Se cumple una década del devastador paso del huracán «Mitch» por Centroamérica

Más de 19.000 personas murieron o desaparecieron y hubo 2,5 millones de damnificados
Por EROSKI Consumer 22 de octubre de 2008

El 22 de octubre de 1998 el huracán «Mitch» asoló Centroamérica. La fuerza del agua destruyó carreteras, dejó la región incomunicada y se llevó por delante cientos de miles de viviendas. «Mitch» causó 9.975 muertos y 9.062 desaparecidos, y casi dos millones y medio de damnificados. Nicaragua y Honduras fueron los países más afectados. La vulnerabilidad institucional, ambiental, política y social en estos países configuró un caldo de cultivo que multiplicó los efectos del ciclón.

Cuando se producen este tipo de desastres «la respuesta humanitaria es necesaria y fundamental para salvar vidas y aliviar el sufrimiento humano, pero es insuficiente si queremos actuar sobre las causas que llevan a estas situaciones de desastre. Por ello es necesario integrar la reducción de riesgos y prevención de desastres en las políticas y planes de desarrollo y humanitarios», explica María Jesús Izquierdo, responsable de gestión de riesgos y acción humanitaria de Ayuda en Acción.

Esta ONG recuerda que, según la ONU, por cada euro invertido en prevención se ahorrarían siete en ayuda humanitaria y, sobre todo, en sufrimiento humano y pérdidas económicas que estas situaciones provocan en las poblaciones afectadas. A su juicio, los gobiernos de los países afectados, las agencias y organizaciones de cooperación internacional tienen que dedicar esfuerzos y recursos para garantizar que la reducción de riesgos y la prevención de desastres constituyen una prioridad en las agendas políticas.

Haydeé Castillo, responsable de los proyectos de Ayuda en Acción en el área de desarrollo de Nueva Segovia (Nicaragua), señala que «el huracán ‘Mitch’ fue un fenómeno natural que puso de manifiesto los altos niveles de vulnerabilidad institucional, ambiental, política y social de Centroamérica». Por tanto, «evidenció que el modelo político y económico de hacer desarrollo más bien estaba agudizando la pobreza y, por tanto, la vulnerabilidad».

Mentalidad preventiva

Esta ONG destaca la importancia de tener una mentalidad preventiva, armonizar cada acción con el medio ambiente y los recursos naturales para construir espacios más seguros y sostenibles. Hoy muchas comunidades han aprendido a configurar sus planes y comités de prevención de desastres.

Un ejemplo de la aplicación de la política de reducción de riesgos es la comunidad de San Pablo, en Nueva Segovia. Ayuda en Acción indica que tras el paso del «Mitch» se llevó a cabo en esta zona un proyecto de reasentamiento de la comunidad en un entorno seguro en coordinación con diferentes actores, entre ellos, la propia población afectada, el gobierno local y nacional, las agencias de Naciones Unidas y otras ONG. «Diez años después, esta población cuenta con casas seguras que ellos mismos levantaron respetando sus técnicas de construcción», asegura la organización.

Además, se han desarrollado proyectos de seguridad alimentaria, creando sus propias capacidades económicas productivas. La diversificación de los cultivos ha permitido, por un lado, evitar la deforestación de los suelos (lo que favorece a la prevención de riegos) y, por otro, mejorar su nivel de nutrición.

Desde que el ciclón pasó por Honduras y Nicaragua, también se han implementado proyectos vinculados con educación, como la promoción del acceso a la escuela, dotación de material a miles de niños, programas de educación para adultos, becas, formación de educadores, e incluso actividades recreativas y de terapia psicológica.

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