Avances en el tratamiento de la artrosis

Los antiinflamatorios usados habitualmente son más eficaces si se administran por vía espinal
Por Jordi Montaner 25 de octubre de 2006

Expertos de la Universidad de California en San Diego (EEUU) postulan que tanto la inflamación en la articulación artrósica como el dolor subsidiario se pueden modular desde el sistema nervioso central. Los socorridos linimentos y pomadas podrían verse así eclipsados por fármacos que actúen directamente sobre el cerebro y la médula espinal.

La artrosis es la enfermedad degenerativa articular más común y tiene lugar de manera preponderante en personas de edad media y ancianos, afectando al cuello, región lumbar, rodillas, caderas y articulaciones de los dedos. Se estima que en un 70% de las personas mayores de 70 años puede evidenciarse radiológicamente un grado u otro de artrosis, pero sólo la mitad de estas personas refiere síntomas que vayan a requerir un tratamiento médico.

La enfermedad también puede cebarse en articulaciones que hayan sido previamente dañadas por esfuerzos intensos y prolongado, como ocurre con los atletas y deportistas de competición, por alguna infección o una enfermedad reumática previa y por traumatismos importantes o fracturas. Se conoce que algunos tipos de artrosis son hereditarios, habiéndose identificado una anomalía genética específica para la clásica deformidad de los nudillos de la mano, relacionada con una anomalía en la síntesis de aminoácidos y un deterioro prematuro de los cartílagos.

Durante muchos años, los reumatólogos han dado por imposible la curación del desgaste articular y han abogado por remedios paliativos que combatan el dolor y la inflamación. Ahora, sin embargo, una profundización detallada sobre la química que gobierna la función del cartílago está revolucionando los conocimientos sobre la enfermedad.

El objetivo es conseguir un mejor efecto con dosis muy inferiores y reducir el coste del tratamiento y sus efectos secundarios

Por razones aún no dilucidadas, la artrosis es más frecuente en las mujeres, mientras que en los hombres hace su aparición de forma más precoz. El dolor articular es el principal elemento diagnóstico, que requiere la confirmación de un examen físico y radiografías que permitan descartar otros procesos de índole reumática. Tratamientos antiinflamatorios, medidas de frío y calor local y gimnasia rehabilitadora son remedios con los que combatir el dolor y la disfunción articular; pero en articulaciones gravemente dañadas puede estar indicada una cirugía reparadora u ortopédica (incluyendo la implantación de prótesis articulares).

Más lejos y más cerca

Se trata por ahora de un experimento con ratones de laboratorio, pero sus resultados apuntan con revolucionar el acometimiento de la artrosis de ahora en adelante. Un equipo multidisciplinario de reumatólogos, alergólogos-inmunólogos y anestesistas, dirigido por Gary Firenstein ha demostrado que la acción de los mismos fármacos antiinflamatorios que los pacientes se aplican de forma tópica (pomadas) o que consumen por vía oral, es infinitamente más eficaz si se administra por vía espinal.

Los científicos partieron de la base de que el sistema nervioso central tiene capacidad para modular las respuestas inflamatorias y de dolor de las distintas partes del organismo y, desafiando el sentido común de que cuando duele una rodilla el problema se encuentra localizado en la rodilla, aventuraron que una intervención antiinflamatoria en una zona tan alejada como la parte superior de la médula espinal podría tener un efecto directo e inmediato sobre la articulación dañada.

Señalización molecular

Conocer el dolor implica trazar el recorrido del impulso desde el cerebro y a la zona dañada, y esto es precisamente lo que los expertos estadounidenses trataron de hacer. Identificaron una proteína llamada p38, que el sistema nervioso central se encarga de activar en respuesta a la sensación de dolor periférico. Bloqueando la proteína p38 en la médula espinal de ratas artrósicas, el equipo de Firestein consiguió desactivar la señal de dolor, además de inhibir el proceso inflamatorio. Lo curioso del caso es que si el tratamiento se administraba por vía epidérmica o hipodérmica, incluso a dosis mayores, no se conseguía el efecto deseado.

Los fármacos inhibidores del factor de necrosis tumoral TNF-alfa, desarrollados y comercializados en fecha reciente, fueron los escogidos para llevar a cabo tal misión, debido a que la producción de TNF-alfa se relaciona íntimamente con la proliferación de p38. Firestein aclara que el sentido práctico de intervenir en la espina dorsal es el de conseguir un mejor efecto con dosis muy inferiores y reducir de forma ostensible tanto el coste del tratamiento como los efectos secundarios.

DIETAS ALCALINIZANTES, CONTRAINDICADAS

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Datos clínicos han evidenciado que el empeoramiento del dolor y la inflamación articular característicos de la artrosis pueden tener que ver más con lo que comemos que con cuanto ocurre en la meteorología. La formación de ácido en el organismo depende fundamentalmente de la alimentación ingerida, y a más ácido, más inflamación y más dolor. Un consumo excesivo de proteínas en una dieta muy rica en carnes, pescados, huevos, quesos, legumbres o frutos secos perjudican a las personas con artrosis. Aunque suene a paradoja, las llamadas frutas ácidas, como los cítricos o algunas manzanas, tienen un efecto neutralizador de los ácidos corporales y, además, ayudan a la eliminación o dispersión de los minerales que pueden formar depósitos en el cartílago y acentuar el dolor.

Vegetales como el apio, berro, perejil, rabanitos, tomates, lechuga, col y zanahorias, preferiblemente crudos y en pequeñas cantidades, constituyen un apoyo dietético depurativo y desalcalinizante ideal para las personas afectadas de artrosis. Todas las carnes, pescados y quesos (salvo el requesón) deberían reducirse a un mínimo. El objetivo es tan simple como tomar cualquiera de estos alimentos sólo una vez al día y evitar raciones abundantes. Los huevos pierden carácter alcalinizante cuando se mezclan con leche. Legumbres como las lentejas, guisantes o frutos secos pueden alternarse también con las carnes, quesos y huevos para obtener un aporte proteico que no recargue la producción de ácido. La sal, el adobo y la mayoría de las salsas, como las bebidas alcohólicas, el café y las frituras se acercan más al problema que a la solución.

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