Nueva terapia con perros para adolescentes con enfermedad mental

Una terapia asistida con perros mejora actitudes de la personalidad, el control de impulsos y la aceptación de la frustración en adolescentes con enfermedad mental grave
Por Clara Bassi 15 de enero de 2012
Img paseaperros
Imagen: Sascha Pohflepp

Ser adolescente no es tarea fácil y menos aún si se padece un trastorno mental severo. Una terapia asistida con perros, pionera en este tipo de pacientes, puede ayudar de manera notable a mejorar la autoestima, así como el control de impulsos y la tolerancia a la frustración, entre otros aspectos de vital importancia en esta etapa.

La primera gran crisis del ser humano se registra en la adolescencia, según los expertos. De hecho, la palabra adolescente proviene de adolecer, ya que en esta etapa se acusan muchas carencias de personalidad y tienen lugar diversos cambios en el cerebro. Este órgano madura y no completa su desarrollo hasta la etapa adulta. Su inmadurez explica que los adolescentes tengan un comportamiento más impulsivo e irracional que los adultos.

Adolescencia y enfermedad mental

Si a esta complicada época de la vida se le suma el padecimiento de una enfermedad mental, esa primera crisis resulta aún más grave y difícil de superar. Por fortuna, hay fórmulas originales de aproximarse a los adolescentes con problemas mentales y ayudarles a mejorar. Ese ha sido el objetivo de un programa pionero de terapia asistida con perros, impulsado por el Complejo Asistencial de Salud Mental (CASM Benito Menni), para adolescentes con trastornos mentales severos ingresados en este complejo, que gestionan las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón, de Barcelona.

«Conocíamos por referencias los resultados de otras terapias asistidas con animales, como la equinoterapia, y, en concreto, con perros. Sabíamos de sus beneficios y nos decidimos a probarla en adolescentes con trastornos mentales severos, como la esquizofrenia, o de personalidad graves, afectivos graves y con ideaciones suicidas, entre otros», explica Eulàlia Navarro, psiquiatra y coordinadora de la Unidad de Subagudos de Adolescentes del CASM Benito Menni. Esta unidad nació hace dieciséis años y es única en España, es centro de referencia para todo el territorio catalán, con 50 camas en total (25 de la unidad de crisis y 25 de subagudos).

La terapia asistida con perros mejora la incapacidad de sentir placer de los pacientes con enfermedad mental

En pacientes esquizofrénicos ancianos, se había comprobado que la terapia asistida con perros y gatos mejora la comunicación y la realización de tareas cotidianas (como la higiene), la movilidad, el bienestar general y la socialización, según un estudio israelí liderado por Yoram Barak y publicado en ‘The American Journal of Geriatric Psychiatry’. También se sabía que la terapia asistida con perros mejora un síntoma de la esquizofrenia y otros trastornos mentales llamado anhedonia (incapacidad de sentir placer, satisfacción o bienestar ante los estímulos tenidos por placenteros), de acuerdo a otro estudio de Inbar Nathans-Barel, de Haifa (Israel), publicado en ‘Psychoterapy and Psychosomatics’. Ambos trabajos son solo una pequeña muestra de los beneficios de estas terapias en los enfermos mentales.

De la terapia para enfermedad mental a la exhibición canina

La iniciativa de probarlas en adolescentes con problemas mentales surgió del grupo Positivascan, que aportó los animales. El programa, que ya cuenta con dos ediciones, consta de diez sesiones (nueve de formación y una de exhibición) de 45 a 60 minutos, que incluyen teoría y 30 minutos de trabajo directo con los perros. El grupo de participantes estuvo integrado por doce pacientes que se inscribieron de forma voluntaria, tras una valoración de su terapeuta, previa información a sus padres y la firma de un consentimiento informado.

Según Navarro, se marcaron varios objetivos terapéuticos: favorecer el trabajo en equipo y la asunción de responsabilidades personales y colectivas; potenciar las habilidades y capacidades personales, el respeto a los demás, a las reglas del juego y normas establecidas; trabajar la aceptación de la frustración y el control de impulsos, aspectos cruciales en la adolescencia, porque puede que se hayan perdido o que aún no se hayan ejercido; fomentar el ejercicio físico e inculcar el respeto a los animales.

Por su parte, Positivascan impartió lecciones teóricas y prácticas sobre cómo establecer un vínculo entre personas y perros: cómo tratarlos y aproximarse a ellos (por qué lado y cómo controlarlos, sobre todo, cuando se acerca otro perro), cómo jugar con ellos, premiarlos y relajarlos. Los pacientes también aprendieron a utilizar el clicker, un aparato de adiestramiento para controlar los tiempos de los canes.

El objetivo final de las sesiones de entrenamiento fue que los participantes diseñaran un circuito de «agility» (gincana para perros en la que estos deben superar varios obstáculos bajo las indicaciones de un guía). Para ello, debieron aprender a guiar a los perros para superar cada obstáculo por separado y después, de forma encadenada, hasta completar el circuito. Lo hicieron de forma individual y en equipo y, al llegar a la décima y última sesión, realizaron una exhibición donde mostraron todo lo aprendido.

¡PRUEBA SUPERADA!

Todos los objetivos terapéuticos que se fijaron en la terapia asistida con perros para adolescentes enfermos mentales se cumplieron, destaca Eulàlia Navarro. Además de los objetivos generales planteados para todo el grupo, cada paciente tenía unos individuales que debía conseguir y que se fijaron según el PTI (Plan Terapéutico Individual) y sus terapeutas. “Nuestro objetivo no era mejorar los síntomas de la enfermedad, sino ciertas actitudes de la personalidad, el control de impulsos y la aceptación de la frustración. Hay que tener en cuenta que, en los adolescentes y enfermos mentales, las áreas cognitiva y afectiva están muy afectadas por la enfermedad y observamos una mejora con esta terapia”, declara Navarro.

El trabajo en equipo también resultó muy positivo: entre ellos se hacían comentarios, valoraciones y puntuaban al resto. E igual de efectivo fue el vínculo que se fraguó con los animales. Aunque la mayoría de los participantes nunca habían tenido un perro y mucho les temían, fueron capaces de establecer una relación afectiva con estos animales. Incluso, una participante consiguió que sus padres le compraran un perro y otros solicitaron ser voluntarios en un trabajo con estos animales.

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