Las etiquetas de los alimentos indican desde hoy si tienen organismos transgénicos en más de un 0,9%

Las organizaciones de consumidores creen que esta medida apenas se notará y los ecologistas denuncian que los productos de "segunda generación" quedan fuera
Por EROSKI Consumer 19 de abril de 2004

Las etiquetas de los alimentos deberán indicar desde hoy si tienen algún componente que ha sido modificado genéticamente (OGM), es decir, si es transgénico. La directiva europea que regula esta medida supone, según todos los sectores productivos y de consumidores, «una gran victoria para los ciudadanos», y pone fin a cuatro años de debates en la Unión Europea (UE).

La normativa afecta tanto a la comida como a los piensos que se usan para engorde animal. Su texto exige que entre los componentes de cada producto aparezca la presencia de OGM’s siempre que supere el 0,9% de su composición. Por debajo de este porcentaje, su presencia se considera «accidental» y no habrá que especificarla. La nueva ley no invalida los productos previos a esta fecha que no especifican estos contenidos, y que serán válidos hasta su caducidad.

Para el jefe del gabinete de la Presidencia de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESA), José Ignacio Arranz, «se trata de medidas informativas y en ningún caso disuasorias, que facilitarán la elección de los consumidores». Por su parte, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) reconoce que el efecto en la cesta de la compra será pequeño, ya que «la mayoría ni se enterará porque casi nadie se para a leer todas las etiquetas». Las encuestas, tanto en España como en el resto de Europa, reflejan que nueve de cada diez ciudadanos comunitarios demandan el nuevo etiquetado.

Quejas ecologistas

Sin embargo, la satisfacción general no está exenta de quejas. «Cuando nos comamos un trozo de ‘bacon’, se podrá garantizar que no tenga elementos transgénicos, pero no que no los tuviera el pienso que comió el animal», advierte el responsable de la campaña de transgénicos de Greenpeace, Juan Felipe Carrasco. Y es que la norma deja fuera a «los organismos genéticamente modificados que sean productos o componentes de productos».

De esta forma, los alimentos de «segunda generación» quedan fuera. Si los cerdos, vacas u ovejas son alimentados con pienso transgénico no tendrá que reconocerlo la etiqueta de sus derivados, ya que se considera que los OGM’s no persisten en su carne o leche.

Una de las claves de la normativa es la trazabilidad, es decir, el seguimiento de todos los eslabones de la cadena alimentaria. Hasta ahora, si un elemento transgénico no era detectado en el producto final, no tenía por qué aparecer en su historial. Ahora, cada peldaño deberá recabar los datos de sus suministradores y pasárselos al siguiente, de forma que se puedan registrar todas las intervenciones. Como si de una declaración fiscal se tratara, todos ellos deberán conservar la información durante cinco años y deberán ponerla a disposición de la AESA.

España ha sido uno de los grandes impulsores de los cultivos transgénicos en Europa y es el único país que continúa aumentando sus plantaciones de maíz y soja (32.000 hectáreas). El resto de socios comunitarios los han suspendido o paralizado por el fuerte rechazo de sus ciudadanos. Hace un año, el Ministerio de Agricultura autorizó cinco variedades nuevas de maíz.

Coexistencia de cultivos

Además, las multinacionales del sector, apoyadas en proyectos en colaboración con las administraciones españolas, realizan ensayos en tres campos de cultivo para estudiar la posible contaminación de otras cosechas convencionales en campos cercanos, que de forma reiterada han denunciado colectivos agrícolas y ecologistas. La nueva directiva sobre etiquetado y seguimiento de productos con contenidos transgénicos será más restrictiva para futuras concesiones y reducirá el porcentaje artificial al 0,5% de su composición.

Los científicos que defienden la extensión de los alimentos transgénicos insisten en los elevados controles que superan, equiparables a los de los nuevos medicamentos. Pero más allá de este debate está el ciudadano de a pie, al que lo que le preocupa es saber qué se lleva realmente a su mesa. La asesora alimentaria de la OCU, Gemma Trigueros, recuerda que «serán los OGM’s quienes tendrán que demostrar su valor, sus ventajas, mejor conservación, sabor, contenidos en vitaminas…».

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