Comprar una plaza de garaje: un negocio rentable

Invertir en aparcamientos tiene un rendimiento asegurado y permite deducir las cuotas del IBI y otros gastos
Por EROSKI Consumer 29 de diciembre de 2004
Img plazas garaje
Imagen: Julen

Para los propietarios de un vehículo, resulta cada vez más necesario disponer de una plaza de garaje donde aparcarlo. El número de automóviles aumenta, a la vez que disminuye el de aparcamientos en las vías públicas. A esto hay que sumar que, en la mayoría de las ciudades, el estacionamiento en las calles está limitado por tiempo. Ante esta situación, la única solución para no pasar horas hasta encontrar un sitio consiste en comprar o alquilar una plaza de garaje. Además, invertir en un aparcamiento tiene un rendimiento asegurado y su tratamiento fiscal es interesante.

Tipos de plazas de garaje

Las plazas de garaje han dejado de ser un capricho o una comodidad para unos pocos y se han convertido en una necesidad. Se distinguen varios tipos:

  • Privadas: la compra se realiza mediante contrato privado entre comprador y vendedor. Son ellos quienes establecen las condiciones y el precio, que varía en función de la zona, las medidas de la plaza, etc. En estos casos, hay un gasto adicional, que es la cuota de la comunidad acordada por los propietarios.

  • Para residentes: su titularidad no se obtiene mediante una compra, sino que consiste en la adquisición de un derecho de uso y disfrute durante un periodo, que en general asciende a 50 años, ya que es una concesión municipal. La propiedad corresponde al ayuntamiento y se reparten a través de sorteo público, al que sólo tienen acceso los vecinos del barrio correspondiente. Una vez adquirida, el adjudicatario puede alquilar la plaza, con la previa autorización del consistorio.

Pequeño desembolso inicial

Además de la adquisición de una plaza de garaje para uso personal, se puede optar por comprarla para su posterior arrendamiento o venta. Con ello, se realiza una inversión inmobiliaria.

Hay que declarar el alquiler, que tributa como rendimiento de capital inmobiliario

La escasez de aparcamientos favorece que sea una inversión muy rentable, tanto para pequeños como para grandes ahorradores. Supone un desembolso inicial bajo para una economía familiar, tiene unos costes de mantenimiento mínimos y el riesgo es escaso.

Los beneficios que se obtienen de la transmisión o alquiler, con frecuencia, son opacos, ya que en el caso de los particulares se entrega sin factura y, por lo tanto, sin declarar a Hacienda. No obstante, hay que hacerlo de manera legal y declararlo en el IRPF como ingresos devengados del alquiler mensual a un arrendatario: una plaza de garaje tributa como rendimiento de capital inmobiliario.

Contar con una plaza en popiedad supone también poder deducir las cuotas del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), los gastos de amortización anual, los de la comunidad de usuarios y los derivados del mantenimiento. El tratamiento fiscal de este bien inmueble es bastante interesante.

Escoger buena zona, clave del éxito

Si se desea obtener la máxima rentabilidad, conviene elegir bien la zona donde se invertirá. Se recomiendan barrios céntricos o el casco antiguo de las ciudades, donde es difícil encontrar sitios para estacionar.

Las zonas céntricas o el casco antiguo de las ciudades son las más recomendables para comprar una plaza de garaje

Es habitual que en estas áreas haya gran congestión de tráfico y, como muchas calles son peatonales, una demanda elevada de aparcamientos.

No conviene, sin embargo, hacer una inversión de este tipo en la periferia. Aunque se edifiquen nuevas viviendas, casi todos los proyectos residenciales de nueva obra incluyen, al menos, una plaza de garaje para cada propietario por norma.

Alquilar, siempre con contrato

Si se destina la plaza al alquiler, tras conseguir un arrendatario, se procede a formalizar el contrato. Éste puede llevarse a cabo mediante un documento privado entre las partes o ante notario a través de una escritura pública, lo que conllevará unos gastos adicionales. Pero conviene firmarlo siempre. Además, el arrendador debería pedir a su cliente un aval que permita conocer su solvencia. De este modo, se evitarán futuros problemas, como posibles impagos.

En cuanto al arrendatario, también debe asegurarse de que el bien esté exento de gravamen y no tenga ninguna carga fiscal.

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