¿Cama dura o blanda?

Un estudio refleja que la cama dura no contribuye a aliviar el dolor de espalda
Por Tatiana Escárraga 21 de octubre de 2003

El dolor de espalda es una dolencia común convertida ya en un mal de nuestro tiempo. Ochenta de cada cien personas ha sufrido o sufre este trastorno, que no distingue ni sexo ni edad. Hasta hace poco, la creencia popular indicaba que una cama dura contribuía a combatir tal padecimiento, e inclusive algunos traumatólogos siguen recomendando su uso. La Fundación Kovacs y el Hospital Ramón y Cajal de Madrid acaban de realizar el primer estudio científico sobre el efecto de la firmeza del colchón en la evolución del dolor de espalda. Y los resultados son sorprendentes. ¿Cama blanda o cama dura? Ninguna de las dos. Lo mejor, dicen los expertos, es un colchón intermedio.

Segunda causa de baja laboral

Una encuesta llevada a cabo por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales indica que el 20,4% de las consultas médicas relacionadas con problemas de salud laboral tienen que ver con el dolor de espalda. Se trata de un mal, dicen los expertos, que no distingue sexo ni edad. En las personas mayores de 45 años esta dolencia es la segunda causa de baja laboral, detrás de los catarros y la gripe.

Tradicionalmente se consideraba que uno de los principales factores relacionados con el dolor de espalda era la cama. Un colchón duro siempre era recomendable para aliviar la dolencia. Pero un estudio científico, el primero que se lleva a cabo en el mundo y que ha tenido como escenario Palma de Mallorca, ha dado al traste con esa teoría.

La Fundación Kovacs (dedicada, sin ánimo de lucro, a la investigación médica y a la asistencia sanitaria, especializada en enfermedades de la espalda) en colaboración con traumatólogos y especialistas del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, ha llevado a cabo el primer estudio clínico controlado sobre los efectos de un colchón duro en la evolución de los dolores de espalda. Un colchón de firmeza intermedia, según las conclusiones del estudio, mejora más la intensidad del dolor y disminuye el grado de incapacidad física. Los resultados de este ensayo clínico se presentaron el pasado mes de junio en el Congreso Nacional de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física.

“Antes no se había realizado ningún estudio que relacionara la firmeza de un colchón con el dolor de espalda”, reconoce la doctora Margarita Martín, coordinadora médica de la unidad de espalda de la Fundación Kovacs en Madrid. ¿Por qué se generalizó la creencia de que un colchón duro era recomendable para los dolores de espalda? Según la doctora Martín, tal creencia se remonta a principios del siglo XX. En aquella época los somieres eran blandos y no oponían ninguna resistencia, por lo que se generaba un efecto de arqueo. Por esa razón, se recomendaba colocar encima una tabla dura para evitar que se deformara. Aquella recomendación, al parecer, se simplificó en la prescripción de “dormir en una cama dura”, sin que ningún estudio científico avalara tal aseveración.

Creencia «perpetuada y amplificada»

Como en la actualidad los somieres no se deforman, la creencia errónea es pensar que cuanto más duro sea el colchón más beneficioso será para la espalda. Pero no es verdad.

En el estudio, según explican desde la Fundación Kovacs, participaron 313 adultos con “lumbalgia inespecífica crónica”. El grupo se dividió en dos. Unos comenzaron a dormir en un colchón duro y otros en un colchón intermedio, pero ninguno de los pacientes sabía en qué grupo estaba. Para evitar que lo supieran, se homogeneizó la apariencia de los colchones y se ocultó el dato incluso a los miembros del comité estadístico, que durante tres meses siguieron paso a paso la evolución de los participantes en el ensayo clínico. Según explica la doctora Martín, la escala de firmeza de un colchón va de 1 a 10. En la primera categoría se hallan los colchones más duros; en la décima, los más blandos. En este caso se utilizaron colchones de nivel 2,3 (duros) y 5,6 (intermedios).

Tan sólo con el simple cambio del colchón muchos pacientes empezaron a notar una cierta mejoría en su dolor de espalda. Entre el 30% y el 40% de los afectados pudo, inclusive, abandonar el fármaco que estaba tomando en esos momentos. Sin embargo, la mejoría fue más notoria en unos que en otros. En el grupo que recibió un colchón de firmeza intermedia el dolor en la cama mejoró 2,4 veces más; el dolor al levantarse 1,9 veces más y el grado de incapacidad física 2,1 veces más.

