Unas cuantas calorías de más, implicadas en la obesidad infantil

El exceso de entre 70 y 160 kilocalorías diarias en los niños está implicado en la promoción de la obesidad
Por Julio Basulto 18 de noviembre de 2015
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Imagen: aallm

La obesidad infantil responde a muchos factores; entre ellos, el consumo de energía por encima de lo recomendable. Si la energía proviene de productos con un pobre perfil nutricional, no solo aumentará el riesgo de obesidad, también lo hará el de padecer enfermedades crónicas. Patologías como la diabetes tipo 2 o la hipertensión, que es habitual que aparezcan en la edad adulta, cada vez debutan a edades más tempranas, sobre todo a causa de hábitos de vida mejorables, como la alimentación. En el presente artículo se detalla el papel que unas pocas calorías de más pueden desempeñar en la génesis de la obesidad infantil.

Niños con obesidad: un gran problema de solución global

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Imagen: pressmaster

La obesidad infantil es uno de los mayores problemas sanitarios a los que nos enfrentamos como especie, dado que incrementa el riesgo de enfermedad y de mortalidad prematura a largo plazo. Uno de cada cinco niños en edad escolar presenta exceso de peso en Europa. Y esta cifra va en aumento. Por ello, sería idóneo atajar la obesidad infantil desde un único y eficaz frente. Pero, por desgracia, los grandes problemas de salud pública no se pueden prevenir mediante un único elemento, porque siempre son multifactoriales. Conviene abordarlos desde intervenciones o acciones que incidan en todos los sectores, sistemas y entornos implicados.

Así, no es apropiado indicar que la corrección de las actuales tasas de sedentarismo -elevadas, sin lugar a dudas- o de lactancia materna -muy mejorables- se traducirá en la desaparición de la obesidad infantil, pese a que ambos factores están implicados en esta dolencia. Tampoco es correcto delegar la responsabilidad de la prevención o del tratamiento de la obesidad en la fuerza de voluntad del individuo. Tal y como se detalló en el artículo ‘Una de cada tres personas sigue una dieta insana‘, los problemas nutricionales requieren, entre otras estrategias, «fortalecer la responsabilidad nacional relacionada con objetivos nutricionales».

Las calorías ingeridas no son inocentes

En cualquier caso, pese a que estamos ante un problema multifactorial, conviene que la población sea consciente de que el exceso de calorías ingeridas está implicado en su aparición. Diversos estudios han constatado que el consumo de mucha energía a partir de alimentos superfluos guarda relación con las actuales -y preocupantes- cifras de obesidad infantil. Son investigaciones que desmienten la creencia, fomentada en muchas ocasiones por sectores interesados, de que la alimentación no es un factor importante que hay que tener en cuenta en la prevención o en el tratamiento del exceso de peso.

Mal comportamiento alimenticio, crucial en la obesidad

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Imagen: AGorohov

Uno de estos estudios es el publicado en 2013 por los doctores Kuzbicka y Rachon en la revista Pediatric Endocrinology, Diabetes and Metabolism. En él, aunque reconocen que el exceso de peso corporal puede ser consecuencia de diversos factores (genética, trastornos endocrinos o efectos de ciertos medicamentos, entre otros), detallan que la llamada «obesidad simple» es el factor más común. Surge, en sus palabras, como consecuencia de consumir demasiadas calorías a partir de productos alimenticios, en relación al gasto de energía. Pero estos investigadores no culpan al individuo, sino que apuntan al entorno en el que vivimos inmersos, que «promueve el desarrollo de la obesidad».

En su trabajo se lee que los niños toman una cantidad excesiva de energía, en particular a partir de «snacks altamente procesados» u otros alimentos con muchas calorías pero pocos nutrientes, como las bebidas azucaradas. Sus autores insisten en que «los malos comportamientos alimenticios son factores cruciales para el desarrollo de la obesidad». Esto conviene tenerlo muy en cuenta en un contexto como el nuestro, donde el porcentaje de menores que consume a diario fast food va en constante aumento.

La importancia de esas 70 a 160 kilocalorías de más

Pero nada mejor para complementar la investigación recién citada que recurrir a una revisión de la literatura científica llevada a cabo por la doctora Helen Rose Pereira y sus colaboradores, que se recoge en la edición de junio de 2013 de la Revista Paulista de Pediatria. Su trabajo constató que niños y adolescentes ganan peso de forma gradual a causa de «un pequeño pero persistente balance energético positivo diario de 70 a 160 kilocalorías». Es decir, esas calorías que rebasan la energía que los menores precisan para su normal crecimiento están implicadas en las actuales tasas de exceso de peso que sufre buena parte de la infancia.

En vista de su observación, estos investigadores no dudan en afirmar que si se consigue que se implementen pequeños cambios, tanto en la conducta alimentaria (menos calorías) como en la actividad física (más gasto energético), es posible que se logre «bloquear el aumento de peso en esta población».

Algunos ejemplos de cómo influyen unas pocas calorías en la obesidad

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Imagen: Gonmi

Para comprender que los productos alimenticios muy procesados «pesan» en la génesis de la obesidad, basta con saber que la exclusión de dos galletas de chocolate (de 18 gramos la unidad) o bien un paquete pequeño de patatas fritas de bolsa (55 g) ya supone dejar de ingerir cada día 160 kilocalorías. Por su parte, una lata de bebida azucarada con sabor a naranja («refresco«) contiene 142 kilocalorías, mientras que un cruasán normal (55 gramos) esconde 223 kilocalorías. Es algo extrapolable a la práctica totalidad de los alimentos superfluos que tan a menudo ingieren los niños.

La doctora Pereira y sus compañeros calculan que si en vez de dejar de consumir alimentos insanos se piensa en «quemar» esas 160 kilocalorías, se verá que un niño de 40 kilos debería realizar una hora de fútbol, baloncesto o natación para que su cuerpo gaste, de forma aproximada, dichas calorías. Da que pensar que dos simples galletas de chocolate se equiparen, desde un punto de vista calórico, a toda una hora de ejercicio físico, sobre todo si se tiene en cuenta la gran cantidad de productos similares a dichas galletas que ingieren nuestros hijos y la poca cantidad de ejercicio que hacen al cabo de la semana.

Lo idóneo, como es lógico, es que exista una voluntad política, de la sociedad y del individuo que persiga una disminución de los muchos productos insaludables que están al alcance de los niños y que haya una mayor conciencia sobre su papel en la promoción de enfermedades crónicas. Lo mismo es aplicable al sedentarismo, que presenta unas elevadas tasas que es imperativo disminuir, y que afecta tanto a hijos como a padres -que deberían predicar con el ejemplo-. Vale la pena concluir con una frase que aparece en esta interesante investigación: «En un ambiente donde la baja calidad dietética y el sedentarismo son las características generales en todos los grupos de edad, es indiscutible y necesario implementar cambios en ambos hábitos para revertir esta imagen epidémica».

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