Prótesis de cadera

El aumento de la esperanza de vida hace posible plantear con éxito el reemplazo de las articulaciones de cadera dañadas por prótesis artificiales
Por Blanca Álvarez Barco 3 de julio de 2006

Desde una leve molestia hasta un intenso dolor, que además es incapacitante. Así se presenta la artrosis de cadera, principal causa de los implantes de cadera en España. Esta afección suele darse especialmente entre personas de mediana y tercera edad, con lo que las intervenciones para implantar prótesis de cadera han aumentado en la última década a un ritmo espectacular y son ya 16.000 los españoles que anualmente se someten a esta intervención. A la cirugía tradicional se une ahora la mínimamente invasiva. Aunque todavía poco utilizada en comparación con sistemas tradicionales, aporta mayor comodidad el paciente y reduce los costes de hospitalización al precisar un postoperatorio más corto.

Casi el 90% a quienes se realiza un reemplazo de cadera son personas que han superado los 55 años. En más del 80% de los casos, la enfermedad que provoca la necesidad de recurrir a una prótesis es la artrosis de cadera (dolencia que produce el desgaste del cartílago articular y provoca dolor y rigidez), aunque la articulación también puede resultar dañada por otras enfermedades reumáticas, como la artritis reumatoide. En principio se intenta aliviar los síntomas de la enfermedad con tratamientos conservadores, que tratan de disminuir el dolor y mejorar la movilidad de la articulación lesionada; sólo cuando no se consigue aliviarlo, se recurre a la colocación de una prótesis cadera, uno de los mayores adelantos de la cirugía ortopédica del siglo XX. Esta articulación artificial debe su diseño y utilización generalizada a sir John Charnley, un cirujano ortopédico británico que desarrolló, junto a un equipo de ingenieros, la técnica y prótesis de los materiales utilizados en la prótesis de cadera.

La articulación es una estructura del organismo donde se unen los huesos. En el caso de la cadera son el fémur, cuyo extremo superior es una esfera, con una cavidad situada en la pelvis que se denomina cotilo. Los extremos de los huesos que forman la articulación están recubiertos por el cartílago articular, que amortigua las fuerzas que actúan sobre el hueso y permite el movimiento de la articulación. Además, la articulación está rodeada por una cápsula recubierta por la membrana sinovial, que produce un lubricante (el líquido sinovial) que ayuda a disminuir su desgaste. Cuando se padece artrosis la membrana sinovial produce unas sustancias químicas que destruyen el cartílago articular y provocan dolor y rigidez, por lo que el paciente evita el movimiento de la articulación.

La artrosis y la artritis reumatoide son las principales indicaciones para optar al reemplazo de la cadera por una prótesis artificial

Si la destrucción articular es grave el afectado sólo podrá volver a desempeñar parcialmente sus actividades diarias si recurre al reemplazo de su cadera por una articulación artificial. En función de la edad y la dolencia específica de cada persona se utilizan un tipo u otro de prótesis. El más generalizado es la prótesis que se fija al hueso con cemento acrílico, utilizada en pacientes mayores de 70 años. En este caso el hueso tiene peor calidad y no la prótesis no puede adherirse correctamente. Para pacientes más jóvenes se utilizan las prótesis de titanio, que permiten que el hueso crezca y se adhiera fuertemente a la prótesis, por lo que la fijación es más duradera y segura. En caso de desgaste, se pueden cambiar sólo los elementos desgastados y no la prótesis completa. Aunque no es muy frecuente, también se realizan prótesis mixtas o híbridas, en que una parte se fija al hueso sin cemento y la otra con cemento.

Eliminación del dolor

No existe ninguna duda acerca del principal beneficio de la prótesis de cadera. Para el paciente significa algo tan valioso como la desaparición del dolor. Sin embargo, éste no se evapora de un día para otro y tras la operación se pueden presentar molestias durante semanas o incluso meses. La causa está tanto en la propia cirugía como en que los músculos que rodean la articulación están debilitados por el largo tiempo que han permanecido inactivos. La intervención convencional, que suele hacerse bajo anestesia raquídea (duerme el cuerpo de cintura para abajo) dura entre 90 y 120 minutos y permite que el paciente pueda moverse en pocos días ayudado por bastones.

