Novedades en la administración de insulina

Un sensor que mide la glucosa, junto con un pequeño dispositivo que inyecta insulina, son avances que mejoran la calidad de vida de los pacientes diabéticos
Por Clara Bassi 29 de mayo de 2011
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Imagen: leafbug

La diabetes de tipo 1 representa un 10% de todas las formas de diabetes. Las personas afectadas necesitan insulina, desde el primer momento, porque su organismo no la produce. En el 90% de los casos consiguen un buen control de sus niveles de glucosa (azúcar) en sangre mediante la inyección de esta hormona con un dispositivo a modo de bolígrafo. Además, en la actualidad, quienes no logran controlarla de forma adecuada, pueden combinar un mecanismo de infusión de insulina con un sensor, mientras se investigan nuevas soluciones terapéuticas, como el páncreas artificial o la obtención de células secretoras a partir de células madre.

La diabetes mellitus tipo 1

La diabetes mellitus de tipo 1 afecta a entre el 0,1% y el 0,2% de la población. En la actualidad, representa el 10% de todos los casos de diabetes. De manera tradicional, este tipo de diabetes se ha asociado con el hecho de ser niño, adolescente o joven, una relación que solo se cumple en la mitad de los casos, ya que el 50% de los diagnósticos de diabetes de tipo 1 se detectan antes de los 15 años y la otra mitad, a partir de esta edad. En esta última mitad, el 25% de los casos se desarrollan en la etapa adulta, bien a partir de 20, 25 o 30 años, o en cualquier época de la vida.

Por esta razón, hace ya cierto tiempo que en los foros científicos se ha descartado referirse a esta diabetes como infantil o juvenil, según informa Ignacio Conget, médico consultor de la Unidad de Diabetes del Hospital Clínic, de Barcelona.

¿Diabetes de tipo 1 o de tipo 2?

El desarrollo de la diabetes de tipo 2 está asociado a un aumento de peso, mientras que la diabetes de tipo 1 se debe a que el organismo no produce suficiente cantidad de hormona para disminuir los niveles de glucosa en sangre (glucemia). Esto sucede casi desde el inicio de la diabetes, en muchos casos, desde la infancia. En los afectados, las células humanas que producen insulina se han alterado.

Este déficit implica que haya que administrar la insulina desde el inicio de la enfermedad, de manera que, a menudo, se les ha denominado “insulinodependientes”. Sin embargo, Conget precisa que, al final de la evolución de la diabetes de tipo 2 muchas personas también pueden necesitarla, por lo que este término puede dar lugar a confusión y es preferible denominar a cada tipo por su nombre: diabetes de tipo 1 y diabetes de tipo 2.

Del bolígrafo a la bomba de infusión

Con el uso de bolígrafos, se consigue un correcto control de la glucemia en la mayoría de los pacientes con diabetes

El 90% de los pacientes con diabetes de tipo 1 se administran insulina con unos dispositivos a modo de bolígrafo, provistos de un depósito y de una aguja en la punta para poder inyectarla. La insulina de acción rápida se inyecta antes de cada comida; la insulina lenta o de acción prolongada, una vez al día. Solo con el uso de bolígrafos se consigue un correcto control de la glucemia en la mayoría de los pacientes.

Cuando a pesar de que se realiza el tratamiento de forma adecuada no se logra un control apropiado, una de las soluciones terapéuticas actuales es colocar al paciente un infusor continuo o bomba de perfusión. Es un pequeño dispositivo, similar a un teléfono móvil, que se cuelga de la cintura u otra parte del cuerpo y que proporciona insulina. Para ello, está cargado y provisto de un pequeño catéter o tubo, a través del cual se administra en pequeñas cantidades de forma continua, en vez de hacerlo en momentos puntuales del día.

No obstante, “la bomba no hace nada de forma automática”. Es el paciente quien la programa para que le administre la cantidad que necesita en cada momento, “por lo que debe estar bien entrenado”, explica el experto. En la actualidad, se estima que utilizan este sistema de bomba de insulina entre un 3% y un 4% de los pacientes con diabetes de tipo 1.

Combinada con glucosensor

Un avance en el tratamiento con bomba de insulina es su combinación con un glucosensor, encargado de hacer medidas continuas de la glucemia cada cinco minutos. Este aparato consta de un sensor que se coloca en el tejido subcutáneo -que se cambia cada quince días- y de un transmisor del tamaño de un teléfono móvil, donde se puede ver el resultado de las mediciones.

