Los primeros suspensos

Psicólogos y educadores aseguran que una nota baja no es más que un dato que debe servir para intentar mejorar
Por Clara Fraile 4 de abril de 2006

¿Cómo interpretar los primeros suspensos? ¿Cómo deben actuar los padres y madres? Los psicólogos explican que la forma de que los jóvenes afronten los primeros suspensos dependerá, sobre todo, de cómo lo acepten sus padres y profesores. De los errores se aprende y las malas notas únicamente son un indicativo de que algo no funciona bien. Lo más aconsejable es desterrar la sensación de fracaso, hablar con el alumno, reunirse con el profesor y aplicar todos los métodos existentes para mejorar el proceso de aprendizaje y ayudarle a superar las pruebas establecidas.

Afrontar la realidad en positivo

En los sistemas educativos modernos no hay un registro de suspensos, así lo indica el Coordinador de Orientación Educativa y Profesional de la Delegación Provincial de Educación y Ciencia en Málaga, Javier Madrid Vinatea, quien asegura además que hay muy pocos estudios sobre este hecho que acontece alguna vez en la vida de casi todos los estudiantes. A los 5 ó 6 años ya empiezan a darse cuenta de que saben menos que los demás, de que se equivocan más y de que los otros compañeros y compañeras pueden llegar a reírse de sus respuestas. Luis Lozano González, maestro especialista en Pedagogía Terapéutica y trabajador en los Equipos de Orientación Educativa y Psicopedagógica de Asturias, así lo interpreta y subraya que perciben esta situación incluso antes de que lleguen a sus casas las notas con esos “Necesita Mejorar” que podrían considerarse suspensos, aunque en realidad los educadores de ahora prefieran decir que significa únicamente”que hay que seguir trabajando” en esa materia.

Afrontar la realidad en positivo

En cualquier caso, una nota baja es simplemente un dato que debe servir para intentar mejorar. “Hay que tenerla en cuenta porque pone de manifiesto que existe una dificultad, pero lo realmente importante es el proceso de aprendizaje”, afirma Lozano. Este proceso es muy complejo; abarca múltiples aspectos, emocionales y afectivos, si el niño es aplicado, si trabaja, si hace los deberes etc. Y es diferente si las expectativas de padres y profesores se ajustan a sus “posibilidades reales”. Por tanto, la forma de ‘encajar’ uno o varios suspensos depende de cómo se aborde en la familia y en el propio colegio ese proceso de aprendizaje.

Es un hecho que debe afrontarse positivamente:

  • Las expectativas deben ajustarse a las posibilidades reales: la familia, los profesores y el propio estudiante deben evitar prejuicios, aunque han de ser conscientes de ciertas cuestiones. El propio auto-convencimiento de que uno mismo puede aprobar termina influyendo de forma decisiva en la superación de una asignatura. Pero, por ejemplo, si un niño tiene una dificultad lectora no deberá importar que suspenda reiteradamente Lengua, porque terminará aprobando si participa en un programa de reeducación bien diseñado.
  • Los adultos y el alumno deben asumir su parte de responsabilidad. Así, si el niño llega sistemáticamente tarde al colegio porque sus padres no le despiertan a tiempo no puede decirse que le estén motivando (de manera que no se tomará su trabajo muy en serio), o si es la gran mayoría de la clase la que ha suspendido puede que el profesor tal vez no haya conseguido enseñar bien la materia.
  • Es importante hacer una reflexión para saber en qué se ha fallado y solventar el problema. El alumno debe revisar, por un lado, el examen con el profesor para analizar los errores. Por otro, en el aspecto emocional, es importante que educadores y familiares analicen si el estudiante está desmotivado por alguna circunstancia, si se trata de algo pasajero… si está triste o excitado por alguna razón como la separación de sus padres, la muerte del perro o el nacimiento de un hermanito.
  • Si los suspensos son reiterados y se aprecia con claridad que el alumno no adquiere con soltura los conocimientos que aprenden casi todos sus compañeros y compañeras, es necesario hablar con el estudiante y tomar algunas decisiones:
    • Reunirse con el tutor o con el profesor para intercambiar impresiones y analizar la situación. Durante algún tiempo tal vez haya que hacerlo con cierta asiduidad, porque el profesor marcará pautas semanales.
    • Solicitar al equipo de orientación del colegio que evalúe el caso para articular los apoyos necesarios.
    • Si los medios del colegio no son suficientes, buscar alternativas de ayuda profesional.

