Micorriza, una simbiosis vital en la Naturaleza

Las plantas mejoran su crecimiento y resistencia a la sequía y a las enfermedades gracias a su relación simbiótica con un hongo
Por Alex Fernández Muerza 7 de julio de 2006

La palabra micorriza se refiere a la simbiosis entre un hongo (mycos) y las raíces (rhizos) de una planta. Como en toda relación simbiótica, ambas partes se benefician mutuamente, aunque actualmente también se considera como un parasitismo limitado en algunos casos.

A pesar de que la micorrización pueda sonar extraña, lo cierto es que se estima que un 95% de las plantas superiores presentan esta simbiosis de forma habitual, y lo más probable es que las restantes desciendan de plantas micorrizadas que han perdido secundariamente esta característica.

La micorrización posibilita que el hongo reciba carbohidratos y vitaminas de las plantas, esenciales para su desarrollo, mientras que las plantas se benefician de diversas maneras:

  • Alcanzan más zonas del suelo, gracias a las hifas (filamentos) del hongo, lo que les permite captar con más facilidad los nutrientes y el agua, volviéndose más resistentes a la sequía
  • Se vuelven más tolerantes a la temperatura y acidez extrema del suelo y más resistentes contra muchas enfermedades y ciertos hongos nocivos
  • Permanecen fisiológicamente activas durante más tiempo gracias a las relaciones hormonales que se producen en las raíces alimentadoras
  • Absorben mejor los fertilizantes químicos, lo que permite disminuir su utilización hasta la mitad

En especies como las orquídeas la micorrización resulta indispensable puesto que sin ella la planta no puede subsistir
Algunos árboles, como los pinos, son incapaces de vivir más de dos años cuando están sin micorrizar. En otras especies, como las orquídeas, resulta incluso indispensable, puesto que sin ella la planta no puede subsistir. La micorrización es también la responsable del crecimiento de los conocidos hongos de sombrero, como las «amanitas» o los «boletos», o de uno de los productos gastronómicos más selectos: la trufa negra, que vive asociada a distintas especies forestales y de arbustos en los países mediterráneos.

Por ello, la siembra de la mayoría de plantas, tanto comestibles como decorativas, y las repoblaciones forestales que se llevan a cabo en la actualidad, van acompañadas de los fragmentos del hongo más adecuados para establecer micorrizas.

El botánico alemán Albert Berhhard Frank fue el primero en observar y bautizar este fenómeno, en 1885. A principios del siglo XX, empezó a estudiarse por su importancia para las plantas utilizadas en agricultura y jardinería, pero no fue hasta mediados de dicho siglo cuando comenzó a aceptarse su importancia y generalidad dentro de la Naturaleza. La antigüedad del origen y presencia de las micorrizas se remonta a hace 460 millones de años, gracias a la cantidad de registros fósiles encontrados.

Tipos de micorrizas

Según su morfología, las micorrizas se dividen en distintos grupos, aunque se pueden destacar dos principales:

  • Ectomicorrizas: Las hifas del hongo no penetran en el interior de las células de la raíz, sino que se ubican sobre y entre sus separaciones. Este tipo de micorrización predomina entre los árboles de zonas templadas, siendo especialmente característico en pinos, hayas, robles y níscalos, y se estima que el 10% de la flora mundial presenta este tipo de asociación
  • Endomicorrizas: Las hifas se introducen en el interior de la raíz, formando vesículas alimenticias. Este tipo de micorrización se da en todo tipo de plantas, aunque con predominio de hierbas y gramíneas. Abundan en suelos pobres como los de las praderas y estepas, la alta montaña y las selvas tropicales, y en el bosque atlántico aparecen junto a las ectomicorrizas

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