentar aclarar este asunto, investigadores de la Universidad de Michigan (EE.UU.) realizaron un estudio en el que comparaban grupos de personas con cáncer hepático, pacientes con cirrosis y personas sanas y, con un análisis retrospectivo, su estilo de vida, esto es, número de cigarrillos si eran fumadores, cantidad de alcohol e índice de masa corporal. Los resultados, publicados en el ‘Journal of Hepatology’, concluían que cuando en un individuo se daban dos o más de estos factores de riesgo a la vez, incrementaba la probabilidad de tener cáncer de hígado en un 50% comparado con quienes solo tenían uno. Por ello, los autores creen que es necesario separar a los pacientes con cirrosis según su estilo de vida, para implementar estrategias de vigilancia más estrechas relacionadas con el mayor o menor riesgo de sufrir cáncer hepático.

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