En contraste con estos resultados existe la creencia “perpetuada” y “amplificada”- dicen los expertos- de que un colchón duro mejora la salud de los pacientes con dolor de espalda. A este hecho, dicen, ha contribuido una “publicidad carente de rigor” que ha influido notablemente en la opinión de los médicos. Según una encuesta realizada en Estados Unidos, el 95% de los traumatólogos piensa que el colchón influye en el dolor de espalda y el 76% recomienda un colchón muy duro a sus pacientes.

Ante un dolor de espalda, la doctora Martín recomienda siempre “mantenerse activo, evitar la vida sedentaria y cultivar una correcta higiene postural”. En caso de que no desaparezca la dolencia, se debe acudir al médico. La gran mayoría de los cuadros de dolor se resuelve, pero hay un 15% que se hace crónico. Y son los pacientes de ese segmento los responsables del 85% de los costes que generan, en términos globales, estas patologías.

Dolores crónicos

Los dolores de espalda se clasifican en agudos cuando se padecen en un lapso aproximado de 14 días; sub-agudos, entre 14 y 90 días y crónicos cuando se superan los tres meses de padecimiento. Lo que no está totalmente aclarada es la causa que motiva esta patología. Existen, más bien, diversos factores que favorecen su aparición. Entre los múltiples orígenes del dolor de espalda (contracturas musculares, lesiones de ligamentos, osteoporosis, obesidad, sedentarismo, malas posturas, estrés, tabaquismo), la doctora Martín destaca el hecho de que al tratarse de una estructura ósea que tiene músculos con terminaciones nerviosas, el dolor se produce cuando éstas se inflaman.

Las vibraciones, semejantes a las que sienten las personas que conducen un tractor, también pueden originar severos dolores de espalda. El mal, tan extendido ya entre la población, ataca en unos oficios más que en otros, sobre todo entre las personas que pasan mucho tiempo sentadas frente al ordenador. A este grupo pertenecen periodistas, maquetadores, recepcionistas y todas las personas que por el trabajo que desempeñan deben permanecer largas horas condenadazas a la silla. En España, indican las estadísticas, se destinan más de 20 millones de euros anuales a paliar esta dolencia.

Víctimas adolescentes

Los estudios efectuados en este ámbito también constatan la aparición de dolores de espalda de forma cada vez más frecuente entre la población adolescente. Hasta el 70% de los menores de 17 años los ha padecido. Se calcula que este mal se llega a manifestar en pequeños de trece años. Por lo general, la dolencia se debe a que trasladan mucho peso en las mochilas que llevan al colegio y a la vida sedentaria, es decir, al poco ejercicio que practican. También se ha comprobado que el mobiliario que se utiliza en las escuelas, en la mayoría de las ocasiones, no es el más adecuado. Se da la circunstancia de que las mesas y sillas no están, generalmente, adaptadas a la estatura y peso de los jóvenes. Y mucho menos a su evolución física.

Existen varios tratamientos para combatir el dolor de espalda. Los médicos aclaran, sin embargo, que en estos casos se requiere una mayor implicación del paciente. Como explica la doctora Martín: “A veces los afectados quieren que el médico les resuelva todo de inmediato y resulta muy difícil que se impliquen en el tratamiento. Poca gente se motiva a cambiar sus hábitos”.

Además de las habituales recomendaciones de ir al especialista cuando el dolor se hace crónico y de tomar medicamentos como analgésicos o antiinflamatorios, siempre bajo prescripción, o de modificar los hábitos posturales, existe un tratamiento denominado neuroreflejoterapia. Esta técnica, utilizada en la Fundación Kovacs, consiste en la implantación transitoria de una especie de “grapas” en la piel que estimulan las terminaciones nerviosas y bloquean el dolor. Se implantan durante tres meses y el tratamiento tiene un coste aproximado de 250 euros, aparte de las consultas, que cuestan 60 euros.

Las terapias alternativas, como por ejemplo el yoga, gozan ya de gran aceptación entre la población. Algunas variantes de esta técnica milenaria utilizan posturas para fortalecer la espalda y ejercicios que en muchos casos alivian el dolor. Pero los científicos se abstienen de recomendarla: “No estamos ni a favor ni en contra. No hay estudios que avalen su eficacia, pero hay que aclarar que cualquier ejercicio es bueno. Sobre todo los específicos para la espalda. Nadar y andar son muy recomendables”, señala la doctora Martín.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube