Rascado compulsivo

El paciente no puede evitar manipular la piel hasta producirse hemorragias y dolor para liberar su ansiedad
Por Clara Fraile 26 de julio de 2004

El rascado compulsivo supone cerca del 2% de las consultas de los dermatólogos. Los aquejados por esta dolencia sienten de manera continua un picor localizado en alguna parte de su cuerpo que no pueden mitigar rascándose. De hecho, en muchas ocasiones el rascado de la zona provoca que el picor aumente. Además, los especialistas en sus análisis no encuentran alteraciones metabólicas que causen el prurito, por lo que no existe un motivo aparente para sentir ese picor. Los dermatólogos aseguran que al menos un 40% de las enfermedades cutáneas tienen que ver con factores emocionales.

Picor subjetivo pero real

No existe una picadura ni una enfermedad cutánea, en todo caso una pequeña imperfección de la piel o una lesión previa. Sin embargo, el picor es constante y no se calma por mucho que nos rasquemos. Los dermatólogos aseguran que no hay motivo aparente para sentir ese prurito, pero las ganas de rascarse son irrefrenables.

Ante un cuadro de estas características, donde rascarse se convierte en algo metódico y no comporta un alivio, sino que se hace inevitable y feroz hasta el punto de producir hemorragia y dolor, los especialistas hablan de “un trastorno por descontrol de impulsos” llamado “rascado compulsivo”. De esta forma lo cataloga el doctor Gabriel Rubio, jefe de Salud Mental del distrito Retiro en Madrid y coautor del libro Impulsividad (Ed. Ars Médica, 2003).

“El picor es una sensación subjetiva, por eso los pacientes tienden a rascarse e incluso a hacerse úlceras. Se trata de un acto compulsivo porque quienes sufren este trastorno tienen una gran dificultad para evitar rascarse, a pesar de sus consecuencias negativas” revela el doctor Rubio.

Los especialistas explican que el síntoma subjetivo más importante en las consultas de dermatología es el prurito. Éste puede ser sintomático de múltiples afecciones sistémicas (corporales), hepáticas y renales principalmente, también pueden acompañar a múltiples dermatosis, o aparecer como una manifestación de situaciones estresantes o de ansiedad. Este último caso se conoce como ‘prurito sine materiae’, ya que en la analítica no se encuentra ningún parámetro hemático o bioquímico alterado”, aclara el doctor Antonio Rodríguez Pichardo, coordinador de la Asociación Española de Dermatología y Psiquiatría.

Mecanismo de liberación

El episodio de rascado compulsivo se puede desencadenar ante la manipulación de pequeñas irregularidades de la superficie cutánea (picaduras de insectos, granitos, una herida, acné…), o sobre piel normal. Lo primero que observa el dermatólogo es la lesión que se ha practicado el propio paciente, la herida, descamación, pigmentación o rugosidad en la zona. “Si no hay presencia de ninguno de estos síntomas es que no se rasca demasiado” comenta la responsable del servicio de Dermatología del Hospital Doce de Octubre de Madrid, Aurora Guerra Tapia.

Rodríguez Pichardo, jefe clínico del Servicio de Dermatología del Hospital Virgen de la Macarena de Sevilla, afirma que los dermatólogos reconocen un caso de rascado compulsivo con el nombre de “Excoriaciones neuróticas”. No obstante, el doctor matiza la utilización de este vocablo aclarando que “estos pacientes no son neuróticos en el sentido que tiene actualmente esta palabra”.

El psiquiatra Gabriel Rubio, jefe de Servicio de Psiquiatría Centro de Salud Mental Retiro de Madrid y la doctora Aurora Guerra, jefe de Sección del Hospital Universitario 12 de Octubre, coinciden en que el rascado compulsivo presenta algunas características similares con el cuadro de la tricotilomanía (el trastorno de arrancarse el pelo). La mayoría de estos pacientes, según Rodríguez Pichardo, sufre Trastorno Obsesivo-Compulsivo (T.O.C.), o bien son depresivos. A continuación presentamos, con la ayuda de estos tres expertos, algunas de las claves de este desorden:

  • La manipulación de la piel o el pelo se convierte en un mecanismo de liberación de la ansiedad.
  • Estos cuadros son mas frecuentes en mujeres que en hombres.
  • Se asocian a épocas de conflicto y frustración, como la adolescencia y la juventud, o los exámenes. También a etapas como la ancianidad.
  • Afecta más a quienes poseen algunas características de la personalidad como cierto carácter obsesivo, un alto nivel de autoexigencia o un carácter muy meticuloso y poco flexible.
  • La gravedad de este tipo de trastornos, que empeoran con la llegada de situaciones de tensión, se manifiesta en las lesiones que se produce el propio paciente.
  • Los dermatólogos normalmente son capaces de reconducir los casos más leves. Cuando hay heridas graves el especialista de la piel, por lo general, deriva a los pacientes hacia las áreas de salud mental. El psiquiatra emprenderá un tratamiento que puede durar unos seis meses hasta que el paciente aprenda a controlar sus deseos de rascarse.
  • La aparición de estrés psicosocial (muerte de un ser querido, conflicto conyugal, cambios en el trabajo…) precede a la exacerbación de las excoriaciones en un porcentaje de casos que varía entre el 30% y el 90%, según Rodríguez Pichardo.
  • Es difícil evitar las recaídas. “Quien sufre un trastorno compulsivo es como un adicto, que aunque esté curado se encuentra siempre en remisión”, explica la doctora Guerra. El paciente debe estar atento, procurar llevar una vida sana, eliminar el estrés en lo posible y ponerse en contacto con su médico en cuanto detecte que comienza el brote, porque será más fácil atajarlo.
  • La familia no debe reprender ni prohibir a quien padece este trastorno, sino intentar ayudarle y comprenderle.

