Salud cardiovascular con ácidos grasos poliinsaturados

El beneficio de los omega 3 en prevención cardiovascular puede ser tan importante como el de los fármacos que controlan el colesterol
Por Jordi Montaner 1 de noviembre de 2009
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Los ácidos grasos poliinsaturados del pescado azul previenen episodios cardiovasculares, que son la principal causa de mortalidad en todo el mundo. Su consumo se recomienda en especial a los pacientes con cardiopatías, pero también a la población en general. La carne de pescado azul no sólo es rica en omega 3, sino que tiene muchos más beneficios.

El consumo regular de ácidos poliinsaturados, sobre todo omega 3, es adecuado para individuos con riesgo cardiovascular y para la población en general. El pescado es un alimento muy rico en este nutriente. Incluso un estudio reciente ha descubierto que su valor «excede el propio de un suplemento nutritivo para erigirse en base alimenticia». Su beneficio, en cuanto a prevención cardiovascular, se considera tan importante como el de las estatinas -los fármacos que reducen los niveles de colesterol-.

El principal autor del estudio, Carl J. Lavie, del Ochsner Medical Center (Nueva Orleans, EE.UU.), investigó con personas sanas y con supervivientes de un infarto de miocardio, pacientes con insuficiencia cardiaca, aterosclerosis o fibrilación auricular. Los resultados del seguimiento, que duró 30 años, se han publicado en la revista «Journal of the American College of Cardiology».

Cultura de omega 3

El consumo de ácidos poliinsaturados no sólo beneficia a individuos con riesgo cardiovascular, sino a toda la población

Lavie lamenta que muchos médicos asuman que el aceite de los pescados grasos, sobre todo los omega 3, beneficia la salud, sin detenerse a averiguar por qué vías, cómo y en qué medida. Censura que muchos facultativos estén al corriente de los ensayos llevados a cabo con estatinas, pero desconozcan las últimas publicaciones relativas al omega 3. En la insuficiencia cardiaca y con pacientes que han sufrido un infarto, éste ha demostrado prevenir muertes y hospitalizaciones.

Se estima que estos grupos deberían tomar pescado azul en las comidas, por lo menos, cuatro o cinco veces a la semana. Los omega 3 más estudiados son el ácido docosahexenoico (DHA) y el eicosapentenoico (EPA). Las ventajas clínicas de estos ácidos grasos se han demostrado en un total de cuatro ensayos llevados a cabo con 40.000 pacientes, con y sin enfermedad cardiovascular.

También en Europa y en Asia

Las pruebas clínicas destinadas a reivindicar los beneficios cardiovasculares del pescado azul no se limitan a EE.UU. El Diet and Reinfarction Trial (DART) y el Gruppo Italiano per lo Studio della Sopravvivenza nell’ Infarto de Miocardico (GISSI)-Prevenzione, en Europa, además del Japan EPA Lipid Intervention Study (JELIS), en Asia, demuestran que un consumo regular de estos ácidos grasos a partir del pescado azul previene episodios cardiovasculares tanto de forma primaria como secundaria.

La disminución media del riesgo supera el 30%. Los beneficios no se ciñen al infarto, sino que abarcan la enfermedad aterosclerótica y una amplia gama de arritmias. Sobre estas últimas, Lavie cita un ensayo destinado a indagar el beneficio de los omega 3 en la prevención de la fibrilación auricular, una arritmia propia de personas sin aparentes factores de riesgo cardiovascular (obesidad tabaquismo, hipertensión o diabetes) pero que, debido a una práctica excesiva y continuada de ejercicio físico intenso (ciclistas, alpinistas, corredores de maratón, etc.), el corazón empieza a acusar arritmias en la quinta o sexta década de vida.

En su estudio, Lavie también reconoce que se especuló con la posibilidad de que un omega 3 de origen vegetal, el ácido alfalinolénico (ALA), ejerciera un beneficio comparable a los ácidos grasos del pescado. No obstante, la evidencia científica sitúa el beneficio de este último «muy por debajo» de los de origen animal.

PESCADO AZUL, LIBRO ROJO

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Las excelencias que se atribuyen a los pescados azules, y en particular al atún, chocan con un problema importante de sostenibilidad y biodiversidad. Hay 12 especies de atunes, que viven en todos los océanos del planeta, pero la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ya ha dado carta de “especie próxima a la extinción” a cinco (cuatro de ellas en serio peligro): atún de aleta amarilla o atún claro (“Thunnus albacares”), atún del sur (“Thunnus maccoyii”), atún de ojos grandes (“Thunnus obesus”), albacora (“Thunnus alalunga”) y atún rojo (“Thunnus thynnus”).

Asociaciones ecologistas como Greenpeace corroboran que, después de más de 3.000 años de pesca artesanal, el atún rojo del Atlántico oriental y del Mediterráneo está al borde de la extinción. Subrayan que han bastado sólo 10 años de “desarrollo descontrolado” por parte de la industria de pesca al cerco para poner en peligro la supervivencia de la especie.

Estas asociaciones critican que las medidas que han tomado la Unión Europea y los Estados miembros para proteger al atún rojo son insuficientes y que se ignoran las denuncias de pescadores artesanales, científicos, comerciantes de lonjas de pescado, cadenas de distribución y ONG como WWF. El atún rojo es el mayor de esta especie. Se diferencia del resto en que su aleta pectoral es más corta y el color de su carne, más oscuro. Frecuenta aguas distintas, puesto que con la actividad muscular es capaz de elevar la temperatura de su sangre por encima de la del agua.

Puede llegar a medir tres metros y su peso oscila entre 130 y 600 kg. Su esperanza de vida en estado salvaje supera los 20 años. Se alimenta de otros peces más pequeños, como sardina, caballa y jurel. Sus depredadores naturales en el mar son tiburones y orcas, aunque quien pone en juego su supervivencia es ahora el ser humano.

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