Soja e isoflavonas

No está claro que las isoflavonas de la soja tengan efectos beneficiosos sobre los síntomas de la menopausia ni sobre la salud ósea
Por Maite Zudaire 18 de octubre de 2011
Img brotes soja
Imagen: therealbrute

El 80% de las mujeres que viven la etapa vital de la menopausia experimentará sofocos y sudores nocturnos y un 20%, un malestar suficiente para buscar tratamiento. La soja y, en particular, uno de sus compuestos bioactivos, las isoflavonas, un tipo de fitoestrógenos, se han convertido en los complementos alimenticios más recurridos para tal propósito por su comentada y destacada asociación a la mejora de los síntomas de la menopausia. Sin embargo, sus efectos beneficiosos no están claros.

El interés de la soja como alimento y de parte de sus componentes la han elevado a la categoría de «alimento-medicina», un factor que ha aumentado de forma considerable las ventas durante las últimas décadas. Los datos en ensayos de experimentación con animales, estudios in vitro y en humanos proporcionan información sobre los mecanismos plausibles por los cuales los fitoestrógenos influyen de manera positiva en la acción de determinadas hormonas, una actividad que redunda en la prevención de síntomas y diversas enfermedades. Como contrapartida, surgen nuevas y recientes investigaciones con indudable rigor científico, que ponen en entredicho los buenos resultados que se le adjudican a la soja y a las isoflavonas en determinados aspectos, en particular, en relación a la mejora de síntomas asociados a la menopausia como los sofocos, el estreñimiento e, incluso, con la mineralización de los huesos.

Soja, menopausia y huesos

Los productos de soja que más se comercializan como complemento alimenticio son las isoflavonas, sobre todo la genisteína, la más abundante en este alimento y a la que se atribuyen la mayor parte de las acciones orgánicas saludables. Su venta está dirigida a un público muy específico: las mujeres postmenopáusicas. El propósito del consumo de estos complementos es servir de sustitutos a los fármacos y aliviar síntomas propios de esta etapa de la vida, como los sofocos, además de prevenir la descalcificación ósea, cuyo riesgo aumenta tras el cese de la actividad de los estrógenos. No obstante, no hay consenso médico ni científico que avale todos los beneficios que se esperan y que se le atribuyen.

No hay consenso médico ni científico sobre los beneficios de las isoflavonas de la soja en los síntomas de la menopausia ni en la salud ósea

El Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) publicó el «Informe en relación con las consecuencias asociadas al consumo de isoflavonas». Este documento concluye que, aunque hay algunas evidencias experimentales que sugieren una relación entre el consumo de isoflavonas y la mejora de las condiciones óseas, estas se consideran poco concluyentes. También informa que «no está claro que las isoflavonas tengan efectos beneficiosos sobre los síntomas de la menopausia y enfermedades crónicas, ya que hay ensayos clínicos que indican efectos positivos, mientras que otros no encuentran diferencias».

El panel de expertos alega que estas divergencias en los resultados son consecuencia de diferencias notables en las características y metodología de los ensayos clínicos, que en un futuro deberían solventarse: la utilización de diferentes extractos y dosis de isoflavonas o alimentos de soja; diferencias en el metabolismo entre los individuos en el ensayo; diferencias en la duración de las investigaciones; posibles problemas en los criterios de inclusión, y la posible intervención de las diferentes dietas y estilos de vida de los participantes.

Los metanálisis realizados hasta el momento por distintos centros de investigación coinciden en señalar que la ingesta diaria de un promedio de 82 mg (47-150 mg) de isoflavonas de soja durante 6-12 meses aumenta de forma significativa la densidad mineral ósea de la columna, en comparación con los grupos control, pero tales efectos positivos no se detectan en el cuello del fémur, la cadera ni el trocánter. Los últimos resultados sobre este asunto provienen de un reciente ensayo clínico llevado a cabo durante 5 años con mujeres menopáusicas entre 45 y 60 años. La conclusión principal es que, después de dos años, la administración diaria de 200 mg de isoflavonas de soja no ha demostrado los buenos resultados esperados ni en la pérdida de masa ósea ni en diversos síntomas de la menopausia como los sofocos o el estreñimiento.

El caso de las mujeres españolas

El informe de la AESAN cita un ensayo clínico realizado con 109 mujeres postmenopáusicas, en el que se registró una disminución significativa de la incidencia de varios síntomas asociada a un consumo de isoflavonas. Además, la Sociedad Española de Ginecología Fitoterápica (SEGIF) ha presentado su Libro de Consenso en Fitoterapia Ginecológica, que concluye cómo se ha demostrado la eficacia de las isoflavonas para tratar los sofocos, mientras que aún no se ha evidenciado su eficacia en otros síntomas del climaterio. Ante estas discordancias en resultados, es comprensible que muchas mujeres que recurren al tratamiento alternativo con isoflavonas de soja no sientan mejoras en su malestar.

¿CUÁNTOS FITOESTRÓGENOS COMEMOS?

Se desconoce por el momento el contenido de isoflavonas en los alimentos habituales consumidos por la población española y, por ende, tampoco se sabe la cantidad ingerida de fitoestrógenos a través de la dieta habitual. Se estima que el consumo medio de la población europea está por debajo de 1mg/persona/día. Estos datos se desprenden del proyecto VENUS (Vegetal Estrogens in Nutrition and the Skeleton), a través del cual se ha evaluado el nivel de consumo de isoflavonas (isoflavonas totales, daidzeína y genisteína) en cuatro países europeos: Irlanda, Italia, Países Bajos y Reino Unido.

Los niveles de ingesta estimados son bajos si se compara con los encontrados en la dieta asiática (de 20 a 100 mg/d). Esto demuestra que los niveles de isoflavonas (60-100 mg/d) que se asocian con beneficios orgánicos son difíciles de alcanzar con las dietas europea. VENUS es la mayor base de datos que recoge el contenido en isoflavonas (genisteína y daidzeína) de 791 alimentos y que incluye casi 300 de consumo habitual en Europa. En 158 alimentos también se han agregado los niveles de lignanos, otro tipo de fitoestrógenos antioxidantes.

La soja y sus derivados son los alimentos con mayor proporción de isoflavonas: haba de soja (60-239 mg/100 g), harina de soja (60-235 mg/100 g), proteína de soja (45-200 mg/100 g), leche de soja (1-31 mg/100 g), tempeh (43-63 mg/100 g), tofu (10-50 mg/100 g) y miso (20- 100 mg/100 g). Las legumbres (lentejas, guisantes, judías blancas o garbanzos) contienen mucha menos cantidad de isoflavonas que la soja (0,1-0,7 mg/100 g).

La literatura científica indica que las isoflavonas en los alimentos se localizan de manera mayoritaria en forma de glucósidos (forma conjugada). Sin embargo, en los alimentos fermentados derivados de la soja (miso, tempeh, tamari o salsa de soja), son mayoritarias las agliconas, debido a la acción de las enzimas bacterianas durante el proceso de fermentación. Al parecer, la forma en la que se encuentran las isoflavonas en los alimentos es importante porque la absorción es mayor en forma de agliconas.

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