Entrevista

Ian Banks, presidente del Foro Europeo de la Salud Masculina (EMHF)

«Somos muy hombres, y así nos va»
Por Jordi Montaner 25 de septiembre de 2006
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Imagen: Fundación Wikimedia

Este médico inglés de atención primaria echa pestes del escaso o nulo interés que los hombres sentimos por la salud. Reivindica una militancia de los profesionales sanitarios para conseguir que en los ambulatorios se vean más rostros masculinos, que haya más hombres haciendo cola en las farmacias y que los consultorios mediáticos abandonen su consagración a las féminas. Banks aboga también por medidas educativas que destierren el tópico de que «cuidarse mucho no es de machos»; que los hombres aprendan a gestionar mejor sus emociones y a velar más tanto por su salud física como mental.

Yo pensaba que quienes sufrían mayor discriminación eran las mujeres. Los cardiólogos, por ejemplo, prefieren asistir a un cardiópata que a una cardiópata.

Porque son más los conocimientos sobre salud cardiovascular masculina que femenina, y la forma de enfermar de la mujer es un poco más desconcertante. Pero los hombres mueren más y antes.

¿No es por aquello de que la naturaleza compensa a las mujeres con más años de vida por el gesto de la maternidad y con una mayor protección hormonal?

La naturaleza no sabe de justicia. Las mujeres viven más porque se cuidan mejor, porque valoran mucho mejor que nosotros la idea de la vida. Ya desde pequeños, los hombres aprendemos a menospreciar la vida. ‘Con el escudo o sobre él’, rezaban los espartanos; pero hoy día no han cambiado tanto las tornas. Los hombres nos suicidamos más que las mujeres, fallecemos más en actos de violencia, en accidentes; enfermamos prácticamente igual, pero evolucionamos peor y nos morimos de forma más asidua. Las prevenciones, la cautela, las salvaguardas están reñidas con el talante machista. Lo nuestro son los desafíos, y cuanto más bestias mejor. Aunque no para la salud.

Hay quien cree que un hombre no es más que una mujer con un defecto de nacimiento.

Pues no le falta razón. El cerebro humano se configura de buen principio como un cerebro femenino, y no es hasta las 8 a 24 semanas de desarrollo fetal, cuando con la aparición de los testículos el cuerpo empieza a segregar testosterona, que el cerebro empieza a masculinizarse.

¿No seremos menos inteligentes por esta razón?

«Las mujeres viven más porque se cuidan mejor, porque valoran mucho mejor que los hombres la idea de la vida»

Somos muy inteligentes, no cabe duda. Pero hay cosas que no se explican. Todo el mundo entiende, hasta los críos, que la prevención de las enfermedades cardiovasculares -que son la peor lacra de salud de nuestro tiempo- pasa por comer de forma sana, hacer ejercicio y llevar a cabo una vigilancia médica. Si acudo a una tienda de productos frescos y naturales sólo encuentro a mujeres; si voy a una clase de gimnasia, la mayoría femenina es abrumadora y, en los ambulatorios, los únicos hombres que veo son los enfermos crónicos. ¿Por qué comer sano, por qué ejercitarse, por qué chequearse la salud, por qué evitar hábitos tóxicos, por qué preferir la moderación al exceso? Somos muy hombres, y así nos va.

Hipócrates dijo que la mejor medicina es un paseo andando… Y era un hombre.

Con el progresivo equiparamiento de papeles entre hombres y mujeres es más frecuente que estas últimas absorban malos hábitos masculinos que no que los hombres aprendan virtudes femeninas. Aun así, caminan más las mujeres que los hombres, para los que la moto o el coche son un lucimiento de hombría más.

En lo mental, el estrés se ceba más en las mujeres que en los hombres. ¿No es cierto?

No, lo que ocurre es que las mujeres son en este sentido más honestas y expresan mejor sus sensaciones. A los hombres nos cuesta Dios y ayuda admitir un estrés, exhibir nuestros puntos débiles, dar constancia de nuestra fragilidad. De este modo, nuestra salud mental se deteriora en un ciclo de introspección negativa. En una encuesta llevada a cabo en el Reino Unido, uno de cada tres hombres prefería desahogarse por su cuenta que hablar de sus sentimientos con otra persona. El peaje de una situación así es que el 75% de los suicidios cometidos en el país lo llevan a cabo hombres, y que el 67% de los hombres que han frustrado un intento de suicidio confiesa no haber encontrado ayuda en ninguna parte.

Los hombres también lloran.

Pero deben aprender a llorar en compañía, a buscar la caricia y el abrazo que buscan normalmente las mujeres y los niños, incluso los animales, cuando están tristes. Tenemos demasiadas preconcepciones en torno al contacto físico y esto nos impide disfrutar de muchos de sus beneficios terapéuticos.

Vaya, que tenemos que ponernos más melodramáticos.

Antes hablaba de gimnasios o tiendas de comida sana, pero he olvidado mencionar los teatros amateurs y las academias de baile. También allí acuden muchas más mujeres que hombres. Un hombre puede pensar que las mallas de baile o el maquillaje de teatro afeminan, y bajo esta premisa se escabulle de dos vías artísticas de expresión muy completa y emparejada a una vida sana y noble. Luego está la sexualidad…

Ahí quería yo llegar.

Si un hombre busca consejo sexual es sólo con el propósito de impresionar a una pareja eventual o remediar un trastorno humillante. ¿Qué hay de la autorrealización, de la personalización del acto sexual? Es una lástima que, como en los deportes de competición, nos preocupe tanto ganar y tan poco jugar.

UN PROBLEMA EUROPEO

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El Foro Europeo de la Salud Masculina (EMHF) agrupa a una serie de organizaciones estatales de ámbito continental con el propósito de reparar discriminaciones inaceptables de la salud masculina con respecto a la femenina. Contra lo que cabría pensar, no se trata de un foro pro-machista ni anti-feminista, por cuanto en sus premisas se parte de la base de que sólo los hombres son responsables de su mala salud.

Recientemente, el EMHF encargó a la Universidad de Leeds (Reino Unido) un informe sobre salud masculina en Europa que arroja conclusiones preocupantes. Junto a la devastadora diferencia en cuanto a tasa de suicidios o de accidentes de tráfico, los hombres europeos también padecen una mayor tasa de muerte prematura, enfermedades relacionadas con tabaquismo, alcoholismo y dieta insalubre. El informe en cuestión cubrió un total de 44 países y seleccionó una muestra de hombres con edades comprendidas entre los 15 y los 44 años.

«En países como Estonia, Letonia o Lituania, la mortalidad para los hombres comprendidos en esa franja de edad supera en 4,5 veces a la de las mujeres», subraya Ian Banks. En las tasas de episodios cardiovasculares graves o neoplasmas malignos existe también una diferencia sustancial y, aún con diferencias regionales, el problema pervive en todo el continente: «Los británicos tienen también un riesgo 4,5 veces superior de muerte por cirrosis hepática que las británicas». El presidente del Foro reconoce que la medicina está ampliando de manera sustancial la expectativa de vida tanto para hombres como mujeres, «pero algo debemos estar haciendo mal si las mujeres sobreviven cada vez más y los hombres cada vez menos».

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