EPOC en las alturas

Los expertos recomiendan a pasajeros con una salud pulmonar frágil que evalúen los riesgos de viajar en avión y tomen las precauciones necesarias
Por Jordi Montaner 24 de enero de 2008
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El 10% de las emergencias médicas a bordo de aviones de líneas regulares se debe a problemas respiratorios relacionados con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Datos de un estudio estadounidenses confirman que las exacerbaciones respiratorias son la tercera causa más común de alarma médica en un vuelo, detrás de los infartos cardiacos y las crisis neurológicas.

Las principales compañías aéreas que operan en EE.UU. han confirmado que las complicaciones respiratorias de pasajeros ocasionan todos los años pérdidas de cientos de miles de dólares por obligados aterrizajes de emergencia. En Europa, un equipo de investigadores del Hammersmith Hospital de Londres (Reino Unido) coordinado por Robina Coker, han publicado en la última edición del ‘European Respiratory Journal’ una serie de criterios para asesorar a pacientes con EPOC que deseen viajar en avión, entre los que se incluyen soportes de oxigenoterapia.

Presión en cabina

Coker critica el hecho de que, aun cuando la presión de cabina reglamentada en las líneas aéreas equivale a la de una altitud de 2.438 metros, «no es raro que los pasajeros hagan frente a presiones de 2.700 metros o más, y esa pequeña diferencia puede marcar la aparición o no de exacerbaciones en pacientes con EPOC». La presión del aire en cabina, explica Coker, tiene su traducción en la llamada presión parcial de oxígeno (Pa02), relativa a la cantidad de oxígeno transportado en la sangre.

Esta presión puede descender de valores normales de 100 mmHg a casi la mitad, que para un pasajero sano no supondrían ninguna amenaza, pero que para un paciente con compromiso respiratorio resultarían muy graves incluso a nivel del mar. Las administraciones europeas y norteamericanas se han apresurado a divulgar recomendaciones para enfermos de EPOC que deseen viajar en avión e, incluso, en el Reino Unido se aplican por igual a otras enfermedades respiratorias.

Estudio aéreo

El equipo de Coker da cuenta de un estudio llevado a cabo para identificar los riesgos asociados al transporte aéreo para diversas enfermedades respiratorias y las ventajas potenciales de una oxigenoterapia en tales casos. Durante tres meses, 616 pacientes con enfermedad pulmonar reclutados de 37 clínicas británicas se sometieron a distintos vuelos experimentales de duración similar, tras los cuales tuvieron que cumplimentar un cuestionario. A los pacientes se les realizaron pruebas de oximetría y función pulmonar antes del estudio y dos semanas después del vuelo.

La EPOC no supone un impedimento para volar, siempre que se tomen las medidas oportunas y exista un control médico antes y después del viaje

Se detectó hipoxia (falta de oxígeno) en un total de 275 pacientes, y a la mitad se recomendó el empleo de oxigenoterapia en futuros vuelos. Dificultades respiratorias (77%), tos insidiosa (44%) y dolor pectoral (23%) fueron los síntomas más frecuentes. Cinco pasajeros requirieron atención médica durante el vuelo, pero sólo uno fue por motivo de una exacerbación pulmonar. La autora señala que no se tuvo que realizar ningún aterrizaje de emergencia durante el estudio, «pero en las cuatro semanas posteriores fallecieron cinco pacientes».

Sorprendentemente, suscribe Coker, sólo 31 pacientes fueron advertidos por su médico sobre los inconvenientes de viajar en avión, y 10 se negaron a volar (bien porque no quisieron recurrir a la oxigenoterapia o porque la compañía aérea no les facilitó esta opción indispensable). En 81 de los pacientes que se visitaron a las dos semanas del vuelo se detectó una infección respiratoria del tracto inferior que en un 65% de los casos fue abordada con antibióticos. Coker especula con que la infección pudiera haberse ocasionado durante el vuelo, pero admite que tal extremo debería verificarse en otro estudio.

En resumidas cuentas, la autora concluye que incluso las enfermedades pulmonares más graves no suponen un impedimento para viajar en avión, «siempre y cuando se tomen las medidas oportunas y exista un control médico antes y después del viaje». Coker también aboga por que los billetes de estos pacientes enfermos cubran un seguro de asistencia con oxigenoterapia reglamentado por y para todas las compañías aéreas.

EXACERBACIONES GENÉTICAS

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Como conclusión de su investigación, Robina Coker explica que todas las precauciones posibles no constituyen jamás un seguro contra las exacerbaciones, «habida cuenta que no responden sólo a una provocación ambiental». Se sabe que los parientes de pacientes con EPOC tienen un riesgo nada despreciable de contraer la enfermedad, a pesar que siempre se ha vinculado esta enfermedad al hábito tabáquico (ambiental).

El equipo de Edwin Silverman, del Brigham and Women’s Hospital y la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard (Massachussets, EE.UU.) llevaron a cabo un estudio para determinar vínculos genéticos que influenciaran la frecuencia o gravedad de las exacerbaciones en familiares afectados de EPOC. Se trataba de familiares de parentesco muy cercano que compartían una historia de tabaquismo, obstrucción grave de las vías aéreas y antecedentes clínicos de neumonía, bronquitis crónica y episodios de asfixia.

Los autores identificaron un patrón familiar de exacerbación en los pacientes y, aunque subrayando que el hábito tabáquico estaba detrás de la EPOC y que no se trataba de una susceptibilidad heredada a la enfermedad, detectaron que la gravedad de las exacerbaciones sí podía compartir una base genética común, abriendo una vía a la detección de los genes causantes o sus respectivas mutaciones.

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