Factores externos y genes

El aspecto físico y la distinta capacidad de engordar de las personas depende de los cambios epigenéticos
Por Teresa Romanillos 23 de enero de 2011
Img obesidad
Imagen: Colin Rose

La epigenética es clave para determinar cómo el ambiente afecta a los genes y, por tanto, al aspecto físico de cada persona. Incluso, tal y como demuestran dos estudios de la Universidad de Navarra, la distinta capacidad de engordar con la misma cantidad de alimentos se explica por cambios epigenéticos en aquellos que regulan el metabolismo. Por estos motivos, es una ciencia con campos diferenciados: cuando se dedica al estudio de cómo los genes determinan el comportamiento de la célula frente a un nutriente se habla de nutrigenética, y cuando se trata de ver cómo el nutriente afecta a los genes, de nutrigenómica. En crecimiento constante, ya empieza a tener sus aplicaciones médicas, tal y como se ha evidenciado recientemente en Pamplona, donde se ha celebrado el IV Congreso Internacional de la Sociedad de Nutrigenética y Nutrigenómica en el que se reunieron expertos de todo el mundo.

Casi todo el mundo cree que las grasas engordan, los azúcares dan energía, las proteínas son los ladrillos que construyen las células y las vitaminas sirven para que todo el conjunto funcione de manera correcta. Todas estas afirmaciones son ciertas, pero con matices, pues el metabolismo es complejo y depende de cada persona en particular. ¿Por qué hay quien tiende al sobrepeso aunque coma poco mientras que hay personas que no consiguen ganar peso aunque se lo propongan? Conocer qué contiene lo que se come y cómo influye en el metabolismo es el primer paso para poder controlar la dieta y el peso. Demasiado a menudo, solo se le da importancia a la cantidad de calorías y se relaciona los alimentos hipercalóricos con el sobrepeso.

No obstante, dos estudios recientes reflejan unos resultados inesperados al demostrar que no todas las calorías son iguales y que hay algunas que engordan más que otras. Los trabajos realizados por científicos del Departamento de Ciencias de la Alimentación, Fisiología y Toxicología de la Universidad de Navarra han demostrado que dos clases distintas de alimentos con el mismo valor energético (igual cantidad de calorías) pueden ser metabolizados de una forma diferente y, por lo tanto, hacer que la persona aumente más o menos de peso. Los artículos se han publicado en las revistas «Molecular Genetics and Metabolism» y «Journal of Nutrigenetics and Nutrigenomics».

La lectura de los genes

Los dos trabajos demuestran que no todas las calorías son iguales y que hay algunas que engordan más que otras. Para llegar a esta conclusión, los científicos alimentaron dos grupos de roedores con dos dietas distintas. Ambas eran isocalóricas, es decir, tenían el mismo valor energético, pero una estaba enriquecida con grasas mientras que la otra estaba formada, sobre todo, por azúcares. En contra de lo que se podría suponer, los autores del estudio observaron que los roedores de la dieta enriquecida con azúcares engordaban más que los que se alimentaron con grasas.

La dieta de padres y abuelos provoca modificaciones en los genes del metabolismo y estos cambios se transmiten a su descendencia
El catedrático Alfredo Martínez, uno de los autores del estudio, explica que la diferencia en la capacidad de engordar de alimentos con el mismo valor energético se debe a que se metabolizan de forma diferente las grasas y los azúcares. Para entender cómo se regula este proceso, Martínez explica que las células realizan cambios epigenéticos en los genes que regulan el metabolismo. Esto significa que el tipo de dieta que sigue un individuo es capaz de influir en la lectura de los genes a través de un proceso llamado metilación, un mecanismo molecular que explica cómo algunos factores ambientales determinan el aspecto físico.

La metilación es la herramienta principal para poder modificar el patrón de expresión de la información genética. La clave de este proceso es que es reversible y depende del ambiente. Además, el mensaje escrito en el ADN no se modifica, pues éste es siempre el mismo. Lo que se cambia es su patrón de lectura. La metilación viene a ser como si se subrayara un texto: se acentúa y hace que se lea con mayor facilidad.

La clave está en la epigenética

El ADN se encuentra en las células y contiene la información genética que define el físico a los individuos. Por otro lado, también el ambiente modifica la apariencia, pues el organismo se aclimata a diferentes situaciones. Un claro ejemplo está en el color de la piel. Al nacer cada individuo tiene una tonalidad, que depende genéticamente de la tonalidad de los progenitores, y a la vez si se está expuesto a la radiación solar, broncearse, un claro factor ambiental.

La epigenética estudia la estructura espacial del ADN y de cómo se regula su expresión en función de en qué estado se encuentre el ácido nucleico dentro de la célula. La clave de esta ciencia es que se trata de una regulación genética susceptible a ser modificada por el ambiente. Así, por ejemplo, se ha visto que la dieta de padres y abuelos provoca modificaciones en los genes del metabolismo, que estos cambios se transmiten a su descendencia, y condicionan su respuesta a los alimentos.

EL ADN

Gracias a la epigenética se puede modificar el grado de expresión del ADN. Esto significa que no es solo un código de 4 letras (ATGC) lineal como un hilo de pescar, sino que en las células está replegado sobre sí mismo y unido a proteínas. Esto se debe sobre todo a una cuestión de espacio, pues se calcula que si se pudiera desenrollar y estirar todo el ADN ocuparía casi un metro de longitud. En cambio, si se enrolla, es capaz de formar estructuras altamente densas y compactadas, conocidas como cromosomas. El grado de compactación del ADN viene determinado en parte por cambios epigenéticos y estos determinan su patrón de lectura. Así, si un gen se encuentra en forma lineal, estará activado, mientras que si se encuentra compactado, por lo general, estará silenciado.

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