Sida y enfermedades de transmisión sexual

La prevalencia de enfermedades de transmisión sexual como sífilis e infección gonocócica, ambas factores de riesgo en sida, mantiene una preocupante tendencia al alza
Por Jordi Montaner 15 de noviembre de 2007

El sida sigue siendo la principal y más peligrosa enfermedad de transmisión sexual pese a que su prevalencia, al menos en los países occidentales, sigue disminuyendo de un tiempo a esta parte. Por el contrario, otras enfermedades como la sífilis o la infección gonocócica están repuntando. Paradójicamente, estas infecciones pueden actuar como factor de riesgo añadido en el contagio por sida.

La prevención de enfermedades de transmisión sexual (ETS) continúa siendo un objetivo prioritario entre las autoridades sanitarias de los países desarrollados. En esencia porque, además de las complicaciones asociadas a este grupo de enfermedades, el hecho de que se haya constatado que patologías como el sida o el virus del papiloma humano también pueden transmitirse por vía sexual, multiplican el alcance de las medidas preventivas. Sin embargo, parece como si las medidas implementadas hasta la fecha no hayan logrado su objetivo. «Las campañas de prevención, acentuadas a partir de la eclosión del sida, han dado un fruto algo ambiguo», lamenta Patricia García de Olalla, epidemióloga de la Agencia de Salud Pública de Barcelona. «Al tiempo que los tratamientos se perfeccionan y los individuos infectados con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) sobreviven más y mejor, o en algunos casos ni tan sólo llegan a desarrollar la enfermedad, la prevención no acaba de funcionar», señala la experta.

Hermanos de sangre

Los estudios evolutivos confirman cuan semejante es la biología humana a la de los primates. Los etólogos (científicos que estudian las características distintivas de un grupo determinado), además, reafirman la enorme influencia que la sexualidad ejerce sobre nuestros patrones de conducta. También los monos padecen infecciones víricas de transmisión sexual. Y fue uno en concreto, el cercopiteco verde («Chlorocebus aethiops»), el que logró contagiar a un individuo congolés en 1958 con un retrovirus que, alojado en el organismo humano, mutó a la forma hoy conocida como VIH.

En la actualidad, España sigue siendo uno de los países de Europa con más sida, por detrás de Portugal
Los cercopitecos verdes son una de las especies más buscadas por los laboratorios médicos y farmacéuticos para llevar a cabo experimentos, y en los años 50 y 60 muchas poblaciones africanas de estos monos fueron diezmadas por cazadores a sueldo. De hecho, se conocen varios casos de sida que tuvieron lugar en África incluso medio siglo antes de que se identificara el VIH, en 1983. Dos años antes, los Centros para el Control de las Enfermedades de Atlanta (CDC) detectaron en EE.UU. una forma rara de neumonía que parecía afectar, sobre todo, a jóvenes homosexuales de Los Ángeles.

Robert Gallo y Luc Montaigner descubrieron el nuevo virus, aunque que las respectivas administraciones, estadounidense y francesa, se repartieron el derecho de patente para un nuevo método diagnóstico. Pese a que por entonces ya habían fallecido de sida 1.450 personas, las autoridades sanitarias no consideraron la infección como un asunto de salud pública hasta 1985, tras el alboroto montado con la muerte del actor Rock Hudson.

Sida, una ETS menos sexual

Hay en el mundo más de 40 millones de infectados por VIH. Un censo español de 2005 situó la prevalencia más elevada en Baleares, con más de 80 casos por millón de habitantes, seguida de País Vasco, Madrid y La Rioja. La media española no llega a 40 casos por millón de habitantes, y las comunidades con menos prevalencia son Extremadura, Aragón y Cantabria. García de Olalla sostiene que el sida no llegó a España como enfermedad transmitida por vía sexual, sino por contagios entre usuarios de drogas administradas por vía parenteral (heroína).

El primer caso publicado en nuestro país se dio en Barcelona en 1982, «cuando las autoridades sanitarias contemplaban aún la adicción a la heroína como una lacra marginal», explica García de Olalla. En otros países europeos, en los que los programas de prevención y de atención a las drogodependencias se hallaban más desarrollados, hubo una tasa mucho menor de infecciones por VIH. En la actualidad, España sigue siendo uno de los países de Europa con más sida, por detrás de Portugal (el país europeo con más prevalencia).

García de Olalla explica que los hábitos de contagio han cambiado: «ya no se infecta uno tanto por tomar heroína o por mantener relaciones homosexuales, sino que la mayor tasa de contagio se da ahora en las relaciones heterosexuales y, sobre todo, entre la población inmigrante». Si hace diez años la proporción de nacionales e inmigrantes, en cuanto a infección por VIH, era de uno de cada diez, respectivamente, en la actualidad este porcentaje está igualado.

La epidemióloga barcelonesa reivindica mayores esfuerzos de educación acerca de la protección necesaria en las relaciones sexuales y lamenta que, «por consideraciones políticas», el sida sea considerado una enfermedad de declaración obligatoria, y que el test positivo para VIH no lo sea. «En todas las enfermedades sexuales el peor enemigo es la incomunicación; pocos seropositivos informan a sus ocasionales parejas acerca de la infección adquirida, y ese silencio dificulta mucho el control de la enfermedad», recalca García de Olalla.

EL ‘MAL FRANCÉS’

Img

Las úlceras genitales (chancros) producidos por la sífilis, que los antiguos clasificaban como “mal francés”, hacen que sea más fácil trasmitir y contraer la infección por VIH por vía sexual. Se calcula que el riesgo de contraer esta infección puede duplicarse, o incluso quintuplicarse, cuando el huésped ha sido infectado antes por “Treponema pallidum”, el germen causante de la sífilis. Las ETS que producen chancros, úlceras o grietas en piel y mucosas rompen las barreras fisiológicas de protección frente a las infecciones.

Se da la circunstancia de que las úlceras genitales producidas por la sífilis pueden sangrar con facilidad e invadir la mucosa oral o rectal durante las relaciones sexuales. Padecer otras ETS es un importante factor que predispone a la posibilidad de contraer una infección por VIH, vaticinan los expertos, no sólo por mecanismos de contagio, sino porque las ETS determinan un patrón de conductas de riesgo afín al sida.

La epidemióloga Patricia García de Olalla hace hincapié en la disminución de la morbimortalidad asociada al VIH, “que en ningún caso se asocia a una disminución de las conductas sexuales de riesgo, como demuestra un aumento en la prevalencia de otras ETS como la sífilis”.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube