Entrevista

Jaume Sureda y Rubén Comas, departamento de Pedagogía Aplicada y Psicología de la Educación de la Universidad de las Islas Baleares

También se dan casos de plagio académico entre el profesorado
Por Marta Vázquez-Reina 11 de mayo de 2011
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Imagen: CONSUMER EROSKI

Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han aportado al ámbito universitario innumerables ventajas y beneficios. Sin embargo, también han propiciado “un aumento exponencial del plagio académico”. Así lo afirman Jaume Sureda, catedrático del departamento de Pedagogía Aplicada y Psicología de la Educación de la Universidad de las Islas Baleares y Rubén Comas, profesor ayudante y doctor del mismo departamento. Ambos profesionales son miembros del grupo de investigación Educación y Ciudadanía y han desarrollado en los últimos años un proyecto sobre el plagio entre el alumnado universitario, financiado por el Ministerio de Educación. “Hay una modalidad de plagio que es fruto de la ignorancia más que de la deshonestidad”, señalan Sureda y Comas, para quienes “hay que exigir que los estudiantes adquieran habilidades que les permitan evaluar y gestionar la información”, resaltan.

¿Qué se entiende por ciberplagio académico?

El ciberplagio académico consiste en la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para localizar y acceder a documentos realizados por otras personas, con el objetivo de apropiarse de la totalidad o de parte de estos y presentarlos como propios en trabajos o actividades académicas, es decir, sin introducir las necesarias referencias a los autores ni a las fuentes. Conviene precisar que este fenómeno no se circunscribe al alumnado. También se dan casos de plagio académico entre el profesorado.

Pero el plagio no es un fenómeno tan reciente como la expansión de las nuevas tecnologías.

El plagio en el entorno académico ha existido siempre, pero la disponibilidad de acceso a documentos digitales y las facilidades en la copia y edición mediante procesadores de texto ha propiciado un aumento exponencial de esta práctica.

¿Hasta qué punto está extendido entre los universitarios de nuestro país?

“El plagio académico es una práctica muy extendida en los campus universitarios”

A tenor de los resultados obtenidos mediante una encuesta que efectuamos en el año 2007, podemos afirmar que el plagio académico es una práctica muy extendida en los campus universitarios: seis de cada diez alumnos españoles usuarios del portal Universia admitieron haber practicado ciberplagio para confeccionar sus trabajos académicos con fragmentos copiados y mezclados con otros de elaboración propia. Tres de cada diez (el 33,75%) confirmaron haber confeccionado un trabajo sin la menor aportación personal, es decir, con la elaboración de un “collage” de textos plagiados, y sin ni siquiera reescribirlo para unificar el estilo.

¿Adoptan los docentes medidas para evitar estas actividades deshonestas?

La mayoría de profesores tomamos precauciones para evitar que nuestros alumnos nos presenten trabajos plagiados. Estas medidas van desde el planteamiento del trabajo hasta la revisión del mismo, ya sea con algún programa informático o con una herramienta tan simple como Google. Otra opción todavía más sencilla es leer de modo atento los trabajos, puesto que, muy a menudo, el plagio es tan burdo, que una atenta lectura arroja numerosas pistas. Pero estas medidas son insuficientes. Se necesita una mayor concienciación del alumnado para que entienda que a través de los trabajos se persigue mejorar su formación y que, si desea aprender y capacitarse en la disciplina que estudia, debe hacerlos con rigor y respeto.

¿Se contemplan en las normativas universitarias sanciones o penalizaciones por estas prácticas?

“El profesorado no sabe qué medidas adoptar ni cómo actuar ante el plagio”

Es necesario una mayor implicación institucional, como la incorporación de forma clara y precisa del tema del plagio en los reglamentos académicos. Por desgracia, éste es un tema ausente en muchas normativas. Esto provoca que el profesorado no sepa de forma clara y explícita qué hacer, qué medidas adoptar ante la sospecha de plagio y, menos aún, cómo actuar ante la certeza del mismo.

El plagio no siempre es intencionado y se deriva de un uso inadecuado de las fuentes y recursos disponibles.

Hay una modalidad de plagio que es fruto de la ignorancia más que de la deshonestidad. Es importante tener en cuenta que el plagio accidental también está ahí, que el hacer un uso inadecuado de la citación textual y de la paráfrasis o una mala utilización de los recursos tiene como consecuencia producir trabajos plagiados.

¿Qué se puede hacer desde el entorno académico para formar a los estudiantes en este sentido?