El tratamiento con bomba de infusión es una prestación cubierta por el Sistema Nacional de Salud, mientras que los sensores no están financiados y son caros. Quien desee adquirir un sensor continuo de monitorización debe pagarlo. Por esta razón, el uso combinado de este sistema de bomba y sensor es todavía anecdótico en España donde, por ahora, solo lo utilizan unas diez personas, según información de Conget.

Los sensores continuos de glucosa constan de un monitor duradero, con un coste entre 1.500 y 2.500 euros; una parte fungible, que se cambia cada seis o siete días y que cuesta entre 60 y 80 euros; y un transmisor, que dura un año o año y medio y cuyo precio oscila entre 500 y 800 euros.

De la bomba clásica a las «patch-pump»

De la bomba clásica a las

El infusor continuo se conecta al cuerpo del paciente mediante un tubo de pequeñas dimensiones (catéter) que, al final, tiene una cánula de plástico que se inserta debajo de la piel. La insulina pasa por este catéter. Estos pequeños tubos ligados a la bomba pueden llegar a medir 60, 90 o 110 centímetros, según sea para niños o adultos.

Los pacientes lo disimulan de distintas maneras: en el bolsillo, en la ropa interior, entre las piernas, etc. No obstante, a algunos no les importa llevar la bomba de insulina a la vista. Hoy en día, su aspecto se puede confundir con un mp3, un móvil o un buscapersonas. “Tiene una portabilidad buena”, opina Conget.

Solo cuando los afectados realizan el máximo esfuerzo para controlar su enfermedad, si no logran el control adecuado, se plantean otras opciones terapéuticas

Para quienes quieren ocultarlo, el desarrollo de bombas de nueva generación, “patch-pump”, constituye un avance interesante. Son aparatos desechables que funcionan por control remoto, mediante un pequeño motor que impulsa la jeringa de insulina. Este artilugio se coloca pegado a la piel como si fuera un parche, de ahí su nombre. El motor es fijo y, cuando se gasta la insulina, se repone. “Siempre es mejor hacer un control remoto que llevar un tubo colgado a la bomba”, comenta el especialista.

Páncreas artificial y células madre

El avance combinado de bomba de infusión y glucosensor no es, en ningún caso, un páncreas artificial, ya que no reproduce por completo la función de este órgano (productor de la insulina). La tecnología disponible en la actualidad es un paso preliminar hacia ese anhelado órgano artificial, ya que uno de los sistemas permite medir los niveles de glucemia (sensor) y el otro, administrar la necesaria para regularlos (bomba). Pero todavía se requiere un sistema automático que conecte a los dos anteriores. “Falta obtener el algoritmo matemático que permita que el sistema tome decisiones y sea equivalente a un páncreas”, informa Ignacio Conget.

Ya hay algunos prototipos de páncreas artificial. Uno con más visos de aproximarse se anunció en 2010. Es un modelo diseñado por la Universidad de Boston y el Hospital de Massachusetts (EE.UU.). Su principal aportación ha sido que combina la administración de dos hormonas: la insulina, para regular los niveles de azúcar, y el glucagón, para evitar las hipoglucemias o bajadas bruscas de azúcar. El suministro de glucagón, nunca antes tenido en cuenta, es uno de los retos que se deben solucionar para conseguir un páncreas artificial, puesto que las hipoglucemias son una de las complicaciones más frecuentes en los pacientes diabéticos.

Un aspecto que quiere destacar el especialista es que ninguna de estas opciones terapéuticas -bomba de insulina y glucosensor- se proponen a los afectados con diabetes de tipo 1 que no asumen la responsabilidad sobre su tratamiento. Solo cuando conocen el procedimiento realizan el máximo esfuerzo para controlar su enfermedad y demuestran ser buenos cumplidores. Si no logran el control adecuado de la glucemia, se plantean utilizar otras opciones terapéuticas: desde las distintas bombas, hasta soluciones más drásticas como el trasplante de páncreas o de islotes pancreáticos. Además del páncreas artificial, las líneas de investigación estudian cómo fabricar células productoras de insulina a partir de células madre.

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