El índice de grasa corporal, una herramienta de peso

Frente al tradicional índice de masa corporal, éste es más preciso y ayudará a definir con mayor exactitud el sobrepeso y la obesidad
Por Juan Revenga Frauca 4 de enero de 2011
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Imagen: geo cristian

Desde hace décadas, el Índice de Masa Corporal (IMC) se utiliza como una herramienta sencilla que ayuda a catalogar la adecuación del peso de una persona en función de su altura. Frente a la facilidad para obtener este dato, la comunidad científica se afana por introducir nuevas herramientas que mejoren la clasificación individual en función del peso. Se pretende cuantificar de la forma más fidedigna posible la cantidad de grasa de una persona y ponerla en relación con su situación individual por razón de edad y sexo. Además de la determinación del contenido graso, otras pruebas analíticas pueden sumarse para ayudar a definir el grado de afectación que sobre la salud general de un individuo tiene esa cantidad de grasa. De esta forma se pueden llegar a identificar situaciones que, en principio, podrían resultar paradójicas tras la sola aplicación del IMC, como adultos que con un IMC saludable (valores comprendidos entre 18,5 y 25) se consideren “delgados, pero obesos desde un punto de vista metabólico”.

Definición y medición de la obesidad

La obesidad y el sobrepeso se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud, según sostiene la Organización Mundial de la Salud (OMS). Al mismo tiempo, por su extrema sencillez, la mayor parte de las sociedades científicas, también la propia OMS, invitan a utilizar el IMC como primera herramienta para medir la obesidad. Sin embargo, sus limitaciones son conocidas entre la comunidad científica y se pueden cometer errores de clasificación cuando se considera como única fuente de información.

La mayor limitación del IMC es que no contempla la cantidad de tejido adiposo, la variable que define el sobrepeso o la obesidad

Su principal inconveniente deriva de no tomar en consideración de forma directa la cantidad de tejido adiposo, es decir, la variable que define el sobrepeso o la obesidad. Por lo general, un exceso de tejido adiposo cursa con un aumento de peso (variable que utiliza el IMC), pero no todas las personas con un IMC alto tienen sobrepeso u obesidad. En sentido inverso, también se puede dar el caso de quien conserve un IMC entendido saludable y, sin embargo, una proporción de tejido adiposo alta para la cantidad recomendable en sus circunstancias. A este último caso pertenecen las personas que, pese a considerarse delgadas, sufren las consecuencias metabólicas de un exceso de grasa similar a las del grupo de pacientes considerados obesos.

Pero ésta no es la única limitación del IMC. Los valores más conocidos de clasificación de este índice para adultos sirven para una población con un rango de edad muy amplio, de 20 a 65 años, sin hacer diferenciación alguna en esta amplia franja etaria. De igual forma, estos valores se utilizan con independencia del sexo del paciente. Éste es un importante sesgo o limitación de esta herramienta, que se ha puesto de manifiesto en múltiples estudios y del que se da cuenta en un reciente artículo publicado en la página web «PLoSOne», la denominada Biblioteca Pública de la Ciencia (Public Library of Science).

El índice de grasa corporal en la actualidad

El Índice de Grasa Corporal (FMI) permite realizar una clasificación más precisa para catalogar a las distintas personas en función del grado de obesidad. Para su obtención, de forma similar al IMC, se divide el peso total de la masa grasa de una persona entre su talla al cuadrado. A diferencia del IMC, la escala de valores del FMI distingue entre ambos sexos y está adaptada para rangos de edad más estrechos.

La escala de valores del FMI distingue entre sexos y se adecua a rangos de edad más estrechos

Las buenas expectativas en la utilización de este nuevo valor se han puesto de manifiesto en Estados Unidos a partir de la Encuesta Nacional de Salud y Examen Nutricional de 2008 (NHANES), que en una investigación aparte de la encuesta ha comparado la clasificación obtenida con el IMC y el FMI en más de 5.000 personas. Tras la comparativa, quedaron en evidencia algunos de los «errores» de clasificación del IMC.

De igual modo, en un artículo publicado el pasado mes de octubre en la revista «American Journal of Human Biology», el FMI medido en 538 individuos definió con mucha más precisión la situación de sobrepeso u obesidad, frente a los resultados obtenidos a través del IMC.

No obstante, en la mayor parte de los estudios que intentan resaltar las carencias del IMC y las virtudes del FMI se invita a la cautela en cuanto a su utilización. Hasta el momento no hay una categorización estandarizada que, de forma universal, establezca los criterios del FMI, tal y como sucede en el caso del IMC. Al mismo tiempo, muchos de estos trabajos contienen ciertas limitaciones referentes a la muestra participante en el estudio (grupos étnicos o de edad muy concretos). Por tanto, se sugiere que en el futuro deberían realizarse más investigaciones, en poblaciones distintas, con el fin de hacer del FMI una herramienta global con criterios definidos con precisión.

Obtención del valor de la masa grasa

Sin lugar a dudas, la mayor de las limitaciones con respecto al FMI radica en la dificultad de estimar el contenido graso de una persona para obtener el citado índice. Si bien calcular el IMC es muy sencillo (basta contar con una báscula y un tallímetro), obtener la cantidad de grasa de una persona con precisión no es tarea fácil. En la actualidad, se han popularizado algunos métodos que tiempo atrás no eran tan accesibles. Uno de estos métodos que gozan de una relativa accesibilidad es la bioimpedancia, que con un formato similar al de una báscula, aporta una cifra orientativa del porcentaje que representa la grasa en el total del peso. Sobre este método, hay una diferencia importante entre los aparatos que se venden para uso doméstico con respecto a los destinados a su aplicación en el ámbito sanitario, mucho más fiables, exactos y, en general, de precio más elevado.

La gran limitación del FMI radica en la dificultad para determinar el contenido graso de una persona

Otras herramientas aplicadas en exclusividad a su uso profesional son: la absorciometría dual de rayos-X (DEXA o DXA), el bod-pod o pletismografía, la tomografía axial computerizada (TAC) y la resonancia nuclear magnética. Entre todos ellos, además de la bioimpedancia, DEXA y bod-pod se destinan con más frecuencia a la determinación de la masa grasa en el ámbito clínico, un valor con el que, con posterioridad, poder hallar el índice de grasa corporal.

DELGADOS, PERO OBESOS DESDE EL PUNTO DE VISTA METABÓLICO

La detección de un grupo de población que mantiene un peso normal, en apariencia saludable, pero que por su mayor contenido graso comparte una gran parte de las complicaciones vinculadas a la obesidad, parte de un artículo de 1981 publicado en la revista “American Journal of Clinical Nutrition”. Desde entonces, han sido múltiples las investigaciones llevadas a cabo en esta particular población.

En 2007, una revisión de esta materia publicada en la revista “Applied Physiology, Nutrition and Metabolism” concluyó que este tipo de pacientes tenían una cantidad mayor de grasa abdominal y visceral que los sujetos control, lo que les conduce a un riesgo aumentado de sufrir diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.

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