El cambio de hora, ¿ahorra energía?

La variación horaria no tiene graves consecuencias en la rutina diaria
Por Benyi Arregocés Carrere 29 de marzo de 2008
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Imagen: CONSUMER EROSKI

La normativa de la Unión Europea establece que cada año, el último domingo de marzo a las dos de la madrugada (hora peninsular), los relojes deben adelantarse una hora para que sean las tres. Se trata de una norma instaurada en 1974 como consecuencia de la crisis del petróleo, que no sólo puso de manifiesto la dependencia de las sociedades más avanzadas de este material, sino que animó a adelantar la hora con la llegada del verano. La próxima madrugada del sábado al domingo, 30 de marzo, perderemos la hora que ganamos el último domingo de octubre (ese día los relojes se atrasaron de las tres a las dos de la madrugada) para aprovechar la luz solar y gastar menos electricidad, pero ¿Hasta qué punto se ahorra energía? ¿Afecta al organismo este cambio horario?

Origen

Este domingo, 30 de marzo, concluye el horario de invierno, momento en que todos deberemos acometer el ritual del cambio de hora en los relojes y en múltiples aparatos electrónicos. Lo consabido: a las 2:00 de la madrugada serán las 3:00 (en las Islas Canarias a las 1:00, serán las 2:00). Así, ese domingo durará 23 horas. Las manecillas no se ajustarán de nuevo hasta el 26 de octubre, fecha en que se retomará el horario de invierno. Ese día sucederá lo contrario: el día tendrá 25 horas, porque a las 3:00 de la madrugada serán las 2:00 (en las Islas Canarias a las 2:00, la 1:00).

El cambio de hora se encuentra regulado en España por el Real Decreto 236/2002 de 1 de marzo, que incorpora a nuestro ordenamiento jurídico la Directiva 2000/84/CE de 19 de enero de 2001 del Parlamento Europeo y del Consejo de la Unión.

En este decreto se estipula que en los siguientes 5 años el horario de verano empezará el último domingo de cada mes de marzo y acabará el último domingo del mes de octubre, aunque la Unión Europea ya ha dado carácter indefinido a esta costumbre.

Los antecedentes de este cambio hay que buscarlos en los primeros años del siglo XX. En España, por ejemplo, ocurrió por primera vez en 1918, pero con el objetivo principal de ahorrar carbón. Durante los siguientes años también hubo modificaciones horarias, pero no tenían continuidad anual sino que eran intermitentes. Desde 1950 a 1973 se abandonó esta práctica.

La crisis del petróleo de 1974 provocó que se volviera a recurrir al adelanto de los relojes en España y en el resto de Europa, con la argumentación de que se ahorraba energía en la iluminación. Desde entonces los países europeos atrasan y adelantan el reloj. Sin embargo, siempre ha existido el mismo debate, ¿realmente interesa cambiar la hora?

¿Ahorro?

Los beneficios y perjuicios del cambio de hora se han discutido desde hace tiempo. La Unión Europea llegó en 1999 a la conclusión de que era positivo el adelanto horario después de estudiar un amplio informe que encargó a la consultora Research Voor Beleid. Ésta analizó todos los documentos previos, preguntó a los expertos en los diferentes sectores afectados e investigó el tema.

En este informe se constata que fijar la hora de verano incide de forma distinta en función de la situación geográfica de los países y del tiempo de luz solar diario que tengan, es decir, no afecta de igual manera en el sur de España que en el norte de Suecia, por ejemplo.

Además, se exponen argumentos positivos como que, gracias al adelanto horario, las personas podrían estar más tiempo al sol y por lo tanto, aprovecharse de sus efectos beneficiosos, como la asimilación de vitamina D, las actividades de ocio al aire libre o practicar deporte en la calle. De esta forma -según el estudio- se reduciría el estrés y se podría combatir la vida sedentaria y la obesidad. Por estas mismas razones, se dedujo que el sector de ocio y turismo salía ganando con la adopción del horario de verano. Por otro lado, también se arguyó el beneficio psicológico en términos de seguridad que supone volver a casa cuando todavía es de día, sobre todo en las personas mayores o en los niños.

Se estudió el posible efecto perjudicial de formación de ozono, que podía aumentar al exponerse los contaminantes de los coches una hora más a la luz solar. Sin embargo, se vio que las diferencias de concentración de ozono eran insignificantes y tampoco incidía de forma negativa en la agricultura.

Se llega así a una conclusión sorprendente tras revisar los estudios en los que se basó la UE para aprobar de forma indefinida el horario de verano: los informes determinan que el ahorro de energía utilizada en la iluminación con esta medida -que es la principal razón que se aduce- se encuentra sólo en torno al 0 % y el 0,5 %.

Ante esto cabe preguntarse si merece la pena el cambio. Los datos que maneja el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) corroboran el ahorro para los consumidores, e incluso, lo incrementan en gran medida: en el sector doméstico puede representar un 5% desde final de marzo hasta final de octubre. Es decir, alrededor de 6 euros en el total de los 7 meses que dura la hora de verano en el gasto de una familia con un consumo medio (3.200 kilovatios hora).

Emilio Rull, responsable de energía de la organización ecologista Greenpeace, se muestra favorable a la modificación horaria. “Al ahorrar energía, sobre todo en relación con los combustibles fósiles y la energía nuclear, generamos menos contaminación en el medio ambiente”.

El cuerpo se adapta

Desde otro punto de vista, la medicina objeta: “El cambio de hora, sobre todo el que tiene lugar en marzo, es negativo porque trastorna el ritmo vigilia-sueño y genera más problemas en personas con dificultades para conciliar el sueño o que lo tengan débil”, indica Emilio Rodríguez Sáez, médico de la Unidad del Sueño del Hospital Xeral de Vigo. El especialista añade que por esta causa el cuerpo sufre alteraciones hormonales.

En cualquier caso, los expertos coinciden en que el cuerpo humano se habitúa en cuestión de días al nuevo horario y en que no hay que preocuparse si al principio no se concilia el sueño. Después no habrá ningún inconveniente, y aunque se produzcan desarreglos hormonales, el cuerpo se adapta. “Toda nuestra función biológica está sometida a ritmos, es como si tuviéramos un reloj endógeno que interviene en procesos como la secreción de hormonas, etc. Este reloj lo ajustamos mediante la luz solar”, explica Luis Miguel García Segura, investigador del Instituto Cajal del Centro Superior de Investigaciones Científicas. “Si uno realiza un viaje transoceánico, pueden surgir pequeños problemas porque el ritmo biológico no se adapta a la misma velocidad que el avión. Pero el cambio de hora que se produce para ahorrar energía es insignificante para el cuerpo humano”, concluye.

Por otra parte, existe un factor añadido importante que influye en que no se note demasiado la adopción de la hora de verano. “Las personas vivimos siempre con luz artificial y sincronizamos nuestro reloj endógeno a ésta en lugar de a la solar, por lo que el cambio no es tan brusco”, destaca García Segura.

La modificación de la hora establecida por los países tampoco daña al medio ambiente. “La naturaleza no sigue la lógica de los segundos y los minutos, sino los ritmos que marca la luz solar. Los hombres hemos creado artificios como el sistema horario que constituyen un sistema de referencia distinto”, afirma el responsable de Greenpeace.

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