Vitamina D y los peligros del exceso: por qué no debes tomarla por tu cuenta

La vitamina D es necesaria para el organismo y muy beneficiosa para la salud, pero consumirla en exceso puede ser muy dañino y desencadenar problemas graves
Por F. J. Recio 11 de mayo de 2021
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Imagen: Pixabay

Consumir más vitamina D de la necesaria puede ser muy perjudicial para nuestra salud. Los excesos provocan altos niveles de concentración de calcio en sangre, que pueden desencadenar un fallo renal. Ingerir suplementos de vitamina D sin control médico es el motivo de estos problemas. La exposición al sol y tomar ciertos alimentos, en lugar de recurrir a suplementos, puede ayudarnos a mantener unas cotas de vitamina D adecuadas para nuestra salud. Repasamos cuáles son los niveles óptimos de vitamina D, qué ocurre si los superamos y cómo podemos devolverlos a la normalidad.

La vitamina D se ha hecho muy popular en los últimos meses. A sus ya conocidos beneficios para mejorar la salud de nuestros huesos se ha sumado una nueva propiedad: proteger contra el coronavirus. Ciertos estudios médicos avalan una relación entre el déficit de vitamina D y una mayor probabilidad de enfermar gravemente de covid-19. Por el contrario, otras publicaciones aseguran no poder establecer un vínculo entre ambas circunstancias.

A la espera de que la comunidad científica se ponga de acuerdo, muchas personas han seguido el refranero español al pie de la letra y, con la máxima de “más vale prevenir que curar”, han incorporado suplementos de vitamina D a sus vidas sin ninguna supervisión médica. Lejos de curar, esta prevención ante la enfermedad ha provocado un aumento de casos por toxicidad de vitamina D.

La acumulación de calcio en sangre (hipercalcemia) es la principal consecuencia del exceso de vitamina D. Ese calcio extra se deposita por todo el organismo, sobre todo en los riñones, los vasos sanguíneos, los pulmones y el corazón. Cuando esto ocurre, los riñones sufren lesiones y pérdida funcional irreversibles, lo que evoluciona a una insuficiencia renal.

Vitamina D, toxicidad y contraindicaciones de su exceso

La vitamina D se obtiene de tres maneras: a través de la piel por la exposición solar, en la dieta y tomando suplementos. Según datos de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), el 40 % de la población adulta tiene carencia de vitamina D, un porcentaje que asciende al 80-100 % a partir de los 65 años. ¿Por qué ocurre?

Tal y como indican desde la SEEN, para obtener la suficiente vitamina D por síntesis cutánea hay que exponer la piel a la luz solar un mínimo de tres veces por semana durante al menos 20 minutos. Todo el año. Pero no lo hacemos porque la posición de España (por encima del paralelo 35ºN) no ayuda en los meses de invierno y primavera; y tampoco lo hacen las altas temperaturas en verano.

Por lo que respecta a la dieta, los españoles no destacamos por consumir grandes cantidades de alimentos ricos en vitamina D o enriquecidos con ella.

¿Qué nos queda? Los suplementos en vitamina D. Estos pueden ser la herramienta perfecta para compensar el déficit, pero siempre deben tomarse bajo supervisión médica. Si no lo hacemos y nos pasamos con las cantidades, correremos el riesgo de causarnos toxicidad por vitamina D o hipervitaminosis D.

La toxicidad por vitamina D provoca altas concentraciones de calcio en sangre o hipercalcemia. Los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. (NIH) advierten de las consecuencias del consumo excesivo de vitamina D, “las concentraciones demasiado elevadas en la sangre (superiores a 150 ng/mL) pueden causar insuficiencia real, arritmia y hasta la muerte”. Alcanzar estos niveles en sangre supone consumir a diario dosis muy altas de vitamina D, entre 600 y 100 veces más de la cantidad recomendada.

Síntomas de hipervitaminosis D y efectos secundarios

Como se describe en el ‘Manual MSD‘, especializado en publicaciones médicas, “los primeros síntomas de toxicidad por vitamina D son pérdida del apetito, náuseas y vómitos, seguidos de debilidad, nerviosismo e hipertensión arterial. Puesto que la concentración de calcio es alta, el exceso se deposita por todo el organismo, sobre todo en los riñones, los vasos sanguíneos, los pulmones y el corazón. Los riñones llegan a sufrir lesiones y pérdida funcional irreversibles, que evolucionan a insuficiencia renal”.

El tratamiento por toxicidad de vitamina D implica suprimir los suplementos y restringir el calcio en la dieta. Además, el médico puede recomendar un mayor aporte de líquidos por vía intravenosa y pautar ciertos fármacos, como corticoesteroides o bifosfonatos para inhibir la liberación de calcio en los huesos.

Qué alimentos son fuente de vitamina D

La vitamina D es una vitamina liposoluble, lo que quiere decir que se encuentra en las partes grasas de los alimentos, por lo que no está presente ni en las verduras ni en las frutas. Además, hay alimentos enriquecidos con vitamina D que también aportan una cantidad extra de esta vitamina, como los cereales para el desayuno o ciertas leches enriquecidas.

Alimentos ricos en vitamina D

  • Pescados grasos y azules: trucha, salmón, atún, sardina, jurel, boquerón, palometa, dorada y caballa. También los aceites de hígado de pescado son ricos en esta vitamina.
  • Huevos.
  • Hígado de pollo y ternera.
  • Leche entera.
  • Mantequilla.
  • Queso.
  • Hongos y setas.

Para qué sirve y cuáles los valores normales de vitamina D

La vitamina D desempeña un papel sustancial en el metabolismo mineral óseo regulando los niveles de calcio en sangre, estimulando su absorción y favoreciendo su reabsorción a nivel renal. Además, tiene destacados efectos extraóseos al ser capaz de inhibir la proliferación e inducir la diferenciación de múltiples células, modular el sistema inmunológico y promover la secreción de insulina.

El déficit prolongado de vitamina D puede provocar osteomalacia en los adultos y raquitismo en los niños. Esta carencia también puede causar una disminución progresiva del hueso, desencadenando una osteopenia y osteoporosis.

Para diagnosticar el déficit de vitamina D hay que realizar un análisis de sangre. Los valores óptimos se establecen por encima de 30 ng/mL, de acuerdo de los expertos y de la mayoría de las sociedades científicas. Por debajo de 10 ng/mL se consideran deficiencia y entre 10 y 20 ng/mL insuficiencia.

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