Fertilizantes y contaminantes, un círculo vicioso

La contaminación acumulada en el suelo amenaza la agricultura sostenible
Por Mercè Fernández 2 de abril de 2008
Img surcos
Imagen: Lynne Lancaster

Estudios recientes muestran que la contaminación acumulada en el suelo reduce la producción agrícola y amenaza la agricultura sostenible. La consecuencia es una mayor dependencia de los abonos nitrogenados y un mayor riesgo de contaminación de las aguas por nitratos.

Descenso de la productividad

/imgs/2008/04/cultivos01.jpgLos efectos de la contaminación se extienden más allá de lo que uno habría podido imaginar en principio. Así, por ejemplo, la pintura de un poste telefónico puede afectar a la productividad de los campos agrícolas, lo que a su vez acaba repercutiendo en la calidad de las aguas que llegan al consumidor. Un trabajo reciente ha puesto al descubierto precisamente eso. El estudio, de la Universidad de Oregon (EE.UU.), revela que los contaminantes que se acumulan en el suelo disminuyen la productividad de los cultivos, lo que pone en riesgo las estrategias que persiguen una agricultura sostenible. Al reducirse la productividad, los agricultores recurren a más fertilizantes y pesticidas, lo que a su vez aumenta la contaminación del suelo y de las aguas subterráneas por nitratos procedentes del fertilizante. El resultado es un circulo vicioso, un efecto perverso a largo plazo de la contaminación que se refleja en la calidad de la agricultura, de los acuíferos y del agua de consumo doméstico.

El nitrógeno es esencial para el crecimiento de las plantas y la agricultura hace que este elemento vaya agotándose del suelo. Para remediarlo, la agricultura convencional ha optado por la aplicación masiva de fertilizantes nitrogenados y el riego abundante. El problema es que las plantas sólo absorben la mitad de esos fertilizantes. El resto se filtra a través del suelo con las aguas de riego y acaba contaminando los acuíferos y ríos. Estudios realizados en el Reino Unido han calculado que se filtran entre 50 y 60 kilogramos de nitrógeno por hectárea al año y que el 58% de los nitratos que contaminan los acuíferos proceden de la agricultura. En España, éste es un problema muy extendido. Una de las zonas más afectadas, aunque no la única, es la Comunidad Valenciana, donde en muchos acuíferos se supera el límite de 50 miligramos de nitratos por litro de agua establecido por la UE.

El nitrógeno es esencial para el crecimiento de las plantas y la agricultura hace que el nitrógeno del suelo vaya agotándose

La consecuencia es un exceso de nitratos en las reservas de agua, a veces a niveles que pueden afectar a la salud humana y ambiental. Se sabe que el principal efecto sobre la salud es la metahemoglobinemia, un trastorno que provoca limitaciones de la hemoglobina para transportar oxigeno a los tejidos. También hay indicios de que los nitratos pueden estar relacionados con la aparición de cánceres en el tubo digestivo.

Si la cantidad de fertilizante aplicada es moderada, no tiene por qué producirse un exceso de nitratos. El riesgo surge, apuntan los expertos, cuando se sobrepasan las cantidades recomendadas en un intento de conseguir un mayor crecimiento de las plantas. Pero añadir más fertilizante no supone automáticamente un aumento de la productividad, ya que la causa del poco rendimiento de los cultivos puede tener otro origen. Es lo que ha revelado el trabajo de la Universidad de Oregon, publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Según el estudio, los compuestos químicos presentes en el suelo afectan al crecimiento de los cultivos de leguminosas, ya que reducen su capacidad de capturar y fijar nitrógeno (un proceso esencial en el crecimiento de este tipo de plantas). Por ejemplo, el insecticida metilparation -que se aplica a la alfalfa y al algodón- reduce la productividad en un 35%, y el DDT – que aunque ya no se usa, está presente en muchos suelos agrícolas- en un 45%. El bisfenol A, un compuesto empleado en los plásticos y que se ha convertido en un contaminante prácticamente omnipresente, provoca una reducción de la productividad en la alfalfa de un 50%. Otro contaminante, el pentaclorofenol, usado para proteger la madera de los postes de teléfono y de otras infraestructuras, reduce el rendimiento de los cultivos en hasta un 80%. Todo ello explicaría, dicen estos expertos, el descenso en la productividad que se ha visto en los últimos 40 años en todos los países y a pesar de la creciente aplicación de fertilizantes y pesticidas.

La agricultura sostenible, en jaque

Este efecto de los contaminantes es doblemente negativo. Por un lado, porque disminuye la productividad del cultivo. Por otro lado, porque afecta a las leguminosas, que son una de las mejores bazas que tiene la agricultura para controlar el uso de fertilizantes.

/imgs/2008/04/cultivos02.jpgLas leguminosas (como la alfalfa, las judías o el trébol) tienen la capacidad de fijar el nitrógeno del aire gracias a unas bacterias que se hallan en sus raíces. La simbiosis entre bacterias y planta permite a la planta alimentarse del nitrógeno que hay en el aire y, de paso, renovar las reservas de nitrógeno en la tierra, de forma que puede ser aprovechado por otras plantas. De hecho, el cultivo de leguminosas alternado con otros cultivos es una de las prácticas agrícolas ecológicas recomendadas para aumentar la fertilidad del suelo sin necesidad o con muy poco abono.

Lo que muestra el estudio de los estadounidenses es que los contaminantes merman el crecimiento de las plantas porque impiden esa capacidad de capturar el nitrógeno. Es una muy mala noticia porque augura que será difícil reducir la dependencia de los abonos nitrogenados. Además, en países en desarrollo, donde los fertilizantes resultan muy caros para el agricultor, el cultivo rotatorio de leguminosas es una forma económica de mantener la fertilidad del suelo. En esa línea, John McLachlan, del Centro Tulane para la Investigación Bioambiental (EE.UU.), avanzaba en declaraciones a la revista Environmental Health Perpectives los resultados de sus experimentos aún sin publicar. Y lo que han visto ellos también es que los pesticidas afectan al proceso de fijación de nitrógeno de un centenar de plantas leguminosas tropicales y subtropicales. Muchas de estas especies son árboles y arbustos, como la teca o el palisandro, que mejoran los suelos tropicales bajos en nutrientes. Los agricultores de estas regiones más pobres “no pueden permitirse perder estos fertilizantes naturales”, afirmaba el investigador. A largo plazo, la consecuencia no es sólo una menor productividad, sino una mayor dependencia de los abonos nitrogenados y la prolongación de un modelo agrícola que resulta insostenible.

Los contaminantes merman el crecimiento de las plantas porque impiden esa capacidad de capturar el nitrógeno

Uno de los principales obstáculos para evitar el uso excesivo de fertilizantes nitrogenados es la desconexión que existe entre agricultores y Administración, según afirman expertos consultados. Se sabe la cantidad de abono nitrogenado que se deben usar para no sobrepasar el limite, se elaboran folletos de información que se envían a los agricultores pero “no hay un seguimiento para comprobar que eso se cumple”, dice Mercedes Arauzo, investigadora del Centro de Ciencias Mediambientales de Madrid y miembro de RUENA, una red de investigación sobre el uso eficiente del nitrógeno en agricultura.

La creencia falsa de que cuanto más abono se pone, más aumenta la productividad no hace más que empeorar la situación. Entre las estrategias para evitar el problema, explica Arauzo, destaca la concienciación de los agricultores y una gestión integral de las cuencas para declarar las zonas vulnerables, cuyas aguas superan o están en riesgo de superar la concentración máxima de nitratos permitida.

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