Quien se rasca de forma compulsiva y se siente incapaz de renunciar a este hábito suele elegir una zona de su cuerpo hasta hacerse sangre. Normalmente es un hombro, una mejilla o el cuello. La duración puede ser de horas, puede ritualizarse tanto en el tiempo como en el lugar, por ejemplo en la habitación a la hora de acostarse. Tanto psiquiatras como dermatólogos aseguran haber visto cuadros alarmantes, “auténticas barbaridades”, y recuerdan casos de pacientes con verdaderas perforaciones en alguna de las zonas mencionadas o en piernas y brazos.

Diagnóstico y tratamiento

“Normalmente el rascado compulsivo que origina lesiones cutáneas se encuentra pocas veces entre pacientes con dermatosis (enfermedades de la piel), a no ser que padezcan de algún proceso psiquiátrico. “Por lo general, el rascado no provoca úlceras o exulceraciones”, explica Rodríguez Pichardo, mientras comenta que sí hay una enfermedad cutánea, el acné, cuyas lesiones llegan a traumatizar a los pacientes.

Esta dolencia puede representar, según los dermatólogos consultados ante la inexistencia de estadísticas muy fiables, alrededor del 2% de los casos. No obstante, la persona que no puede reprimir las ganas de rascarse, arañarse, pellizcarse o frotarse la epidermis es consciente de su conducta autodestructiva y suele acudir al especialista de la piel. El procedimiento es el siguiente:

  • En primer lugar, para establecer un diagnóstico de rascado compulsivo, el dermatólogo ha de descartar la existencia de otras enfermedades. La doctora Guerra especifica que lo primero que se debe averiguar es si existen alteraciones metabólicas, ya que algunas enfermedades incluyen en sus síntomas la sensación de comezón.
  • Una vez que el médico está seguro de que se encuentra ante un caso de rascado compulsivo, se inicia un tratamiento oral con ansiolíticos, antidepresivos o psicotropos (tranquilizantes) y, simultáneamente, un tratamiento por vía tópica para hidratar la piel, evitar la sequedad y, en definitiva, lograr que la zona afectada deje de molestar al paciente.
  • Como parte de la terapia, además de la información adecuada sobre la propia enfermedad para que el paciente ya no sienta miedo ante “lo desconocido”, pueden incluirse técnicas de relajación, psicoterapia de grupo, etc.
  • Algunos dermatólogos suelen recomendar también un buen corte de uñas, la utilización de ropa cómoda y de fibras naturales o tapar el área excavada.

“Habitualmente el tratamiento es psiquiátrico, aunque el dermatólogo tiene que hacer el seguimiento, curas locales etc.”, afirma Rodríguez Pichardo. Pero su colega, la doctora Guerra, comenta que hay pacientes que se niegan a aceptar que sufren un trastorno mental. Entonces es el dermatólogo quien se responsabiliza de buscar un tratamiento que se adecue a este trastorno, ya que también puede recetar los psicofármacos precisos.

La mente y la piel

La piel es un órgano externo que manifiesta problemas internos. Es el auténtico espejo del alma para los dermatólogos, quienes aseguran que el 40% de los pacientes que llegan a sus consultas tiene algún trastorno psiquiátrico o malestar psicológico asociado.

No está demostrado que la mente origine trastornos de la piel, pero como dice la doctora Aurora Guerra, los especialistas en Dermatología observan que muchas personas con problemas cutáneos presentan trastornos psicológicos, y que personas con trastornos nerviosos ven afectado su sistema inmune en lo que se refiere a la piel.

El doctor Rodríguez Pichardo engloba dentro de las manifestaciones cutáneas de trastornos psiquiátricos, además de las excoriaciones neuróticas, la dermatitis artefacta (autolesiones para llamar la atención), la ya mencionada tricotilomanía y la glosodinia (síndrome de boca ardiente). Menciona también las enfermedades de la piel que empeoran con el estrés, como la psoriasis (placas eritematosas), la dermatitis atópica (enrojecimiento, prurito intenso y sequedad), y el liquen plano (inflamación, prurito…). Por otro lado, este especialista quiere remarcar que todas las lesiones cutáneas que se encuentran en zonas visibles originan un cierto malestar en quien las padece, “sobre todo por los comentarios de las demás personas”.

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