Tras recibir el alta, el paciente debe realizar ejercicios al menos tres veces por semana durante un período no menor a tres meses, lo que mejora la movilidad de la articulación y permite hacer vida prácticamente normal, aunque no se recomienda realizar deportes de contacto. Pese a que todos los pacientes notan mejoría tras la implantación de la prótesis, no en todos los casos la recuperación es igual, ya que depende de lo lesionada que estuviera su articulación antes de la intervención.

Actualmente existe también la cirugía mínimamente invasiva, que se empezó a utilizar en el Hospital de la Universidad George Washington. Este procedimiento, que dura unos 120 minutos, es más cómodo para el paciente ya que sólo requiere dos incisiones pequeñas de no más de 5 centímetros. Los beneficios se perciben, sobre todo, tras la operación, según señala el equipo de Traumatología del Hospital Universitario de Canarias, donde se realizan estas intervenciones desde el pasado mes de enero. Mientras la cirugías tradicionales de cadera requieren una estancia hospitalaria de tres a cuatro días, la mayoría de los pacientes con cirugía de mínima invasión pueden volver a casa en cinco o seis días.

Riesgos asociados

Toda intervención conlleva riesgos asociados y reemplazar la cadera por una articulación artificial no iba a ser menos. En este caso, la mayor complicación potencial es la infección que puede producirse en la zona de la herida; no reviste mayor gravedad y suele tratarse con antibióticos. Existe, sin embargo, un caso que presenta problemas de mayor envergadura: que la infección se desarrolle alrededor de la prótesis, momento en que es precisa la retirada de la articulación artificial.

Además de los riesgos, en el mundo de las prótesis hay otro factor que debe ser tenido en cuenta, la vida útil de las articulaciones artificiales, que es limitada. En el 90% de los casos, la duración de las prótesis totales de cadera supera los quince años, según asegura Juan Ramón Valentí, director del departamento de Cirugía Ortopédica y Traumatología de la Clínica Universitaria de la Universidad de Navarra. Superado este tiempo, debido al aflojamiento de la prótesis, es necesario cambiarla. De ahí que se recomiende efectuar controles periódicos al mes, al año a los 5 años y a los 10 años de haber implantado la prótesis.

La técnica quirúrgica

ImgReemplazar una cadera por una articulación artificial es una técnica de cirugía mayor que suele realizarse administrando al paciente anestesia raquídea. El procedimiento quirúrgico consiste en una incisión de unos 15 centímetros en la parte lateral de la cadera hasta llegar a la articulación dañada, que se extrae y se reemplaza por una prótesis realizada con materiales artificiales. En el lugar del extremo superior del fémur (que es como una esfera) se coloca una esfera metálica unida a un vástago que se inserta dentro del hueso. A continuación, se implanta una cúpula de plástico en la cavidad esférica de la pelvis dañada.

En la Cirugía de Mínima Invasión desarrollada recientemente, se realizan dos incisiones de tan sólo 5 centímetros. Con una guía radiográfica, los cirujanos insertan herramientas pequeñas para quitar la junta y reemplazarla con un implante plástico y metálico. Además, en lugar de atravesar ligamentos, músculos y tendones, como sucede en la cirugía tradicional, trabajan alrededor de los mismos.

Los materiales que se utilizan en este tipo de imlantes están diseñados para permitir una movilidad similar a la previa de la articulación. Para ello se usan diversos metales, como el acero inoxidable, aleaciones de cobalto, cromo y titanio; y plástico, habitualmente polietileno, que es muy duradero y resistente al desgaste que supone la fricción. En las prótesis tradicionales suele utilizarse cemento para fijar el componente artificial al hueso, aunque también existen prótesis no cementadas, que se encajan directamente en el hueso y se utilizan habitualmente en los pacientes más jóvenes.

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