Superar el fallecimiento de una mascota
La muerte de una mascota suele precisar en niños y personas muy mayores tratamiento psicológico
- Autor: Por
CLARA BASSI
- Fecha de publicación: lunes 13 octubre de 2008

Numerosos acontecimientos en la vida de una persona pueden ser causa de estrés. Uno de ellos es la muerte de una mascota, un hecho no demasiado entendido por las personas que no conviven con animales, pero que puede provocar un profundo pesar en quienes sí lo hacen y sufren su pérdida. Cuando fallecen, la salud psíquica y física de sus dueños puede resentirse, a veces hasta el punto de precisar atención psicológica.
El duelo por un animal de compañía
Como ocurre con otras pérdidas, las personas que sufren la de un animal querido tienen que pasar por un proceso de duelo. Según Gesa, el duelo por esta muerte tiene una duración parecida a la de una depresión posparto, de unos dos meses, y todo lo que sea superar este tiempo podría empezar a considerarse un duelo patológico. En estos casos sería aconsejable consultar a un psicólogo. Sin embargo, muy pocas personas piden ayuda a un especialista.
Cabe recordar que los principales afectados son ancianos, que no suelen solicitarla, y niños, que obviamente no recurren a ella a menos que lo hagan sus padres. “Acudir al psicólogo no debe dar vergüenza. Problemas como este e, incluso, más banales, pueden afectar a la persona más de la cuenta y cuando esta situación dura un tiempo largo, es necesario acudir a este profesional”, recomienda Gesa.
El duelo por una mascota comprende varias fases que pueden superponerse y que no necesariamente siguen un orden consecutivo. Una de las clasificaciones de estas distintas fases es la de Elisabeth Kübler Ross, psiquiatra y autora de diversos libros sobre el proceso de morir: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación.
La primera fase, de negación, es una etapa de incredulidad, en la que los afectados por la muerte de un ser querido no acaban de creerse su pérdida y la niegan constantemente e, incluso, según Kowalski, algunos llegan a oír respirar al animal.
En fase de la ira o enojo, la segunda, afloran sentimientos de rabia y frustración por la pérdida experimentada.
En la tercera fase, o de negociación, la ira se va disipando a la vez que se va afrontando lo sucedido.
En la cuarta fase o de depresión -que también se puede experimentar desde las anteriores fases de la ira y la negociación- se siente la pena por la separación del ser querido.
Y en la quinta, o de aceptación, se acepta la pérdida y se recobra la esperanza en la vida.
Una vez que se ha superado el duelo, los amantes de los animales pueden plantearse la convivencia con una nueva mascota. Aunque la muerte de una de estas criaturas sea reciente, la veterinaria Beatriz Morén recomienda no demorar mucho la adquisición de otra mascota a las personas que estén seguras de querer vivir con animales. Nunca reemplazarán totalmente el vacío que sienten.
Al respecto, Gesa afirma que reemplazar al animal fallecido con una nueva mascota puede ser una buena medida para recuperarse del golpe, aunque nunca de manera continuada a su muerte. “Antes hay que pasar el duelo por su pérdida, al igual que con una persona. Es bueno sentirse triste, llorar e, incluso, enfadarse con el mundo, negarlo y, con el tiempo, reemplazar a la mascota“.
Adquirirla demasiado pronto podría ser contraproducente para los niños, que podrían llegar a “coger manía al nuevo animal, al tener otro carácter y ser diferente” al querido compañero de juegos que han perdido. Y, en el caso de una persona de edad avanzada, hay que asegurarse de que está en condiciones de hacerse cargo de un nuevo amigo y que éste estará bien atendido.