La escuela: un territorio idóneo para prevenir la obesidad infantil

Recientes estudios apuntan a los centros escolares como piezas claves para mejorar la alimentación de los niños
Por Julio Basulto 12 de septiembre de 2013
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Imagen: USDAgov

La obesidad infantil, que se inicia en etapas cada vez más tempranas, crece de forma epidémica y progresiva en España. El 30% de los niños españoles de entre 3 y 12 años pesa más de lo que debería, una cifra que se eleva a cuatro de cada diez en el grupo de edad comprendido entre los 8 y los 17 años. Como la obesidad infantil aumenta el riesgo de sufrir numerosas enfermedades crónicas en el futuro, cualquier esfuerzo que se traduzca en reducir su incidencia debe ser aplaudido, sobre todo por profesionales sanitarios. Y, si bien es imprescindible que la prevención se aborde desde diferentes ámbitos (embarazo, lactancia, periodo de alimentación complementaria, educación, etc.), recientes estudios muestran que los centros escolares emergen como lugares importantes para prevenir una ganancia excesiva de peso en la infancia. A continuación se explica por qué y de qué modo.

Prevención de la obesidad en la escuela: se puede

Muchos niños pasan una gran parte del día en la escuela, y las comidas escolares suponen una fracción notable de las calorías que ingieren. Redoblar los esfuerzos de prevención en las escuelas, por tanto, tiene sentido. Las evidencias disponibles lo confirman, y añaden que resultan más eficaces en quien más lo necesita: los niños con más riesgo de acabar pesando más de lo normal, como es el caso de los hijos de padres que sufren obesidad o con bajos ingresos.

Uno de los estudios más rigurosos sobre este tema se publicó en diciembre de 2011. En la investigación (catalogada como ‘revisión Cochrane‘), Waters y colaboradores consideraron que, para prevenir la obesidad infantil, el «currículum escolar» debería incluir más ejercicio físico (es prioritario que haya más sesiones de actividad física en horario escolar), pero también consideraron importante que las escuelas:

  • promocionen una alimentación saludable entre sus alumnos,
  • creen o fomenten un ambiente y una cultura que permita que los niños ingieran alimentos saludables a lo largo del día y
  • mejoren la calidad nutricional de los alimentos disponibles en la escuela.

Obesidad infantil: el papel de una legislación más estricta

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Imagen: Rubén García / Eroski Consumer

En teoría, estos tres puntos se contemplaron en la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición, aprobada por el Congreso de los Diputados el 5 de julio de 2011. No obstante, se dejó la puerta abierta a la publicidad en las escuelas infantiles u otros centros escolares (con determinadas condiciones, fáciles de cumplir por cualquier experto en marketing) y no se determinaron los perfiles nutricionales de los alimentos que deben ser restringidos (como los de las máquinas expendedoras). Sobre el valor de este tipo de leyes se ha centrado una nueva e importante investigación, publicada en junio de este año en JAMA Pediatrics. Los autores observaron que los niños de escuelas de estados en los que la legislación alimentaria es más estricta con respecto a los estándares nutricionales presentan menores tasas de obesidad. Esto es más notable en niños hijos de padres con pocos recursos económicos, quienes, como se ha comentado antes, tienen más riesgo de obesidad.

Así, la responsabilidad de la alimentación de los escolares no debe recaer tan solo en la escuela: la legislación debe desempeñar un papel importante, y no quedarse en meras recomendaciones o perderse en ambigüedades. En palabras de la Dra. Marion Nestle, este estudio «proporciona una importante evidencia para apoyar las iniciativas de salud pública de gran alcance para contrarrestar la obesidad infantil». Este tipo de control legislativo suele ser mal visto por determinadas empresas de alimentación, que temen por su salud financiera. Una «salud» que no debería estar por encima de la salud de nuestros hijos.

Consenso de alimentación en centros educativos

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Imagen: USDAgov

Pese a los «peros» a la ley antes citada, lo cierto es que muchos centros educativos españoles, además de contar con el asesoramiento de dietistas-nutricionistas, siguen las pautas recogidas en el muy recomendable texto denominado ‘Documento de consenso sobre la alimentación en los centros educativos’, coordinado en 2010 por los Ministerios de Educación y Sanidad. Aunque no tiene validez legal, en él se detallan de forma clara los criterios nutricionales para la oferta alimentaria presente en máquinas expendedoras, cantinas y quioscos en los centros educativos. Además, incluye significativas consideraciones sobre los diferentes grupos de alimentos. A continuación se resumen algunas de ellas:

  • Cereales: se potenciará el empleo de variedades integrales (pan, arroz, pasta, etc.).
  • Verduras y hortalizas: se aconseja consumirlas a diario y en crudo.
  • Fruta: lo ideal es que sea de temporada, madura y en crudo. Los zumos se ofertarán un máximo de una vez por semana.
  • Legumbres: se considera conveniente el consumo de una ración de legumbres entre una y dos veces a la semana.
  • Bebidas: el agua debe ser la única bebida que acompañe a las comidas.
  • Precocinados: se recomienda limitar su uso a un máximo de tres veces al mes.
  • Sal: se moderará el uso de sal en el cocinado de los alimentos y se dará preferencia a la utilización de sal yodada, en función de las circunstancias de cada comunidad.
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