Mensajes alimentarios que confunden

El interés de la industria por ofrecer productos saludables hace que, en ocasiones, las etiquetas y los envases respondan tan solo al marketing
Por Maite Zudaire 4 de abril de 2013
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Imagen: pironimo

Un paseo por cualquier tienda de alimentación permite encontrar mensajes que acompañan muchos envases y que a menudo resultan confusos para el consumidor. El interés de la industria por ofrecer productos lo más naturales y saludables posibles hace que, en ocasiones, se recurra a mensajes que no van más allá del marketing. ¿Qué hay de cierto en ciertas conservas que destacan su contenido en aceite de oliva? ¿Es relevante la cantidad de fruta que contienen algunos productos que se acompañan del mensaje “con trozos de fruta”? Conocer estas y otras cuestiones es importante para que la elección entre distintos productos semejantes sea más fácil y nos permita escoger aquellos que más se adecuen a las necesidades individuales sin sentirnos condicionados por la publicidad. El siguiente artículo presenta los cinco mensajes confusos más habituales en la alimentación.

Los cinco mensajes confusos más habituales en los alimentos

A continuación se describen algunos de los productos que forman parte de la alimentación cotidiana y en los que se han identificado mensajes que pueden resultar sugerentes e invitar a la compra, pero que no siempre responden a las expectativas.

  1. «Con pollo» (salchichas, hamburguesas…). El pollo y el pavo son dos de las carnes más magras, con menor porcentaje de grasa en su composición. Este aspecto nutricional es determinante en muchos casos para escoger productos de charcutería (salchichas, hamburguesas, carne picada…) con el pollo o el pavo como ingrediente principal. El resultado esperado es un derivado cárnico jugoso, gustoso, pero menos graso y calórico. Sin embargo, es fundamental leer la lista de ingredientes. La realidad es que muchos de estos productos cárnicos llevan como ingrediente principal la carne de cerdo y añaden pollo o pavo como un ingrediente más, pero no como elemento mayoritario, aunque en el etiquetado o en el envase se destaque.
  2. «Con aceite de oliva». Muchos productos remarcan en su etiqueta el mensaje «con aceite de oliva» y, sin embargo, este tipo de aceite es un ingrediente secundario en la composición de dichos productos, pues la grasa principal es otra (por lo general, aceite de girasol). El «valor salud» que se le atribuye al aceite de oliva puede incitar al consumidor a escoger estos productos en lugar otros semejantes que no destacan ese valor. Se puede comprobar dicho «mensaje confuso» en múltiples y variados productos, como conservas (vegetales, de pescados, de legumbres), aperitivos tipo patatas fritas y similares, etc.
  3. «Con trozos de fruta». Algunos yogures destacan su aporte de fruta con frases del estilo: «contiene trozos de fruta». Tras leer la lista de ingredientes, la realidad nos dice que, si bien es cierto, la cantidad de fruta añadida es mínima: oscila entre el 2% y el 11%, lo que se traduce en los casos más abundantes en 14 gramos de fruta por 100 gramos de producto. Un fresón pesa unos 20 gramos, y 6 gramos un grano de uva. En conclusión: un yogur con trozos de fruta no sustituye a una ración diaria de fruta. Esta misma reflexión también se puede aplicar a otros productos distintos que se acompañan del mensaje «con zumo de fruta», como las bebidas lácteas con zumo de fruta, entre otros.
  4. «Rico en omega-3» o «fuente de omega-3». Algunas marcas de conservas de bonito, atún o latas de sardinas destacan estos mensajes en su etiquetado. Conviene saber que este tipo de ácidos grasos cardiosaludables están presentes de forma natural en todo tipo de pescados azules, incluidos los que se presentan en conserva. Por tanto, que el envase lo destaque en su etiqueta no debería ser la razón que determinara la elección del consumidor en su creencia de escoger, dentro de la gama, un producto más saludable.
  5. «Con soja». A la soja -en concreto, a ciertos componentes, como las proteínas y las isoflavonas- se le reconocen efectos saludables y preventivos a nivel orgánico. El consumo de proteína de soja, en determinada cantidad (unos 25 gramos diarios), se revela como protector cardiovascular al asociarse con un menor riesgo de sufrir trastornos cardiacos «siempre que se acompañe de una dieta baja en grasas saturadas y colesterol». De las isoflavonas, numerosos estudios evidencian su papel en la reducción de malestares asociados a la menopausia (como los sofocos), y con una mejora de la estructura ósea. Ante la divulgación de tales conocimientos, cada vez son más numerosos los productos que incluyen soja entre sus ingredientes y lo destacan como valor añadido. No obstante, en ocasiones algunos mensajes llevan a confusión al consumidor, que elige tales productos con el convencimiento de que son elaborados 100% con soja o que tienen una cantidad elevada. Un caso llamativo es el de los yogures: hay marcas que contienen tan solo un 2% de soja. En esta cantidad, el aporte de proteína de soja o de isoflavonas es insustancial y nada relevante a nivel de salud como para que esa sea la razón para elegirlos entre otros. Serán por tanto los aspectos organolépticos (sabor, textura, cremosidad…) los que condicionen la elección y no tanto el supuesto «valor salud» que sugiere el mensaje destacado.
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