“El alumnado no tiene la más mínima idea sobre cómo citar y referenciar las fuentes”

Lo primero que se debe procurar -y en ello trabajamos desde nuestro grupo de investigación– es asegurarse de que ningún alumno pueda excusarse en el plagio accidental, el plagio por ignorancia. Sorprende y entristece iniciar un curso de primero y comprobar que el alumnado no tiene la más mínima idea sobre cómo citar y referenciar las fuentes al elaborar textos académicos. La formación en competencias informacionales es una necesidad imperiosa. Hay que exigir que los estudiantes adquieran habilidades que permitan evaluar y gestionar la información y es imprescindible promover el uso ético y socialmente responsable de ésta. Todo ello en aras de mejorar las competencias académicas y metacognitivas -el tan traidor “aprender a aprender”- de nuestros alumnos.

¿Cuáles son las principales estrategias que debe aplicar un docente para prevenir estas prácticas entre sus alumnos?

Los docentes somos más proclives a fomentar estrategias de prevención y formación, antes que actuar como detectives y perseguir acciones fraudulentas, ése es el principal caballo de batalla sobre el que debemos trabajar en los próximos años. Es muy importante que el profesorado prescriba trabajos que requieran una elaboración propia, que fuercen a la reflexión y no a una simple reproducción. También es primordial que el docente haga un seguimiento estricto de las tareas encomendadas y las explique de forma clara. No se puede pedir un trabajo a principios de octubre y no volver a hablar de él hasta el día antes de entregarlo en el mes de febrero. Es difícil que los estudiantes motivados y que entienden la labor que tienen que realizar plagien.

¿Qué consecuencias en la formación integral del alumnado tiene la generalización de estas actitudes deshonestas?

Muy negativas. No solo en la vida académica, sino también en la profesional. Quienes copian en un contexto en el que no se da importancia al fenómeno aprenden a ser deshonestos, aprenden que todo vale, que los fines justifican los medios. La universidad que tolera estas prácticas se transforma en un medio “deseducativo”.

Además del “copia-pega”, las TIC han hecho proliferar los sistemas de intercambio y compraventa de trabajos académicos a la carta.

“Es bastante común en las aulas facilitar trabajos a otros compañeros para que los plagien”

Facilitar trabajos a otros compañeros para que los plagien en beneficio propio parece ser bastante común en las aulas de las universidades españolas. Tal como refleja nuestro informe, el 48,7% de los encuestados admite haberlo hecho, incluso se da el caso (23,3%) de realizar un trabajo de forma expresa para que otro pueda presentarlo. Por otra parte, el 27,1% de los encuestados cree que es práctica común pagar por la realización de un trabajo académico. Aún así, solo un 3,2% afirma haber abonado los servicios de algún portal especializado en la compraventa de trabajos académicos.

Según los estudios de su equipo de investigación, Internet es hoy en día la principal fuente documental de referencia para los estudiantes universitarios, pero tienen escasa competencia en la búsqueda y utilización de la información en la Red. ¿Hasta qué punto es necesaria la alfabetización digital en las aulas universitarias?

Es imprescindible. Nosotros tenemos la experiencia de un curso que hemos diseñado e impartimos en primero de Educación Social, Pedagogía y Trabajo Social de la Universidad de las Islas Baleares. Al inicio, las competencias informacionales del alumnado son muy escasas, inexistentes en la mayoría de casos, y es necesario dedicarles un semestre para asegurar una transición adecuada y fructífera en la universidad. La verdad es que estamos satisfechos del funcionamiento de este curso, que en poco tiempo pondremos en OpenCourseWare (OCW) para que quien lo desee pueda utilizar el material que hemos elaborado.

Ustedes hablan de “googlelización” al buscar documentación académica. ¿Qué otras estrategias y fórmulas alternativas a los buscadores pueden usar los alumnos?

“Hay numerosas fuentes de información especializada, recomendamos el uso de Google como último recurso”

Hay numerosas fuentes de información especializada. Por eso, recomendamos el uso de Google como último recurso al que acercarse cuando uno requiere información con fines académicos. Se puede acudir a bases de datos científicas, repositorios académicos, buscadores académicos -como Google Académico-, bases de datos de tesis doctorales, revistas electrónicas o los servicios documentales de las universidades, entre otras fuentes.

¿Qué recomendarían a los estudiantes para saber valorar la calidad, rigurosidad y validez académica de los diferentes recursos de la Red?

En primer lugar, buscar en fuentes documentales académicas fiables. Si el alumno fundamenta su estrategia de búsqueda en las fuentes que hemos mencionado, tendrá pocos problemas. Pero no siempre es así, por eso es importante que disponga de directrices claras que le permitan determinar la fiabilidad de los documentos que utiliza. Nosotros proporcionamos al estudiante un modelo de evaluación de los recursos, que pasa por el análisis de diversos aspectos de la autoría, el medio en el que se ha publicado, el contenido, los objetivos, etc.

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