Aprobar y/o aprender

Los familiares que rodean al alumno, sus hermanos y hermanas, los amigos? Son determinantes en la actitud y la disposición de la persona que ha suspendido. Por esta razón, cuando el entorno del alumno concede más importancia al hecho de aprobar que al de aprender, puede ocurrir que el estudiante comience a sentirse un fracasado, tal y como describe Luis Lozano.

Las estadísticas que maneja la experta en inteligencia y aprendizaje, Marta Eugenia Rodríguez de la Torre, en su libro “Stop al fracaso escolar. El cerebro al 100%” indican que uno de cada cuatro estudiantes españoles fracasa en su intento por pasar las pruebas del período educativo; otro de esos cuatro va superando “por los pelos” cada convocatoria; el tercero se olvida de “todo” al entregar el examen, y el cuarto, años después, “reconoce que tantas horas de estudio no le han servido para demasiado”.

Puede considerarse que los primeros suspensos se producen en 3º de Primaria, cuando los niños tienen 8 años. Posteriormente, más avanzado el trayecto escolar, se detecta “otro pico” concretamente, al comienzo de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, cuando la edad de los alumnos se sitúa en torno a los 13 años. Al menos así lo advierten en Sapientec Siglo XXI, una empresa dedicada a potenciar la capacidad y aplicación de los estudiantes en las diferentes áreas del conocimiento.

Su directora general, Rodríguez de la Torre, con amplia experiencia en el campo del aprendizaje, asegura que los niños sufren por pequeños que sean, a causa del primer o primeros suspensos. “Rápidamente perciben que quedan excluidos, se ven distintos. Si el retraso es importante y deben repetir curso interpretan que el sistema los expulsa, mientras ellos necesitan a sus amigos”, detalla.

La normativa educativa actual permite repetir curso una vez en cada ciclo

La normativa educativa actual permite repetir curso una vez en cada ciclo (una vez en Primaria, una en Secundaria, etc.). “Esta medida suele adoptarse con cautela por parte de los educadores y no debe ser tomada como un rechazo, sino como una herramienta de atención específica”, indica Javier Madrid. La legislación también contempla la posibilidad de adelantar de curso a los alumnos con necesidades especiales por sobredotación.

El cociente intelectual

Más del 75% de las personas tienen un cociente intelectual normal

Más del 75% de las personas tienen un cociente intelectual normal

(CI). La media se establece en 100 y, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), quienes pasan de 130 son superdotados y aquellos cuyo CI es inferior a 80 se consideran infradotados. Entre el 84 y el 90 se hallan “los niños límite”, a los que les falta sólo un poco de apoyo para poder seguir el ritmo de los demás.

El CI es la cifra que resulta de la realización de un test estandarizado concebido para medir las habilidades cognitivas en relación con un grupo de edad. Así, la inteligencia relativa se determina dividiendo la edad mental por la edad física.

A Marta Eugenia Rodríguez de la Torre se le han reconocido 8 carreras universitarias en España y 26 en EE.UU. Con ese currículo y un CI de 228, esta superdotada expone que lo fundamental no es aprender y aprobar conceptos y materias, sino preparar nuestras capacidades intelectivas para poder adquirir todo tipo de conocimientos. Asegura que “no hay alumnos incapaces sino profesores incompetentes”. Ni siquiera está de acuerdo con esa clasificación tan extendida que divide a las personas en gente de Ciencias o de Letras.

“Todos podemos aprender, aunque es cierto que no todo el mundo es capaz de licenciarse en Ingeniería. Lo que hay que averiguar es qué interesa más a cada persona, cuál es su ritmo de trabajo y a partir de ahí esforzarse”, explica Luis Lozano. El estudiante debe ilusionarse por lo que hace y el profesor tiene mucha responsabilidad a la hora de “implicarle” y transmitir esa ilusión.

Las fuentes consultadas insisten en desmontar el tópico de que sólo suspenden los chicos más torpes o los vagos. Los inteligentes también “catean”, incluso aquellos que están muy por encima de la media, porque pueden desarrollar el llamado síndrome de Pigmalión en negativo (niños que limitan sus avances con el propósito de integrarse).

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