La profesión de mago, vivir de la ilusión

En España hay entre 50 y 100 profesionales de la magia, una profesión que carece de título acreditativo y regulación
Por María Torrens 20 de abril de 2008
Img magia art

La formación

Profesionales como el Gran Houdini, David Copperfield o Juan Tamariz han hecho soñar a muchos con sus números de magia, los han dejado con la boca abierta al hacer desaparecer una paloma o convertirla en flor, los han maravillado liberando sus brazos encadenados sumergidos en un tanque de agua y los han hecho reír con sus trucos y ocurrencias. Ellos son los más famosos, pero también hay otros que han conseguido hacerse un hueco en el mundo de la fantasía y convertirlo en su trabajo. No son muchos, en España rondan el centenar, porque para ser un mago hace falta algo más que sacarse unas cuantas monedas de la chistera.

Un largo aprendizaje

Hablar de la profesión de mago exige hacerlo también de la etapa de aprendizaje, un punto especialmente destacable teniendo en cuenta que no existe título alguno que acredite a los ilusionistas de forma oficial. Aun así, existen escuelas de magia en las que los profesionales acercan el mundo de la fantasía y de los trucos a todo el que esté interesado en aprender. En ellas se forman futuros ilusionistas, que en su mayoría pretenden únicamente disfrutar de su afición. Quien desee llegar al nivel más alto, necesitará estudiar y practicar durante cuatro años, como sucede en la veterana escuela de magia dirigida por Ana Tamariz, la hija del archiconocido Juan Tamariz. Los cursos constan de pocas horas semanales, que habitualmente se imparten fuera del horario laboral; en el año de iniciación, por ejemplo, los alumnos sólo deben acudir a dos horas de clase semanales, aunque también pueden asistir a cursos intensivos durante los fines de semana.

Aunque las escuelas son un apoyo para formarse como mago, son muy numerosos los ilusionistas autodidactas

En las escuelas acercan a los alumnos a las diversas ramas del ilusionismo. Desde lo más sencillo -al menos aparentemente- como la cartomagia (juegos con barajas de cartas) o la numismagia (trucos con monedas), hasta demostraciones más sofisticadas como el mentalismo (telepatía, hipnosis, etc.) o el escapismo (liberación de unas esposas o cadenas). Más adelante, cada uno decidirá en qué desea especializarse. En muchos casos, también aprenden globoflexia, el arte de dar forma a los globos y convertirlos en esculturas de látex y color.

Las escuelas de magia son un buen apoyo para el futuro mago, pero obviamente no es obligatorio asistir a una para poder ejercer la profesión. El ilusionista puede formarse en exclusiva de manera autodidacta, bebiendo de fuentes como los libros, practicando con instrumentos de magia, buceando en Internet, acudiendo a actuaciones de otros magos, a congresos del sector…

Vivir de la ilusión

Es difícil, pero no imposible abrirse paso en el mundo de la magia y vivir de ello dignamente. La prueba fehaciente es Jorge Blass, uno de los ilusionistas más destacados del panorama actual. Este discípulo de Tamariz ha alcanzado fama gracias a la televisión, donde en la actualidad copresenta “Nada x aquí” en Cuatro, y posee prestigiosos premios como el Frakson al mejor mago del año en España, y la Varita Mágica de Oro de Montecarlo.

La afición a la magia reúne a personas de todo tipo y, tal y como relata el mago, en las escuelas de magia es fácil encontrar a un abogado, un estudiante, un ama de casa… “gente variopinta, que no tiene nada que ver entre sí, pero que disfruta de la misma pasión.” Para iniciarse en el arte de la fantasía, Blass aconseja recurrir a la editorial “Páginas”, especializada en libros de magia, especialmente al libro del Padre Ciuró -un sacerdote mago ya fallecido-, que es un referente para muchos ilusionistas en España: “La Prestidigitación al alcance de todos”.

Encontrar empleo como mago

Hacer del ilusionismo una forma de ganarse la vida no es sencillo. En un país en el que existe un título casi para cada actividad, los magos carecen de documento oficial alguno que acredite su profesionalidad. Es cierto que existe la Sociedad Española de Ilusionismo (SEI), con sede en Barcelona y extendida por todo el país; una agrupación que reúne a magos profesionales y “amateurs” para compartir su pasión y conocimientos en la materia, y en la que pueden encontrar una plataforma desde la que promocionarse.

