Impacto ambiental de la energía hidroeléctrica

Las presas causan cambios medioambientales y sociales irreversibles, aunque sus defensores sostienen que se puede reducir su impacto a niveles aceptables
Por Alex Fernández Muerza 19 de marzo de 2007
Img hidroelectrica grande
Imagen: Bill Ohl

Desde hace una década, el 14 de marzo sirve para celebrar el Día Internacional a favor de los Ríos y en contra de las Presas. La iniciativa surgió en el Primer Encuentro Internacional de Personas Afectadas por Embalses en Curitiba (Brasil), en el que participan más de 50 países y cientos de organizaciones de todo el mundo.

Imagen: Bill OhlSegún el Instituto World Watch, la construcción de grandes embalses sumerge tierras cultivables y desplaza a los habitantes de las zonas anegadas (por ejemplo, en la India a más de 16 millones de personas, en China a tres millones y Sri Lanka a un millón), altera el territorio, reduce la biodiversidad, dificulta la emigración de los peces, la navegación fluvial y el transporte de elementos nutritivos aguas abajo, disminuye el caudal de los ríos, modifica el nivel de las capas freáticas, la composición del agua embalsada y el microclima, y conlleva el riesgo de enfermedades en la zona. En Brasil, el brote de dengue fue asociado con las represas del río Paraná.

Asimismo, los responsables de este Instituto matizan que no se trata de una fuente de energía estrictamente renovable, pues los sedimentos, que colmatan y acortan la vida de los embalses, y la evaporación, sobre todo en las regiones cálidas, reducen la generación de electricidad.

Por su parte, otros expertos añaden que los grandes reservorios de agua pueden alterar la actividad tectónica, aunque reconocen que la probabilidad de que produzcan actividad sísmica es difícil de predecir.

Los defensores de estas grandes infraestructuras sostienen que se puede, en algunos casos, evitar o reducir los costes ambientales y sociales a un nivel aceptable, mediante la correcta evaluación de su impacto ambiental y la consecuente aplicación de las medidas correctoras.

Asimismo, recuerdan los beneficios que ofrecen las represas: controlan las inundaciones, garantizan el suministro de agua mejorando su calidad, son una alternativa energética a otras fuentes más contaminantes, y pueden crear una industria de pesca y facilitar la producción agrícola de la zona.

En la actualidad hay 36.327 grandes embalses, y representan el 20% de la producción mundial de electricidadPor ello, en las últimas décadas la promoción de estas instalaciones se ha incrementado. En la actualidad hay 36.327 grandes embalses, que almacenan 5.500 kilómetros cúbicos de agua. La producción mundial de energía hidroeléctrica supera anualmente los 2.000 Twh de producción, lo que representa el 20% de la producción mundial de electricidad, según datos del World Watch.

En España, Ecologistas en Acción subraya que más de 400 grandes embalses regulan casi todos los ríos, y otros 20 están en fase de construcción. Los responsables de esta ONG afirman que estas grandes infraestructuras han afectado al 20% de los espacios protegidos españoles, y son los causantes de la pérdida de importantes ecosistemas, pueblos, vegas de cultivo, paisajes singulares y construcciones de alto valor cultural. Asimismo, explican, al convertir los ríos en meros canales de agua, se han alterado los procesos naturales de auto-depuración de las aguas, de erosión, transporte y sedimentación, provocando que los deltas y valles dejen de ser fértiles.

Impulso de nuevas centrales

El potencial eléctrico de origen hidráulico aún sin aprovechar es enorme, ya que apenas se utiliza el 17% a escala mundial, cifra que se reduce al 8% en el Tercer Mundo, mientras que España en teoría podría duplicar su producción.

En este sentido, el Banco Mundial, uno de las mayores entidades financieras de estas grandes infraestructuras, ha vuelto a impulsar su construcción. Y ello, como recuerda World Watch, a pesar de que en los años 90 recortara drásticamente sus créditos debido a que los proyectos ofrecieron una rentabilidad inferior a la planificada y a la corrupción que acababan generando.

Por ejemplo, la presa de Akosombo, en el río Volta (Ghana), inaugurada en 1966, inundó 8.482 kilómetros cuadrados de bosque tropical, casi el 5% del país, desplazó de sus tierras a 80.000 personas y difundió enfermedades como la esquistosomiasis. En cuanto a la electricidad generada, fue destinada finalmente a la multinacional norteamericana Kaiser para la producción de aluminio.

Según World Watch, las grandes empresas eléctricas y constructoras han reorientado sus miras hacia países en vías de desarrollo, con una menor sensibilidad ambiental y de respeto a los derechos humanos, ante la dificultad de encontrar nuevos emplazamientos. Los responsables de este Instituto subrayan varios grandes proyectos especialmente preocupantes: Tres Gargantas en China, James Bay en Canadá, Bui en Ghana, Tehri o Narmada en India. En Brasil, se pretende edificar antes de 2020 un total de 297 presas, 78 de ellas en la Amazonia, anegando una superficie forestal que supera en extensión a Andalucía y desplazando a varios miles de personas.

Por su parte, las centrales mini hidráulicas generan asimismo opiniones enfrentadas. Desde Iberdrola se asegura que están sometidas a rigurosos controles medioambientales por parte de las autoridades. El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) considera que la tecnología actual permite un impacto ambiental mínimo. Sin embargo, sus detractores sostienen que sólo son rentables para su propietario, impiden el paso de peces y la explotación de caudales.

Cómo evitar la construcción de presas

Según el World Watch, el impacto de estas obras hidráulicas podría ser evitado en gran parte con una política de decidido aumento de la eficiencia energética y del uso del agua, de supresión de las subvenciones o las tarifas artificialmente bajas.

Por su parte, Ecologistas en Acción cree que las Confederaciones Hidrográficas deberían enfocar sus esfuerzos en una buena gestión de las mismas y la conservación de los ecosistemas. Además, sus responsables recuerdan la evaluación preliminar de los efectos del cambio climático, realizada por el Ministerio de Medio Ambiente, que predice una pérdida de más del 15% del agua embalsada para cuencas como las del Guadiana, Guadalquivir, Júcar y Segura. Asimismo, sugieren la inversión en tecnologías de costo accesible y descentralizadas, como sistemas de recogida de aguas pluviales, pequeñas bombas de agua o riego por goteo.

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