La ley incluye el oficio de mago bajo el apartado de actividades artísticas en el grupo 016 de “humoristas, caricatos, excéntricos, charlistas, recitadores, ilusionistas, etc.”

La regulación de la profesión es prácticamente inexistente. Los magos no obtienen más que una mención explícita en el Impuesto de Actividades Económicas, que grava el mero ejercicio de cualquier actividad económica, y por tanto atañe especialmente a los trabajadores que están registrados bajo el régimen de autónomos. El Real Decreto 1175/1990 de 28 de septiembre incluye este oficio que nos ocupa bajo el apartado de actividades artísticas en el grupo 016 de “humoristas, caricatos, excéntricos, charlistas, recitadores, ilusionistas, etc.”

No teniendo, pues, apenas amparo profesional, Blass opina que la mejor carta de presentación de un mago es su trabajo, sus actuaciones.. y que el boca a boca hará el resto. Naturalmente, una buena forma de publicitarse es diseñar una página web propia. El presidente de la SEI, Josep Roma, añade que “las empresas son la principal fuente de ingresos” de un mago, con sus convenciones y fiestas. A ellas le siguen los clientes o contratantes para las clásicas actuaciones en comuniones, fiestas de cumpleaños, etc. Hay algunas compañías dedicadas a la organización de actuaciones de magia para todo tipo de eventos, pero recurren mayoritariamente a ilusionistas renombrados que ya han trabajado por su cuenta, con lo que parece inevitable tener que darse de alta como autónomo para dedicarse a esta profesión.

Las empresas son el principal mecenas de los ilusionistas, y gracias a sus fiestas y convenciones, la demanda de magos está garantizada

Las actuaciones esporádicas en lugares distintos, y para un público diferente cada vez, son el día a día de un mago, aunque existen más salidas laborales. De forma complementaria a los propios shows, pueden impartir clases y conferencias, ejercer de asesores de “efectos mágicos”, o colaborar en el montaje y puesta en escena de algún evento, como hacen Ana Tamariz y Jorge Blass, quien ha prestado asesoramiento en el conocido musical “La Bella y la Bestia”.

El salario

Con respecto al salario, cabe destacar que en esta profesión el sueldo fijo no existe. Los magos trabajan, sobre todo, a base de “bolos”, según señala Roma, con una duración media de cuarenta y cinco minutos, por la que pueden ganar desde 100 euros -en el caso de un aficionado con un espectáculo sencillo- hasta 5.000 ó 6.000 euros cuando se trata de grandes figuras, con una representación más elaborada. Por su parte, Jorge Blass asegura que, al haber pocos ilusionistas profesionales, existe una gran demanda y por lo tanto “un mago puede ganar 2.000 euros al mes perfectamente. Y en una buena época, más”. En ciertos momentos del año, especialmente en Navidad con todas las convenciones de empresa, todos los ilusionistas profesionales están ocupados con actuaciones y hay empresas que no encuentran a un mago que pueda amenizarles la velada, según añade el joven mago.

Los ingresos, que oscilan entre 100 y 6.000 euros por actuación según el nivel del mago, pueden alcanzar los 2.000 euros mensuales

Además de los gastos en cuotas que lleva el ser autónomo, la Sociedad General de Autores cobra a los ilusionistas por sus espectáculos en lugares públicos como un teatro o equivalente. En el régimen de tarifas de la SGAE existe un apartado referente al < a href="http://www.sgae.es/resources/ilusionismo.pdf">“Ilusionismo y prestidigitación” que establece el cobro -por derechos de autor- del 4,5% de los ingresos en taquilla por cada representación, tras la deducción del IVA, “siempre que las obras utilizadas sean como complemento de números de ilusionismo o prestidigitación exclusivamente”. Si la duración de los recursos con “copyright” durante una actuación supera la mitad de ésta, el porcentaje de la tarifa de la Sociedad de Autores asciende al 10%. Una medida que no convence a los ilusionistas, que la consideran injusta al estar obligados a pagar una cuota de autores sin percibir nada a cambio.

Los profesionales, como señala Jorge Blass, están luchando para que la SGAE o la Fundación Intérpretes Sociedad de Gestión (AISGE) reconozca su labor. Desde la AISGE, sin embargo, parecen no pensar en cambios y confirman que la Ley de Propiedad Intelectual no incluye a los ilusionistas, que a efectos legales tienen tantos derechos como un presentador de televisión o un torero por sus interpretaciones en público, es decir: ninguno desde el punto de vista del “copyright”.

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